Taiwán, con una población de 23 millones 589 mil habitantes, tiene 7 víctimas fatales del covid-19 desde que se inició la pandemia; su tasa de pacientes de coronavirus es de 3.21 por cada cien mil habitantes. Una tasa baja según los parámetros vigentes en esta crisis.
Singapur, por su parte, con 5 millones 639 mil habitantes, registra 29 personas fallecidas a causa del virus. Su tasa de pacientes de covid es 1,035 por cada cien mil habitantes. Alta según los parámetros.
Nueva Zelanda, con una población de 4 millones 930 mil habitantes, acumula un total de 25 víctimas mortales. Su tasa apenas es de 42.8 pacientes confirmados por cada cien mil habitantes.
Corea del Sur, con una población de 51 millones 635 mil habitantes lleva a cuestas 645 víctimas fatales de la pandemia. Su tasa es de 92.02 pacientes de coronavirus por cada cien mil habitantes.
Panamá, con 4 millones 159 mil habitantes, suma 3 mil 481 víctimas fatales desde que comenzara la crisis del coronavirus; con una tasa de 4,881.07 pacientes de covid por cada 100 mil habitantes. Un número realmente aterrador cuando lo comparamos con el de los países antes anotados.
Cabe preguntarse, por tanto, ¿Qué están haciendo ellos bien?; o, lo que es lo mismo, ¿Qué estamos haciendo nosotros mal o quienes nos gobiernan, para ser más exactos? Porque, después de nueve meses de pandemia y más de 7 mil millones contraídos en nuevas deudas, seguimos dando tumbos hacia el colapso absoluto del sistema de salud y pretendiendo esconder bajo carpas el fracaso de quienes – en el organigrama gubernamental- dirigen esta lucha sanitaria.
Las circunstancias preocupan: hospitales sin camas, cifra de contagios disparadas vertiginosamente hasta alcanzar los 3 mil nuevos casos diarios y decenas de acusaciones de atención nula o tardía cuando se recurre a las líneas de atención para estos casos.
Llegó el momento definitivo: el de tomar decisiones radicales con la vista puesta en obtener resultados tangibles y favorables para el país. Es hora de dejar a un lado los compromisos y los nombramientos políticos y designar a quienes cuenten con la formación y la experiencia comprobada para darle un cambio de rumbo a las lamentables circunstancias de salud reinantes.
En la historia de la sociedad- decía el inolvidable José Ingenieros- sólo vive el que deja rastros en las cosas o en los espíritus.
¿Qué tipo de rastro sueñan dejar quienes habitan nuestra casa presidencial? Porque hasta ahora, la trocha que dejan tras de sí es realmente lamentable.