“Los grandes sucesos jamás vienen acompañados de presagios menores. Cuando ocurre un gran mal, sobreviene un gran bien”, palabras del sabio filósofo japonés Nichiren Daishonin. Reforzadas por el dicho popular, no hay mal que dure 100 años, ni cuerpo que lo resista.
Por su parte Arnold Toynbee, especialista en filosofía de la historia estableció una teoría cíclica sobre el desarrollo de las civilizaciones. Según Toynbee, las civilizaciones son el resultado de la respuesta de un grupo humano a los desafíos que sufre, ya sean naturales o sociales. De acuerdo con esta teoría, “una civilización crece y prospera cuando su respuesta a un desafío no solo tiene éxito, sino que estimula una nueva serie de desafíos; una civilización decae como resultado de su impotencia para enfrentarse a los desafíos que se le presentan”.
Con estos pensamiento y reconociendo los esfuerzos globales para enfrentar y ganarle a la Covid 19 y sus secuelas estamos más que seguras que la respuesta de la humanidad será esperanzadora: triunfaremos. Es por ello que proponemos que la esperanza sea nuestra guía para el 2021 y años venideros. ¿Y por qué la esperanza? Porque es un estado de ánimo optimista en el cual aquello que deseamos o aspiramos nos parece posible. En este sentido, la esperanza supone tener expectativas positivas relacionadas con aquello que es favorable y que se corresponde con nuestros deseos.
André Malraux, filósofo francés pronosticó “que el siglo XXI será espiritual, o no será”. Lo cierto es que la Covid 19, nos ha llevado a una introspección casi obligatoria pues las diversas cuarentenas han generado un diálogo interior rico, más comunicación con nuestros familiares y nuestro entorno. Sabemos que aún existen personas que por motivos justificados o no violan las cuarentenas, pero no es la mayoría de la población. Por ello es importante continuar manteniendo las medidas de bioseguridad y el auto cuidado como las bases de nuestro comportamiento para prevenir y enfrentar un enemigo poderoso e invisible.
La esperanza es lo contrario a la desesperanza, y, como tal, muchas veces sirve como asidero moral para no caer en el desaliento, para no perder la serenidad ni perder de vista aquello que se anhela alcanzar. De allí que la esperanza alimente positivamente nuestras aspiraciones. Y cómo alimentar la esperanza, en primer lugar, teniendo fe en que saldremos de esta pandemia, como hemos salido de otras, no esperar para actuar y prevenir, mantener pensamientos positivos, ser solidarias/os con otras personas, desarrollar más empatía hacia los demás.
Creamos en nosotras/os mismas y en la capacidad que tiene nuestro organismo de regenerarse y luchar contra cualquier enfermedad, y siempre tener presente que cuando más oscura está la noche, más cerca está el amanecer. Dialogar con los jóvenes, son el hoy y el mañana, para que se cuiden y también protejan a los ancianos. Es sumamente importante recurrir a nuestra espiritualidad o creencia profesada para reflexionar sobre la situación que estamos viviendo, enfrentamos la incertidumbre, volatilidad, complejidad y ambigüedad, circunstancias que nos pueden hacer dudar y llevarnos cual hoja al viento. Seamos fuertes y reconfirmemos nuestras creencias sin dudar.
Clamemos con fuerza que el 2021 es y será un año de esperanza y de muchas victorias, pase lo que pase y sigamos valorando el tesoro más preciado que tenemos: nuestra vida.
Presidenta de CONFIARP , docente universitaria y miembro de la Soka gakkai.