China detrás de programas nucleares del Medio Oriente

(Xinhua) Irán inició en noviembre de 2019, la construcción de la segunda etapa de la Planta de Energía Nuclear Bushehr.

Cuando la humanidad no sale del horror que significó hace 75 años la detonación de dos bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, China tiene las manos metidas en las iniciativas nucleares del Medio Oriente. No solo en las ambiciones de Arabia Saudita de hacerse con armas nucleares, sino en las renovadas alianzas con los programas atómicos con objetivos militares en Irán. También hay presencia de Corea del Sur en los planes de energía nuclear de Emiratos Árabes Unidos y de Rusia en un programa similar en Egipto.

De acuerdo a The New York Times, el espionaje de Washington investiga en silencio los desvelos de las autoridades saudíes para producir combustible nuclear, cuestión que podría colocar al reino árabe en la carrera por hacerse con capacidad para producir bombas atómicas.

Según el Times, las agencias de espionaje han hecho circular un análisis clasificado sobre esos esfuerzos secretos con la ayuda china. En ese documento se sospecha de la colaboración en la búsqueda de uranio bruto que luego permita su enriquecimiento para usarlo en armas.

En el informe se identifica una instalación totalmente nueva que ya está acabada. Su apariencia es la de una plataforma de energía solar, ubicada cerca de Riad, la capital saudí. Pero analistas del gobierno estadounidense sospechan que se trata de una de las estructuras nucleares no reconocidas.

Previamente, The Wall Street Journal informó que expertos occidentales estaban preocupados con otra instalación, en la zona noroeste del desierto. Según el Journal , ese recinto forma parte del programa asociado con China para extraer uranio mineral y depurarlo, primer paso para conseguir después el uranio enriquecido. Su utilidad puede ser tanto para reactores civiles como para bombas nucleares.

El informe clasificado destacó que esos trabajos se hallan todavía en una fase inicial. En caso de que Arabia Saudita decidiera perseguir un programa militar, todavía habrían de pasar unos cuantos años antes de poder producir cabezas nucleares.

Los saudíes no han escondido su determinación de seguir el ritmo de Irán, su gran enemigo, que ha acelerado su carrera nuclear desde que el presidente Donald Trump abandonó el acuerdo internacional del 2015 con Teherán.

El papel de Pekín en ese proceso ha despertado preocupación en Washington. Lo que ha obligado al secretario de Estado, Mike Pompeo, a emitir un comunicado urgiendo a Arabia Saudita a firmar un acuerdo con Estados Unidos sobre la no proliferación de armas nucleares y a establecer una cooperación en las industrias nucleares entre los dos países.

Planta de Emiratos

Pero los saudíes ya dejaron muy claro antes que no están dispuestos a aceptar las restricciones que asumió Emiratos Árabes Unidos al rubricar un pacto en el que se comprometían a no desarrollar su capacidad para producir combustible nuclear.

Su negativa supone que Riad habría optado por alejarse de Washington y acercarse a Pekín para construir su propia estructura nuclear. China tampoco ha firmado compromisos de no proliferación de armas nucleares.

Emiratos Árabes Unidos, con el respaldo de Corea del Sur, acaba de poner en funcionamiento la primera planta nuclear del mundo árabe. Un avance polémico que ha hecho sonar las alarmas sobre la proliferación nuclear en una convulsa región marcada por los conflictos y los programas de energía atómica que ya posee Irán y las armas nucleares en el inventario de Israel.

Ese país del Golfo Pérsico compuesto por un puñado de pequeños emiratos sorprendió al mundo al lanzar el mes pasado, con apoyo de Japón, la primera misión árabe a Marte y acaba de establecer relaciones diplomáticas con Israel -una maniobra  urdida por Estados Unidos que ha beneficiado enormemente al presidente Donald Trump y que recibió el rechazo de la Autoridad Nacional Palestina- al igual que lo habían hecho antes Egipto y Jordania.

La central Baraka (bendición, en árabe) está emplazada en la región costera de Al Gharbia, en el costado occidental de Emiratos, no lejos de Qatar y Arabia Saudita.

Cubrirá el 25% de las necesidades eléctricas de Emiratos una vez que esté completamente operativa.

«La inversión de Emiratos en reactores nucleares corre el riesgo de desestabilizar aún más la volátil región del Golfo Pérsico, hiriendo el medio ambiente y aumentando la posibilidad de una proliferación nuclear», recalcó Paul Dorfman, experto del Instituto de Energía del University College de Londres.

«Puesto que la energía atómica parece tener poco sentido económico en el Golfo, que tiene algunos de los mejores recursos solares del planeta, la naturaleza de este interés emiratí podría estar oculta a simple vista: la proliferación de armas nucleares», advirtió Dorfman, citado por el diario británico The Guardian.

La de Baraka es la primera pero no la única aventura atómica que se fragua en el Medio Oriente. Egipto construye en estos momentos su primera central en El Dabaa, una villa costera próxima a El Alamein, a 130 kilómetros al noroeste de El Cairo y frente a Turquía.

Es obra de la compañía estatal rusa Rosatom con la que Moscú refuerza su ya robusta presencia en el Medio Oriente, principalmente en Libia y Siria, y sus lazos con el régimen egipcio, tradicional aliado de Washington. El primero de los reactores podría inaugurar sus operaciones en 2024 y estar a pleno rendimiento en una década.

Irán preocupación mayor

Los lazos de China con Irán son los más preocupantes para librarse del amplio cerco militar naval y aéreo que está construyendo el Pentágono en el arco que va de Japón a la India, del océano Pacífico al Índico.

Al mismo tiempo Pekín moderniza y amplía de forma vertiginosa su flota naval para enfrentar a Washington en el Mar del Sur de China.

En este contexto de crecientes tensiones en el Mar del Sur de China debe entenderse la profundización de la alianza con Irán. Según el análisis de The New York Times, el acuerdo firmado el mes pasado es «una nueva asociación económica y de seguridad que allanará el camino para $400,000 millones en inversiones chinas en los próximos 25 años en el estado del Medio Oriente».

En la versión de Teherán, China e Irán son socios estratégicos de larga data, que ahora «refuerzan sus estrategias en el escenario internacional para vencer al imperialismo norteamericano».

El Times considera que los lazos militares «incluyen entrenamiento conjunto, intercambio de inteligencia e investigación y desarrollo conjuntos para futuros programas de armas».

Se espera que el acuerdo garantice el suministro de petróleo a China por los próximos 25 años, lo que sin duda beneficia a ambas partes ya que Estados Unidos pretende bloquear completamente las exportaciones de crudo iraní.

En el marco del referido acuerdo, China tendrá acceso a una serie de puertos iraníes, incluido el de Chabahar, en cuyas inmediaciones, según se ha informado, los chinos planean construir una nueva base militar. Esto permitiría a la Armada china monitorear las actividades estadunidenses en la zona, en especial las de la Quinta Flota, que protege el tránsito de navíos en el Estrecho de Ormuz, una de las rutas económicas más importantes del mundo.

Con el apoyo de China Irán está más cerca de tener una bomba atómica que hace cuatro años, y, en ese país, las posiciones más duras son las que más terreno han ido ganando.

Arsenal nuclear de Israel

Históricamente Israel ha buscado desintegrar a sus vecinos y desde hace varias décadas desarrolla planes estratégicos para consolidar su superioridad militar en el Medio Oriente. Por eso fue clave en la ruptura de Trump del pacto nuclear con Irán.

Su apuesta ha sido la de apoyar e incentivar en alianza con Estados Unidos, los conflictos políticos, religiosos, tribales y las revueltas populares en el mundo árabe y entre los persas con el fin de fragmentar a Egipto, Irán, Irak, Jordania, Líbano, Libia, Siria y Turquía.

Israel posee uno de los arsenales militares más poderosos del mundo. Es el único país que en la región tiene armas nucleares y es una de las razones para que países como Arabia Saudita e Irán, persigan también contar con arsenales nucleares por las amenazas que significa el poderío militar israelí dentro de las correlaciones de fuerzas hegemónicas en el Medio Oriente.

Desde 1952 Israel desarrolla armas nucleares con el apoyo tecnológico de Alemania, Estados Unidos, Francia y Reino Unidos. Se calcula que tiene más de 300 cabezas nucleares y es una de las mayores amenazas para la estabilidad y la seguridad del Medio  Oriente y el mundo árabe.

Se acusa a Irán de ser una amena para la estabilidad de la región, pero su presupuesto de defensa el año pasado fue de $6,300 millones, tres veces menor que el presupuesto de defensa israelí que fue $19,600 millones y 11 veces menor que el de Arabia Saudita que fue de $69,413 millones.

Israel no es el único país que no ha firmado el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares y sistemáticamente se ha opuesto a una inspección de su programa atómico. Junto con India y Pakistán, ha decidido no firmar el tratado para no tener que declararse potencia nuclear y evitar las supervisiones de la Organización Internacional de Energía Atómica.

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