Las veces que paso por el Canal siempre me invade un sentimiento de triunfo que riñe con la historia. Tampoco puedo dejar de pensar en Estados Unidos cuando cruzo el puente de las Américas. Es como entrar en otra dimensión. No me pasa igual cuando voy por el Centenario. Si a otros les sucede lo que a mí, esto podría ser un síndrome.
Las razones que llevaron a Estados Unidos acceder a firmar los tratados Torrijos Carter, según uno de los negociadores, se resumen en una palabra: seguridad. El Canal está más seguro con nosotros, que con ellos. Y en eso, los gringos se fueron y dijeron, llámennos cuando quieran algo. O, esperen a que volvamos. Entonces, ¿fue lo primero, o lo segundo?; mejor dicho, nunca se fueron. Cuando ya era inminente la salida de los militares estadounidenses, el entonces presidente Ernesto Pérez Balladares propuso establecer un centro hemisférico antidrogas en Panamá.
Al parecer esta fue la respuesta criolla a la negativa de ellos a renegociar su presencia más allá de 1999, pero resultó que por razones económicas esto no era posible. Recuerdo que el dilema estaba en que Panamá condicionaba la presencia de los norteamericanos al pago de una indemnización económica, evidentemente ellos no tenían ningún interés en quedarse si eso dependía del pago de un canon. Lo que sucedió después: surge la posibilidad de crear un Centro Multilateral Antidrogas (CMA) en la base aérea de Howard.
El CMA murió en la hamaca. El problema hoy es que Estados Unidos está perdiendo la batalla contra las drogas. O no le interesa hacerla. El CMA se cayó cuando, entre otras cosas, quedó al descubierto el interés por parte de ellos de llevar a cabo ataques militares contra Colombia, teniendo a Panamá como apoyo. Según los entendidos por eso fracasó. Las cosas se fueron dilatando, y ante el poco interés de los demás países de la región, allí quedó todo. Con el CMA ha habido un manto de misterio, si fueron ellos los que lo propusieron, o nosotros los que se lo ofrecimos. Una cosa es cierta, no llegó muy lejos, y su promotor, tampoco.
Desde el vencimiento de los tratados hay una nube que nos persigue: la remilitarización. Al calor del manto de un Tratado de Neutralidad se fijó la ruta: “sólo la República de Panamá manejará el Canal y mantendrá fuerzas militares, sitios de defensa e instalaciones militares dentro de su territorio nacional”. Una sobrada soberanía al menos en el papel. Lo de las fuerzas militares, no se compadece con el mandato constitucional de no tener ejército. Entonces, podemos tener fuerzas militares, pero no ejército. El abuso de la fuerza es el problema, dígase militares o ejército.
El tratado de Neutralidad dejó encendido el debate, perpetuo, sobre los militares. Lo que sí rescata y bien lo vale, es lo de la soberanía territorial para “militarizar” el país. Hasta que llegamos al periodo de Mireya Moscoso y de la primera política de seguridad integral de la era posinvasión. La Resolución de Gabinete No. 34 del 21 de junio de 2000 crea los “Fundamentos de la Política Panameña de Seguridad” que pretendió legitimar, como si esto fuera necesario, los futuros acercamientos militares entre Panamá y Estados Unidos. Todos los partidos de la época lo avalaron. Por el PRD firmó, si no me equivoco, Martín Torrijos. Una prueba de esta política de seguridad integral fue la firma del acuerdo Salas-Becker, que les otorgó el derecho a Estados Unidos de patrullar aguas panameñas para combatir el narcotráfico. Enseguida se generó la discusión por el tema de nuestra lesionada soberanía del paraguas.
La base de los tratados fue la seguridad del Canal. Ahora, pregunto, ¿la droga representa una amenaza para el Canal? Alguien sabe cuántos barcos preñados pasan por el Canal. En manos de quién estuviera la seguridad del Canal como estrategia, eso definiría nuestra paz. Aquí mi preocupación. Que tengamos ejército o fuerzas militares, ya es motivo de alerta por lo caprichoso que somos, y lo liviano de nuestras proclividades. El poder político se apoya en la fuerza, pero esta sin autoridad ni control solo necesita de una brizna para revolver lo que le dé la gana. Nuestra historia está definida por la presencia de Estados Unidos, eso no se puede soslayar. Pero ese concubinato ha tenido sus pasajes escandalosos y más cuando ellos han tenido excusas. Los enemigos siempre han existido, hoy es la droga.
Panamá firmó recientemente con Estados Unidos un acuerdo para combatir el narcotráfico y el crimen organizado. Como siempre pasa con este tema, se ha creado un gran debate en torno a nuestra soberanía. Se trata de establecer aquí un Centro Regional de Operaciones Aeronavales y una Fuerza Marítima Conjunta. La palabra clave es combatir, que alguien defina combatir. Un país que no combate la droga en su territorio, como suele hacer en el mundo con lo que se propone eliminar, ¿cómo lo hará en el nuestro?
El compromiso es el de brindarnos apoyo, proporcionarnos información y coordinar operaciones e investigaciones en dirección a hacerle la guerra al narcotráfico. Que nuestra posición geográfica es atractiva y se valen de eso. Está bien. Que no tenemos cómo responder a eso. Está bien. Y Colombia, qué más tiene que hacer para que Estados Unidos entienda que ellos también llevan esta guerra perdida. En 1995, el congresista demócrata y miembro del subcomité antidrogas, Charles Rangel, dijo que ellos estaban perdiendo la guerra contra las drogas. En eso coincidimos, pronto seremos tres.
Nuestra seguridad está en juego. La del Canal y la del país. Decir que vamos a combatir el narcotráfico y el crimen organizado es hablar de guerra. Las incautaciones de droga cada vez más van en aumento, esto significa que está pasando más droga. El efecto mariposa. ¿A alguien le ha preocupado que por el Canal pase droga? Sabrá Dios lo que pasa por ahí, no va a pasar la nieve. Por nuestra seguridad deberíamos dejar pasar por el istmo toda la droga del mundo venga de donde venga. Neutralidad se llama el juego. Estados Unidos debería combatir y perseguir el negocio de la droga primero, entonces caerán el tráfico y los consumidores. O mejor aún, hablemos de su legalización. A Estados Unidos le interesaría, ¿legalizarla o combatirla?
Cuando mataron a Pablo Escobar una versión atribuyó a alias Semilla, Rodolfo Murillo Bejarano, hermano de don Berna, haberle dado de baja. Diego Fernando Murillo Bejarano, paramilitar y narcotraficante, o sea, alias don Berna, fue extraditado en el 2008 a Estados Unidos por cargos de tráfico de drogas; y a Semilla, lo asesinaron en Colombia. Un día don Berna habló de esa operación, él estuvo allí. La bala que disparó mi hermano y que mató a Pablo, dijo, esa munición fue donada por los norteamericanos. Más claro, imposible.