El papa Francisco recibió este viernes un pequeño trozo de Irak: una copia de un viacrucis estilizado, obra de un escultor musulmán, uno de los más conocidos del país, incrustado en las paredes de una iglesia de Bagdad.
Al inicio de esta visita histórica, el presidente iraquí, Barham Saleh, entregó al papa una pequeña placa de bronce como regalo de bienvenida, especialmente realizada para el primer pontífice que visita este país de Medio Oriente.
Yaser Hikmat, hijo del escultor iraquí Mohammed Ghani Hikmat fallecido en 2011, supervisó personalmente desde Beirut la realización de esta reproducción de la sexta estación, «Verónica limpia el rostro de Jesús», en el mayor de los secretos.
«Es muy simbólico de Irak, mi padre era un artista musulmán que contó en escultura la pasión de Cristo, eso encarna el hecho de que no hay discriminación entre los diferentes componentes de Irak», afirmó a la AFP.
Esta obra es cuatro veces menos grande que la original que, como las 14 estaciones del viacrucis de Hikmat, tiene dos metros de altura por un metro de ancho.
Pero detrás de esta obra se esconde, de hecho, la historia reciente del país que el papa recorrerá de sur a norte hasta el lunes por la mañana.
En 1993, en un momento en que Irak sufre de lleno el embargo decretado por una comunidad internacional decidida a acabar con las veleidades guerreras del dictador Sadam Husein (1979-2003), a pesar de todo se construye una iglesia en Bagdad.
La iglesia de la Ascensión, expropiada por un Estado socialista que poseía todas las tierras y podía organizarlas a su antojo, se reconstruyó en un terreno asignado por las autoridades en el barrio popular de Mechtel, dentro del gran cinturón agrícola de Bagdad.
«Bello reconocimiento»
Se necesitaron varios años para reunir las donaciones de 5,600 familias caldeas que vivían en los alrededores.
Y la persuasión de la Iglesia para obtener de Mohammed Ghani Hikmat, el artista detrás de la mayoría de las estatuas monumentales de Bagdad, un viacrucis como no existe «ningún otro en todas las iglesias caldeas del mundo», cuenta a la AFP el padre Fadi Nadheer, sacerdote de la iglesia de la Ascensión desde su ordenación en 2017.
Hikmat se encerró entonces en su taller y entró en lo que describió más tarde como una especie de trance mítico. El resultado se reveló unos meses después.
El artista, llamado el «jeque de los escultores de Irak», esculpió en bloques de piedra procedentes de la llanura de Nínive, bastión cristiano del norte adonde el papa irá el domingo, las 14 estaciones del viacrucis.
Pero la escena no es solo bíblica. En una esquina de cada bajo relieve, una mujer y un niño aparecen. Representan al pueblo iraquí, sofocado por el embargo y las guerras, seres marginados como aquellos que Cristo llamaba a defender según los Evangelios.
Hoy, el embargo es un lejano recuerdo, pero la iglesia de la Ascensión no es más que su sombra. Su imponente arquitectura, de estilo babilónico en ladrillos amarillos típicos de Irak, y su atrio están ocultos por un muro de pesados bloques de hormigón instalados en 2007 durante la guerra civil.
De las 5,600 familias caldeas de los años 1990, solo 400 están aún allí.
Pese al calvario diario en un país que ha pasado de la guerra a la crisis política o económica desde hace 40 años, «nuestra iglesia fue elegida como regalo oficial de Irak al papa, es un bello reconocimiento», aseguró el padre Nadheer.
Es una «gran felicidad» para los cristianos de Mechtel, «pero también para todos los iraquíes», celebra el joven religioso, de sotana negra y pequeños anteojos. «Al venir aquí, el papa le dice al mundo: «mira a Irak, ocúpate de los iraquíes, interésate por ellos», dijo.