La política los cría y ellos se juntan.

En su obra Mediocracia: cuando los mediocres toman el poder, el autor francocanadiense Alain Deneault estampa una frase demoledora que encaja como anillo al dedo por estos parajes latinoamericanos. “¿Qué es lo que mejor se le da a una persona mediocre? Reconocer a otra persona mediocre. Juntas se organizarán para rascarse la espalda, se asegurarán de devolverse los favores e irán cimentando el poder de un clan que seguirá creciendo, ya que enseguida darán con la manera de atraer a sus semejantes”, señala certeramente.

Ese rascarse la espalda juntos lleva al amiguismo, al nepotismo rampante y a las relaciones personales utilizadas como justificación para nombrar en los puestos de gobierno no al más capaz, sino a quien refleja y coincide en mayor medida con los intereses del que hace el nombramiento. Esa es la infección profunda que desde tiempos inmemoriales enferma a la maquinaria estatal hasta derivar en la más absoluta incompetencia. Incompetencia gubernamental que se traduce en el derroche y la pérdida de un considerable porcentaje de las riquezas estatales y en el menoscabo del bienestar general.

En nuestro país en particular se traduce en un sistema de carreteras y avenidas donde no hay espacio para un bache más. Donde ante el constante y numeroso reclamo de la ciudadanía por las consecuencias que le acarrean- en molestias y daños a los vehículos- la destruida red vial, todo cuanto se obtiene en respuesta es el inagotable conjunto de excusas de un ministro cuya única nota destacada en el puesto es cobrar puntualmente el salario sin llevar a cabo las responsabilidades que le competen. ¡Ah! Y también, en el colmo de la arrogancia, creerse con los méritos que le convierten en objetivo de una “campaña política” sólo existente en los febriles recovecos de su egolatría. No, señor ministro, la lluvia de críticas y dardos en su contra obedece únicamente a la disconformidad de una ciudadanía harta de la incompetencia y de la falta de resultados de una gestión tan pobre como la de quien lo nombró.

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