Como ya hemos visto a lo largo de las entregas pasadas de La Historia Habla, la mayoría de las celebraciones navideñas hunden sus raíces en ritos paganos previos al cristianismo que la tradición ha adaptado dándoles un significado distinto.
Empezando porque en la Biblia no encontraremos en ningún sitio la fecha del nacimiento de Jesús, ni se dice en ningún sitio que los cristianos deban celebrar ese acontecimiento. En el libro Cyclopædia of Biblical, Theological and Ecclesiastical Literature, una obra de referencia publicada en el siglo XIX, escrita por John McClintock, académico y ministro, y James Strong, profesor de teología exegética, podemos leer: “La celebración de la Navidad no es un mandato divino, ni tiene su origen en el Nuevo Testamento”. Los primeros cristianos no celebraban el cumpleaños de Cristo porque consideraban estas festividades como resabios de las prácticas paganas que rechazaban.
El solsticio de invierno, que ocurre entre el 20 y 23 de diciembre, fue aprovechado en el siglo IV para establecer el 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Jesús. No hay ninguna prueba de que Jesús haya nacido el 25 de diciembre, y la fijación tardía de esa fecha parece haber sido para que coincidiera con las celebraciones paganas del solsticio de invierno. ¿Y cuáles eran estas? La más cercana al espíritu navideño son las Saturnales, uno de los festivales romanos más importantes que se celebraba a mediados de diciembre, generalmente entre el 17 y el 24 de este mes. Los banquetes, la entrega de regalos y el encendido de velas son un calco del jolgorio saturnal. Además, durante las saturnales se suspendían todas las labores.
En el norte de Europa encontramos también el encendido de luces, velas y fuegos sagrados, además de llevar a las casas, ramas hojas, coronas y árboles de hoja perenne durante el solsticio de invierno para protegerse de los malos espíritus. La vegetación siempre verde y las luces se mantenían también hasta las calendas de enero, en el inicio del nuevo año. Dentro de estos adornos verdes tenían mucha importancia los adornos hechos con acebo y muérdago. El muérdago era una de las plantas más importantes para los druidas, los sacerdotes celtas, quienes le atribuían poderes mágicos. Las hojas de acebo, que se mantienen de un verde brillante incluso en el invierno más crudo y tienen bayas de un rojo encendido son un símbolo del retorno del Sol. En el árbol de Navidad se concretan todos estos símbolos, el verde, el rojo, las luces y los dulces o las manzanas, símbolos de fertilidad y abundancia.
El Espíritu de la Navidad es otra reminiscencia de estas creencias antiguas. Hoy en día, cuando hablamos de ‘Espíritu de la Navidad’ pensamos en la decoración navideña, o los dulces y la comida típica de esta época. Pero en realidad el descenso del Espíritu de la Navidad es una celebración que empieza a las 9:00 de la noche de cada 21 de Diciembre y extiende hasta las 12:00 de la noche del 22, de acuerdo con la tradición a esta hora comienza a ocurrir el solsticio de invierno en el hemisferio norte y con él desciende a la Tierra el Espíritu de la Navidad, que según los creyentes es una energía que cada año trae consigo paz, amor, armonía, alegría y prosperidad para los seres humanos.
Desde el día anterior las personas limpian a fondo las casas con sal marina y esencia de limón o mandarina, renuevan su guardarropa, botan todo lo que está roto o ajado, prenden velas. Se debe eliminar todo lo viejo para recibir la nueva luz y la energía positiva que llega junto con el Espíritu de la Navidad.
Durante las tres horas en las que el Espíritu desciende se dice que se deben escribir notas con los 21 deseos para el nuevo año, una vez escritos, se guardan en un cofre y en la visita del Espíritu de la Navidad del año siguiente se queman solo los deseos que se hayan cumplido.
¿Qué dice la ortodoxia cristiana de estas celebraciones? Pues, como podemos comprender, las rechaza completamente. Benedicto XVI fijó la posición oficial del Vaticano y calificó como pecado la celebración de los ritos del Espíritu de la Navidad, al considerar que no son más que rituales mágicos y brujería. Para la ortodoxia cristiana el único espíritu que debemos celebrar los católicos es el Espíritu Santo que se recibe en Pentecostés, en el día del bautismo y en la confirmación.
Pero bien está, sea que creamos en el Espíritu de la Navidad o no, lo cierto es que se acerca el día en el que celebramos el nacimiento de un hombre que cambió la historia. No se pierdan las siguientes entregas de La Historia Habla porque en ellas vamos a recorrer lo que ocurría en el mundo en el momento en el que Jesús nació.