Al menos 777 mil 162 trabajadores mayores de 15 años participan en la economía informal en Panamá. De este total, cerca de 132 mil cotizan en la Caja de Seguro Social, es decir, menos del 20% de los trabajadores por cuenta propia aportan al funcionamiento del Estado, según datos oficiales.
Al tener una parte tan sustancial de trabajadores fuera de la formalidad, la capacidad de recaudación cae y, con ella, el margen de maniobra del Estado para poner en marcha políticas contracíclicas que permitan estimular la economía.
Para el consultor laboral René Quevedo, “será difícil rescatar las finanzas de la Caja de Seguro Social si no generamos empleo formal, y será imposible reducir la desigualdad social en el país, si sólo generamos empleo informal”.
Lo grave de la situación es que Panamá genera principalmente empleo informal. Dos de cada tres empleos creados en los últimos 15 años vinieron de siete sectores con alto componente informal incluyendo el comercio; la construcción; industria; logística; turismo; servicios administrativos y agricultura.
“Los informales son y seguirán siendo el motor del empleo en el país. Lo que hay que hacer es desestigmatizar la informalidad y buscar alternativas para que los informales coticen”, indicó el consultor laboral.
El abanico de los trabajadores informales incluye a los empleados de la empresa privada sin contrato de trabajo, trabajadores independientes, patronos cuyas empresas cuenten con menos de cinco empleados, personas que prestan servicio doméstico y trabajadores familiares.
El año pasado, con la irrupción de la Covid-19, el sector privado perdió 327 mil empleos asalariados (37% de sus empleos formales), pero la informalidad ganó unas 61 mil personas.
Profesionales emprendedores
Muchos profesionales que quedaron desempleados en medio de la crisis de la Covid-19 decidieron emprender el año pasado. Es el caso de Samantha Sánchez, una profesional del sector turístico quien durante cuatro años laboró en una agencia de viaje, que cerró sus puertas en 2020, debido a las restricciones de movilidad y paralización de las actividades para prevenir la propagación de la Covid-19.
Al quedarse desempleada, Sánchez aprovechó su talento en pastelería y comenzó a hacer dulces los cuales vende a través de las redes sociales.
Para Quevedo la evolución reciente de la informalidad tiene una nueva cara. Hoy día la informalidad tiene el rostro de un trabajador, emprendedor de 50 años o más y con títulos universitarios. “Esta evidencia desvirtúa de manera contundente la percepción de que los informales son buhoneros y extranjeros, apuntando claramente a una clase de nuevos informales conformada por profesionales educados y emprendedores, que reciben poca ayuda estatales y en cuyos hombros recaerá la reconstrucción económica del país”, dijo Quevedo.
Advierte de que para combatir la informalidad es necesario incorporar a los trabajadores informales al régimen de la CSS; diversificar la economía para incentivar la generación de empleo formal en sectores como la minería y los servicios financieros, así como incentivar la inversión extranjera directa.