Nuestro país enfrenta momento difíciles como el resto de los países del planeta, una pandemia que se originó en china y se diseminó por el mundo causando muertes, y desestabilizando las vidas de millones y millones de personas.
Hemos enfrentado el tema inicialmente, reduciendo los daños, haciendo proposiciones a la población para enfrentar algo tan complejo que va más allá de un mensaje esperanzador, de guías de cómo lavarse las manos y frotarse alcohol en ellas, o de recordarnos el uso de la mascarilla.
El año 2020 resultó ser el periodo que no queremos recordar nunca más, donde son tantos los golpes que el temor, la inconciencia, la indiferencia a morir seguramente ha motivado que muchas personas no piensan en los resultados de esas actuaciones irresponsables que desembocan en contagios masivos, por un lado y que evidencian la falta de respuesta del gobierno, quizás por la falta de cultura de tomar las precauciones necesarias para evitar las muertes y los contagios desenfrenados.
Algunas consideraciones como la inmunidad de rebaño, es precisamente la medida que imparte el patrón de una finca a su hueste sobre los animales o bestias de su propiedad. La diferencia es que nosotros no somos propiedad de ningún gobierno ni de autoproclamados líderes. Somos los integrantes de una sociedad conformada por residentes de un país, que esperamos respuestas puntuales y actuaciones diligentes que nos garanticen nuestros derechos y garantías constitucionales. Pero sobre todo la vida y la salud.
Claro que entendemos que el tema económico es vital para todos los países del mundo, es como la sangre para el cuerpo. Pero si tienes una población enferma y los dineros que tenías destinado para enfrentar los compromisos como nación, deban destinarse para el renglón salud ¿qué pasará?, o simplemente se seguirá con la visión de que aquí nada pasa y que los contagios diarios así como las muertes son producto de nuestra imaginación.
Nadie espera que el gobierno resuelva los problemas personales, hay que tener algún grado de deficiencia mental para que se piense que las personas quieren vivir de la esperanza de un bono, o de una bolsa con unas libra de harina, frijoles, unas latas de tuna, jamonilla, y un paquete de café.
Los ciudadanos queremos rescatar la vida que teníamos antes de la pandemia, aunque el país estuviera quebrado por las actuaciones gubernamentales que antecedieron. Es en esa vía en que se debe caminar.
La no aplicación de sanciones ni apertura de procesos penales, evidencian el relajamiento. Es por ello que sostenemos, que quien viole la ley, debe ser sancionado con rigurosidad. Las normas legales están para cumplirse, no para ser aplicadas discrecionalmente.
El gobierno debe ser consciente que el país no soporta ni puede soportar las improvisaciones. Las actuaciones deben ser contundentes donde todos tenemos que jugar un papel relevante para recomponer Panamá.
Estamos próximos a fin de año, hay que tener respuesta para después del 31 de diciembre de 2020, ¿qué ocurrirá con los compromisos? Donde el periodo de alivio de las leyes de moratoria deban cumplirse, en medio de los niveles más altos de contagio antes del cierre.
Qué respuesta habrá para cuando, los contratos de trabajo no puedan ser reactivados, pues es una quiebra inminente y segura.
El sector empresarial, la banca y el sector financiero deberán asumir su parte aunque no les guste, y el gobierno deberá comprometerlos. Recordemos que el 80% de la población, resultó afectada y muy afectada.
Esperar el resultado de un Pacto, es pretender trasladar lo que pueda surgir de él a años futuros, cuando las respuestas se requieren ahora.
El Presidente debe sentarse en la soledad de su cuarto y reflexionar si lo hecho hasta el momento está bien, y si concluye que no, podrá rectificar porque aún hay tiempo para demostrar liderazgo.