Un especial realizado en 2012 durante un viaje a Tenerife, donde Rommel es el ídolo de la barra blanquiazul. La islita rinde homenaje al futbolista panameño manteniendo viva su memoria a través de un torneo de fútbol realizado en honor a su nombre.
‘ Rommel podrá haber nacido en Panamá, pero era chicharrero de corazón’, dice un blanquiazul, un aficionado que vio a Rommel Fernández Gutierrez llenar de gloria al Club de Fútbol de Tenerife y que aún hoy, después de 20 años de su trágica muerte, lo recuerda con cariño.
Y es que Rommel se consagró como una de las grandes glorias del deporte panameño, un símbolo de la isla más grande y más poblada del archipiélago canario de España. De él se dice que: ‘Era el mejor’, y lo recuerdan con cariño porque, según Paco, un guardia de seguridad del Hotel Santa Bárbara, ubicado en la parte sur de la ínsula: ‘No ha habido un jugador de afuera que haya dado todo por la camiseta del Tenerife’.
DESTINO: LA GLORIA
Rommel aterrizó en Tenerife por casualidad. El único panameño que, sin ser descendiente de españoles, viajó a participar en el ‘Mundialito de la Emigración’, un torneo internacional en el que los jugadores debían tener familia española. Pero Rommel, que empezó a jugar fútbol desde los 4 años en el Plaza Amador de El Chorrillo, logró colarse en aquel viaje que le cambió la vida.
En 1986 Rommel jugaba para el club de fútbol Alianza, y entonces tuvo la oportunidad de mostrar sus destrezas fuera del istmo. Valiéndose de sus apellidos, Fernández Gutiérrez, le buscaron unos supuestos padres gallegos y embarcaron a ese joven de apenas 20 años que al cruzar el Atlántico resultó el mejor goleador del torneo. Los observadores de la blanquiazul lo ficharon de inmediato.
‘Los ojeadores lo vieron jugar, admiraron su manera y hablaron con los encargados de la delegación para que se quedara un tiempo de práctica’, recuerda Juan Manuel Pérez, fundador de Unas de la Peña los Boca Chinguero del Tenerife. Él conoció a Rommel y como si no hubiera pasado el tiempo, guarda en su memoria cada uno de los momentos que compartió con el panameño. ‘Yo tengo fotos de él cuando jugaba a la pelota. Yo lo vi jugar y lo conocí’, dice.
Fue así como Rommel, desde aquel primer contacto que tuvo con los técnicos del equipo blanquiazul, empezó su camino hacia la gloria en el Tenerife, un lugar donde dejó una huella indeleble.
‘En ese tiempo de práctica, el club le pagó alojamiento, comida y la ropita’, relata Juan Manuel. Rommel pasó esa prueba y logró un contrato por 50 mil pesetas (300 euros), además el club lo ubicó en un apartamento cerca del estadio Heliodoro Rodríguez, para que pudiera asistir sin problemas a las prácticas, donde de manos de los entrenadores se fue moldeando el que más tarde se convertiría en sinónimo de referencia para los blanquiazules.
Tardó un año para que el panameño pudiera entrar a la cancha, los extranjeros no podían jugar en la división de Bronce del fútbol español. Mientras tanto se iba familiarizando con la vida en la isla, algo que no fue difícil pues se parece a Panamá en el clima y el calor de las personas. Esa fue una de las razones por las que Rommel adoptó Tenerife como su segundo hogar. Es lo que siente Ignacio, otro de los guardias de seguridad del Santa Bárbara, quien aunque no lo vio jugar, conoce cada una de las historias que se han contado, escrito y proyectado de ‘El Panzer’ . Todo eso, cuenta, es suficiente para saber que era único.
EL ÍDOLO DE LA ‘ISLITA’
‘Rommel es alguien que nunca olvidaremos’, concuerdan los habitantes de Tenerife. Por eso llegar a la ‘islita’, como cariñosamente la llamaba el futbolista, e identificarte de nacionalidad panameña, hace que tu pecho se hinche de orgullo. ‘¡Ahhhh! ¡De Panamá! ¡Del país del ‘Panzer’!’, comenta un guardia del aeropuerto Reina Sofía, mientras revisa mi pasaporte. ‘El Panzer’ es el futbolista panameño que por azares del destino llegó a este pedazo de tierra que se quedó para siempre en su corazón.
En 1987, Rommel ofreció sus primeros destellos como titular en el Tenerife. A poco menos de un mes de su debut, marcó el primer gol. Esa temporada ‘El Panzer’ sumó ocho goles, pero sus días de gloria llegaron en el 88-89. Allí se inmortalizó. Sus 18 goles fueron determinantes para que el equipo llegara, por segunda ocasión, a la primera división (División de Oro), donde están los mejores equipos del fútbol español. Colocó la bandera en un lugar que no gozaba desde 1961. Entonces lo bautizaron ‘El Panzer’, por sus movimientos sobre la grama.
Juan recuerda muy bien la mayor destreza de Rommel: los remates de cabeza. ‘Tenía un potente salto. Se suspendía en el aire como un colibrí por encima de los demás y marcaba. ¡Era espectacular!’.
Pero el don de Rommel no solo era con la pelota, la verdadera calidad de nuestro ídolo panameño era su carisma, su amor por esa tierra que aunque extranjera, adoptó como su ‘islita’.
Ese es el Rommel que vive en los corazones de los tinerfeños. ‘El cojo le intercambiaba musiquita de salsa. Como a Rommel le gustaba la salsita y el cojito tenía un montón de música de Puerto Rico, de Venezuela, le decía: ‘Mira, te tengo un par de cintitas de salsita’, se las dejaba y cuando Rommel lo volvía a ver, le hacía señas de aprobación con el pulgar, como diciendo ‘Cojo están buenas’’, agregó Juan.
El mismo Rommel, que en sus ratos libres se tomaba una cervecita y compartía con amigos en el Guanchinche. O el que delante de toda la afición blanquiazul, en su casa el Heliodoro Rodríguez, pronunciara la frase más famosa: ‘Yo me quedo con mi islita… Me he identificado con todos los chicharreros… Me han dado cariño, apoyo… No soy un ídolo, simplemente soy un amigo de todos los aficionados’.
EL ÚLTIMO GOL
La habilidad de ‘El Panzer’ pronto llamó la atención de los reclutadores de otros equipos en España, incluso del Real Madrid, que estuvo interesado en ficharlo. Rommel seguía brillando en el Tenerife, fue el primer ganador del trofeo EFE, al mejor jugador iberoamericano en la liga de española. Con todos esos logros, conservarlo se hizo casi imposible para el club que en 1991 lo vendió al Valencia por 250 millones de pesetas (1.500.000 euros). Uno de los contratos más caros de ese año.
Rommel no se adaptó en el Valencia y al año siguiente fue transferido al Albacete. Al principio le costó acomodarse, quizá porque Rommel llevaba en el corazón la ‘islita’ que tanto añoraba. Su entrada a la historia del Albacete fue cuando, en enero de 1993, a solo 10 segundos de iniciado el partido contra el Cádiz, un gol suyo abrió el marcador. En ese partido Rommel marcó dos goles más, entrando en la lista de los pocos jugadores del Albacete que lograron un ‘hat trick’ en un partido.
‘El Panzer’ había vuelto. Su magia conquistaba de nuevo una afición, esta vez en el Albacete, donde lo paraban en la calle para tomarle fotos o pedirle autógrafos. La última vez que el panameño salió al campo con la camiseta blanca del Albacete fue en abril de 1993. Un partido contra el Atlético de Madrid. Allí, sin siquiera saber que 4 días más tarde perdería la vida en un accidente de tránsito, Rommel marcó su último gol, ayudando a su equipo a ganar 2-1. Fue como una despedida adelantada de ‘El Panzer’, a toda su afición.
Humildad, carisma, don de gente y amor por su ‘islita’, son los legados que dejó Rommel y que hacen que su llama nunca termine de apagarse allá en Tenerife. ‘Aquí tienen a un amigo, estoy a su disposición. No me he olvidado de la isla, es algo que queda grabado para toda la vida. Los quiero mucho a todos, porque aquí me han tratado muy bien’, fueron las últimas palabras de Rommel en estadio tinerfeño, el Heliodoro Rodríguez, la que fue su casa por 5 años y que nunca olvidó, porque a pesar de haberse ido al Valencia o al Albacete, el panameño no dejó de regresar a Tenerife. Allí tenía su casa, estaban sus amigos y la otra mitad de su corazón.
IN MEMORIAM
Después de su muerte, permanecen intactos sus recuerdos en el callejón del combate, donde está la sede del club. Allí se ve a ‘El Panzer’, inmortalizado en las imágenes de sus mejores jugadas, recortes de periódicos destacan su habilidad en el fútbol. Pero el mayor homenaje para nuestro Rommel en Tenerife, es un mural de mosaico con su imagen celebrando uno de tantos goles. Qué emoción ver ese recuerdo del futbolista, siempre adornado con flores, las mismas que tía Tere pone cada vez que la ‘blanquiazul’ disputa un partido en su templo: el Heliodoro Rodríguez.
Es domingo por la tarde. Joel y su hermana Yuridis bajan de su edificio frente al estadio y se dirigen hasta el mural. Lo miran y acomodan las flores. Joel, de 9 años, es aficionado de la blanquiazul y desde el balcón de su casa grita cada gol de los chicharreros. Ese niño, moreno, menudito de apenas 1 metro 30 de estatura, expresa el mismo cariño por Rommel que un aficionado que lo vio jugar. Ese cariño se lo traspasó su padre. ‘Aquí todos queremos a Rommel. Es un héroe. Mi papá me ha contado de él y por eso lo quiero mucho. Fue el mejor jugador’.
El amor y agradecimiento que Tenerife siente por Rommel son sentimientos que pasan de generación en generación, para que nadie en la isla olvide a aquel panameño humilde que llegó con el sueño de convertirse en un buen jugador de fútbol y acabó convertido en una leyenda.