Convivencia y coronavirus

Latinoamérica intenta retornar a la normalidad luego de seis meses de encierro y pandemia. Pero, si hay algo que cada ciudadano debe tener muy claro es que el virus no ha desaparecido: la amenaza sigue latente. 

Con la eliminación de las restricciones de salida y el retorno a las actividades, muchos pueden pensar que han regresado a la vida que llevaban antes que apareciera el covid-19. Con el transcurrir de los días, instalados nuevamente en su acostumbrada “zona de confort”, aflojarán las medidas de cuidado sin medir ni pensar en los riesgos. Esta despreocupada actitud aumenta las posibilidades para que se dé la tan temida “segunda ola” de contagios, que en algunas latitudes podría ser aún más virulenta que la primera. 

La inicial “guerra contra el nuevo coronavirus”, luego de seis meses, ha derivado en un mensaje más apegado a la realidad: “convivencia con el virus”. Aún después que se anuncie la primera vacuna anti covid, la mejor receta para resguardarnos es tener presente que la “nueva normalidad” es, fundamentalmente, una convivencia con el patógeno. 

Y en esta convivencia, las lecciones iniciales de la pandemia como el uso de las mascarillas, el distanciamiento social y el lavado frecuente de manos, además del uso de gel alcoholados, seguirán vigentes mientras la ciencia médica no logre proclamar siquiera el control del virus. 

Esto significa que la llegada de una vacuna no significará el final de la pandemia. Porque como afirma la viróloga italiana Ilaria Capua, directora del One Health Center of Excellence de la Universidad de Florida, en todos los proyectos que se llevan a cabo, ninguno sabe a ciencia cierta el tiempo de inmunidad que pueda lograrse con la tan esperada vacuna.  

Lo que dicen hasta ahora es que dura dos meses. Si durará cuatro, si durará seis o si durará un año, todavía no lo sabemos, afirma Capua respecto a la protección tan anhelada. 

El futuro, por tanto, descansa en la convivencia con el virus, manteniendo las medidas adoptadas desde inicio de la tragedia. Descuidarlas creyendo en una todopoderosa vacuna puede lanzarnos violentamente contra el muro de una realidad para nada agradable. 

¡La responsabilidad está, como siempre, en manos de cada ciudadano! 

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