En el Mediterráneo, se pronostica un aumento del nivel del mar de casi un metro y hasta de cinco grados en la temperatura para el año 2100. El 75 por ciento del territorio de España, por su parte, en peligro de desertificación. Mientras que para el año 2050, unos 140 millones de personas, convertidas en migrantes climáticos, se verán obligados a abandonar sus hogares a causa del clima.
Además de las migraciones; las sequías, la pérdida de la biodiversidad, las temperaturas extremas, las hambrunas y los múltiples riesgos a la salud pública global serán sólo algunas de las consecuencias derivadas del cambio climático.
En junio pasado, la ola de calor extremo que azotó a Canadá y a los Estados Unidos, con niveles en el termómetro de hasta 49.6 grados centígrados, dejó una estela cercana a los 480 muertos. Y las impresionantes inundaciones ocurridas esta última semana en Alemania y el Reino Unido, no permiten ninguna duda con respecto a la gravedad de la inminente debacle ambiental y la amenaza global que representa. “El clima está cambiando” declara Antonio Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, “y los impactos ya son demasiado costosos para las personas y para el planeta”.
En nuestro país, Bocas del Toro se encuentra en alerta roja luego que el paso de varias ondas tropicales acompañadas de fuertes lluvias provocara el desbordamiento de múltiples ríos afectando a cerca de 27 mil personas y más de 5 mil viviendas. Algunos sectores de Coclé también sufrieron por el desborde de las aguas.
Estos hechos confirman que el cambio climático no es un problema lejano, por el contrario: nos afecta de manera cercana y repetidamente. Eso convierte en urgente la formulación de una estrategia nacional que permita tomar las medidas preventivas y estructurales necesarias para aminorar los daños ocasionados por estos fenómenos. Una actitud solamente reactiva es un lujo que no podemos permitirnos, por ejemplo, en la ciudad capital, donde una fuerte lluvia sostenida por cerca de media hora, inunda grandes y numerosos sectores con la retahíla de daños y molestias que ya todos conocemos. La frecuencia y la fuerza de estos desórdenes atmosféricos son cada vez son mayores: es hora de cambiar a una mentalidad preventiva y no dejarnos sorprender por un clima cada vez más traicionero y amenazador.