En las últimas semanas las noticias que nos llegan desde el vecino país de Colombia nos muestran a una gran parte de la población lanzándose a la calle para enfrentarse a las fuerzas del orden.
Depende del medio en el que lo leemos, estas algaradas son una revuelta organizada por la oposición o una revolución ciudadana. En Panamá, en apenas dos años de gobierno, el Presidente Cortizo se ha debido enfrentar ya con protestas ciudadanas y ante los nuevos escándalos muchas voces están convocando a revueltas callejeras.
Hoy, en La Historia Habla, recorreremos la historia de las revueltas, que, como veremos, es también la historia de los logros ciudadanos.
Si buscamos la definición que el Diccionario de la Academia de la Lengua nos ofrece de revuelta, rebelión y revolución, vemos que todos estos términos tienen significados muy similares y en algunos casos se interdefinen.
Mientras que el DRAE define rebelión como un delito contra el orden público, consistente en el levantamiento público contra los poderes del Estado, con el fin de derrocarlos; la sedición, según la misma fuente, es un alzamiento colectivo y violento contra la autoridad y el orden público, sin llegar a la gravedad de la rebelión. La octava acepción de la palabra revuelta es la siguiente: alboroto, alteración, sedición. Esta definición corresponde con la de las palabras levantamiento, insurrección, sublevación, e incluso a la de motín. En el mismo campo semántico encontramos también términos como subversión, alzamiento y disturbios.
Pero en realidad hay una gran diferencia entre un revolucionario y un rebelde. Si nos atenemos a la definición de Albert Camus, en El hombre rebelde, el autor francés nos dice que el revolucionario es un conservador que solo trata de imponer su orden de hacer las cosas. El rebelde se opone al orden existente sin proponer ningún otro. El revolucionario se mueve en la esfera de la política, el rebelde procura distanciarse de cualquier tipo de control.
Las revueltas suelen surgir como oposición agresiva a alguna figura de poder, (ya sean políticos, gobiernos o incluso instituciones, como la policía), o contra una minoría étnica, religiosa o social (judíos, gitanos, inmigrantes).
Generalmente, al principio las revueltas no pretenden una transformación radical de las estructuras políticas, sociales o económicas. Pero en muchos casos la escalada de violencia convierte las revueltas en revoluciones. Si esta escalada de violencia logra el éxito definitivamente, los que eran simples algaradas se convierten en revoluciones, y son aclamadas por la historia, como la Revolución Francesa o la Revolución de los Claveles (así se llama popularmente al levantamiento militar que se produjo en Portugal el 25 de abril de 1974 que provocó la caída de la dictadura heredera del régimen de António de Oliveira Salazar que dominaba el país luso desde 1926).
Pero vamos a repasar la historia y buceemos para encontrar la primera revuelta social que nos ha llegado, y este movimiento social se ubica en la Antigua Grecia y es llamada por los historiadores la revuelta jónica.
Hacia el 540 a. C. el emperador persa Ciro III había extendido su dominio hacia la Hélade, ciudades como Mileto, Éfeso, Focea, Clazómenas, Colofón, Priene, Teos, Quíos, Samos, Eritras, Miunte y Lebedos, además de la región de Eólida, al noroeste de Jonia estaban bajo su control; para el 512 a. C., el mar Negro era un lago persa y Tracia se había convertido en una satrapía. Las ciudades griegas conservaban sus costumbres y sus instituciones, pero debían mandar tributo y respetar al gobernante designado por el «Gran Rey». Aun así, los intelectuales emigraban porque consideraban al invasor persa poco más que un rebaño de bárbaros.
En el año 499 a. C. Aristágoras de Mileto encabezó la rebelión contra el gobierno persa. A principios del año 494 a.C. los persas concentraron sus tropas contra Mileto. La ciudad fue asaltada simultáneamente por tierra y por mar. Después de destruir completamente la flota, los persas tomaron la ciudad y la arrasaron. Toda su población fue deportada a las orillas del río Tigris.
Grecia en general y Atenas en particular reaccionaron ante esta derrota de la civilización griega con un sentimiento colectivo de tristeza parecido al que embargó a España tras la pérdida de Cuba en 1898. En el caso ateniense se llegaba a multar a los autores que recordasen estos acontecimientos, por ejemplo, Frínico compuso un poema titulado La Toma de Mileto y fue condenado a una multa de 1000 dracmas por hacer que el público llorase cada vez que recordaba aquella derrota.
Pero no siempre las revueltas se dan contra un invasor extranjero, hay muchos tipos de revueltas, tal y como señalamos al inicio. Pueden ser revueltas políticas o revueltas sociales, y estas últimas pueden denominarse de diferentes forma atendiendo a sus protagonistas: revueltas campesinas, revueltas urbanas o las revoluciones burguesas que triunfaron y transformaron el Antiguo Régimen en la sociedad burguesa moderna.
A partir del siglo XIX podemos reconocer una larga lista de revueltas obreras; las cuales, desde la perspectiva teórica marxista deberían haber conducido a la revolución proletaria, aunque en muchos casos no ha sido así. En la próxima entrega de La Historia Habla repasaremos algunas de las revueltas más famosas, y aquellas que han provocado cambios en la sociedad.