La globalización desarrollada a lo largo de las últimas décadas ha convertido a China en la gran fábrica del mundo; lo que, a su vez, provocó la excesiva dependencia del resto de la economía global con respecto a la del país asiático. Y con la pandemia del Covid-19, esta dependencia se constituyó en una de las principales causas de las perturbaciones sufridas en las cadenas mundiales de suministro.
El golpe asestado por la crisis sanitaria sumado a otras variantes como la falta de ahorros esperados, los aumentos anuales en el costo de la mano de obra asiática, los largos tiempos de entregas, la falta de flexibilidad ante necesidades urgentes y muchos otros, están impulsando un creciente proceso de relocalización: los grandes mercados del mundo están valorando como nunca antes la cercanía de sus proveedores. Y este nuevo fenómeno se constituye en una oportunidad para Latinoamérica, sobre todo para aquellos países del área con las condiciones necesarias para integrarse al juego.
El gobierno de los Estados Unidos se ha embarcado en un colosal esfuerzo para crear redes y cadenas de suministro seguras que le permitan contar con un abanico más amplio de proveedores, lo que se constituye en una valiosa oportunidad para las economías del área, incluida la de Panamá. Sin embargo, la pregunta obligada es: ¿cuenta nuestro país con las condiciones requeridas para aprovechar la ocasión? Porque no son pocas las ocasiones en que algunas empresas de tecnología han optado por establecerse en países vecinos al encontrar en ellos mejores condiciones y mano de obra mejor calificada.
¿Qué hacemos al respecto? ¿Estamos tomando las acciones necesarias para convertirnos en un destino atractivo dentro de este nuevo proceso de relocalización?