Luego del vendaval

La crisis sanitaria provocada por el nuevo coronavirus, a la par que ponía en jaque al mundo, lo empujó inesperadamente a un proceso de cambios vertiginosos en todos los órdenes: desde el tecnológico y económico hasta el de salud y de educación, pasando por el social y político.

Luego de un año, la única certeza aún vigente es que nada puede volver a ser como era antes. Cuando se logre poner bajo control a la pandemia, quedaremos enfrentados a un mundo donde la única opción posible es el cambio: la transformación de los paradigmas y de la estructura profunda con la que actuamos sobre la realidad.

Dentro de ese renovado escenario, existen dos aspectos cruciales que deben ser atendidos si queremos aprovechar las lecciones propinadas por el virus: la educación y la salud. Resulta urgente cerrar las brechas existentes en ambos sistemas.

La ciudadanía se merece una atención integral de salud, con un servicio de excelencia ya sea que asista a una institución pública o a una privada. El sistema público, donde se atiende la mayoría, debe contar con un suministro de insumos y equipos que garantice una atención médica de superior calidad donde todos sean considerados ciudadanos de primera.

Igualmente debe ocurrir con el sistema de educación. Es necesario borrar las diferencias entre públicos y privados. Que cada estudiante de esta nación cuente con las herramientas que le aseguren un proceso de formación y estudio tal, que permita el desarrollo pleno de todo su potencial. No podemos persistir en la dicotomía donde una mayoría de nuestros jóvenes llevan a cabo su carrera escolar en las más precarias condiciones mientras una minoría recibe una mejor atención educativa.

Ahora que se ha puesto de moda hablar de nuevos contratos sociales, he aquí dos oportunidades por las que podríamos comenzar aprovechando el impulso dado por la pandemia al proceso de cambios que ya muchas voces reclamaban. La salud y la educación pueden ser esos primeros bloques con los cuales iniciar la renovación de un nuevo país donde todos sean ciudadanos de primera.

¡Que las lecciones de la pandemia no caigan en saco roto!

 

 

 

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