En términos simples, un oligopolio es un mercado donde unos pocos productores o vendedores controlan la oferta de un producto, lo cual les proporciona el poder de establecer los precios en beneficio propio y en detrimento del bienestar de los consumidores.
El que controla el mercado local de medicinas es uno de los más infames. El país entero está atrapado en las garras de no más de media docena de empresas que chupan la sangre a todo aquél desafortunado cuya salud cuelgue de la adquisición de un medicamento.
La tragedia se hace más visible en instituciones de salud de las que dependen grandes sectores de la ciudadanía: ahí la codicia desmedida e inhumana de estos mercaderes rebasa cualquier límite con la complicidad de funcionarios y normas permisivas que dan pie, por ejemplo, a casos como aquél donde el Estado prefiere pagar 50 centésimos por una tableta en vez de los cinco centésimos que cuesta otra y cumple con los mismos parámetros de calidad y efectividad a un menor precio.
Un exdirector de la Caja de Seguro Social (CSS), antes de abandonar el cargo sostuvo que “estamos secuestrados, refiriéndose al grupo que controla los precios de las medicinas. Un tratamiento para la falla renal-declaró – que la CSS compra a 117 dólares, cuesta en la farmacia privada 350 dólares. Y “en Colombia cuesta unos 48 dólares, pero no puedo comprarlo allá porque la ley no me lo permite”, remató antes de dejar el cargo de director
Decir a estas alturas que tenemos los medicamentos más caros de la región es una perogrullada: igual que decir que se requieren acciones urgentes para velar por el interés de la mayoría en lo concerniente a salud. No podemos continuar insensibles al drama que viven miles de compatriotas cuyas irrisorias jubilaciones y pensiones ni siquiera cubren los gastos vitales y menos aún los de medicamentos cuando necesitan adquirirlos en el sector privado a causa de los acostumbrados desabastecimientos de la Caja.
Hay que ponerle un tope justo a las ganancias de quienes hoy lucran con los medicamentos. Acabar con la colusión y la complicidad de quienes desde las instituciones se valen de acciones dudosas para provocar las “carencias” que sirven de trampolín para obviar los controles y ejecutar “compras urgentes” propicias para los manejos poco transparentes. Que la salud no sea víctima de la codicia de unos pocos