Historia del amor

Hoy es 14 de febrero, el día del amor y la amistad en la cultura occidental. Dedicado a San Valentín. Según la hagiografía cristiana, San Valentín era presbítero y vivió en Roma durante el reinado del Emperador Claudio II. Fue degollado en el 270 por insistir en casar según los ritos cristianos a las parejas de nuevos conversos. ¿Y por qué? Pues por que el emperador Claudio II había prohibido que los soldados se casasen para evitar que la preocupación de dejar viuda y huérfanos los amilanase y los hiciese cobardes. Sea como fuere, a San Valentín se le suele relacionar con el amor de pareja, pero ojo, con el amor bendecido y matrimoniado según la ley y las buenas costumbres cristianas.

Valentín es uno de los santos de la primavera, en Inglaterra y en Francia se cree que el 14 de febrero es la fecha en la que las aves comienzan a aparearse, y en Eslovenia se dice que las plantas y las flores comienzan a crecer en este día después de haber pasado lo más crudo del invierno.

Pero San Valentín no es solo el día del amor, sino también el día de la amistad, y eso es porque en castellano la palabra amor abarca una gran cantidad de sentimientos diferentes, desde la pasión sexual sin ningún tipo de relación sentimental hasta el romanticismo y el amor platónico. Incluyéndose también en la definición de esta palabra la devoción y el amor religioso.

Los filósofos, los artistas, los poetas y los literatos, los científicos y los místicos religiosos, los gurús, los antropólogos y los historiadores han tratado al amor de una u otra manera, los han analizado y desmenuzado. Y es imposible que desde La Historia Habla podamos revisar todas y cada una de la facetas de este sentimiento.

El amor es un concepto que remite a un sentimiento que se basa en atracción y admiración hacia alguien o algo que el enamorado cree necesario tener en su vida para sentirse completo y sin el cual su existencia es vacía o inútil.

Hoy celebramos sobre todo el amor romántico, el que afirma que todos tenemos una media naranja. Este mito de que necesitamos a alguien que nos complete aparece por primera vez en El Banquete, de Platón. En el Discurso de Aristófanes, este comienza diciendo: “Hasta ahora los hombres han ignorado enteramente el poder del amor; porque si lo conociesen le levantarían templos y altares magníficos, y le ofrecerían grandes sacrificios (…)”. Y sigue diciendo Aristófanes, “En otro tiempo la naturaleza humana era muy diferente de lo que es hoy. Primero había tres clases de géneros: los dos sexos que hoy existen y uno tercero compuesto de estos dos, del cual solo se conserva su nombre. Todos los hombres tenían formas redondas, la espalda y los costados colocados en círculo, cuatro brazos, cuatro piernas, dos fisonomías unidas a un cuello circular y perfectamente semejantes, una sola cabeza que reunía estos dos semblantes opuestos entre sí. (…) Los cuerpos eran robustos y vigorosos y de corazón animoso y por esto concibieron la atrevida de escalar el cielo y combatir con los dioses y como consecuencia de esto, Júpiter los separó en dos, los dividió en dos partes iguales. (…) Júpiter mandó a Apolo que curase las heridas, que colocase el semblante del lado indicado y la mitad del cuello del lado donde se había hecho la separación, y que cosiese los cortes de la piel (…). Hecha esta división, cada mitad hacía esfuerzos para encontrar su otra mitad y cuando se encontraban, se abrazaban y se unían. Cuando una de ellas perecía, la que sobrevivía buscaba otra a la que se unía de nuevo. Debido a esto y movido por la compasión, Júpiter colocó los órganos de tal manera que se pueda dar la concepción, unión del varón y la mujer, y el fruto de la misma, que son los hijos…”

En esta leyenda se arraiga la creencia de que debemos buscar a nuestra ‘otra mitad’ y que una vez que hayamos dado con la persona adecuada nos volveremos a sentir completos de nuevo. Por desgracia las cosas no suelen ser tan sencillas.

Antropólogos y estudiosos de la evolución y del comportamiento humano como Richard Dawkins entienden la descarga de hormonas que se da en el enamoramiento como un refuerzo evolutivo que mantiene los lazos de los grupos humanos unidos y facilita la continuación de la especie y la reproducción y mantenimiento de las crías.

Para esta teoría, el egoísmo altruista que es la filosofía predicada por Jesucristo, que trajo el nuevo mandamiento, «Ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo». En el caso del cristianismo, amar te traerá felicidad y la salvación eterna. Es decir, en el fondo no amamos por nada, sino esperando algo a cambio.

Esta teoría no es más que lo que más tarde Leibniz afirmaría: si uno realmente ofrece amor, obtendrá placer en la felicidad de otro.

También Freud estaba convencido de que el ser humano es intrínsecamente egoísta y además consideraba que el amor platónico, el amor sin componente sexual no existía, ya que estaba convencido de que el sexo estaba presente en todas las acciones y los impulsos humanos. Y el amor sexual es intrínsecamente egoísta, ambas partes buscan siempre su propio placer, e incluso en el caso de buscar primero el placer de la pareja, no sería para otra cosa que para gozar más uno mismo.

El amor, para Sigmund Freud era siempre egoísta, las personas solo amamos lo que fuimos, lo que somos, o lo que queremos llegar a ser.

Otra acérrima defensora del egoísmo es Ayn Rand que afirma que el egoísmo es el más noble de los sentimientos ya que cada uno de nosotros debemos ser primero responsables de nuestra propia felicidad, por ello hace exclamar a uno de sus personajes: “Juro, por mi vida y por mi amor por ella, que nunca viviré por el bien de otro hombre, ni pediré a otro hombre que viva por el mío”. Este es al que podríamos llamar amor propio, la autoestima. Si queremos que alguien más nos ame debemos creer que somos dignos de amor y viceversa, nadie puede dar lo que no tiene, si no tienes amor para ti no lo tendrás para el otro.

Por todo esto es bueno que hoy, antes de preocuparnos por demostrarle a alguien más nuestro afecto procuremos hacernos saber a nosotros mismos que nos queremos.

Y luego, señores, no sean tacaños, dejen a un lado los peluches. Olvídense de los centros de flores mustios. Ya que con esto de la pandemia no pueden sorprender a su pareja con un viaje, recuerden que los libros son para siempre. (Y las joyas, las joyas también).

 

 

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