Con independencia de la tecnología a utilizar, el almacenamiento de energía consiste en reservar energía producida en un determinado momento para su posterior uso. Esta definición nos permite inferir que este almacenaje puede representar consecuentemente una mayor estabilidad de la red, aportando valor a cada eslabón de la cadena para satisfacer la demanda nacional. Por tal, las tecnologías para almacenamiento de energía jugarán un papel fundamental hacia un futuro sostenible.
Considerando que la energía debe transformarse para su almacenaje, conviene mencionar los tipos de almacenamiento reconocidos. Al buscar alternativas a largo plazo, nos encontramos con el almacenamiento a gran escala (GW) como las hidroeléctricas reversibles de bombeo y el hidrógeno verde. Por otro lado, está el almacenamiento en redes y activos de generación, como las baterías de ion-litio donde se trabaja con potencias de MW; y, por último, almacenamiento a nivel de usuario final de forma residencial con kW. La principal diferencia de este almacenamiento a gran escala vis a vis, el almacenamiento en redes y activos de generación, vendrá siendo que el primero ofrece hasta 10 horas de electricidad comparado con las 6 horas del segundo.
Sin embargo, la tendencia de políticas publicas a nivel mundial muestra una inclinación hacia el almacenamiento a corto plazo, contrario al desarrollo de un marco legal para el almacenamiento a largo plazo, indispensable para la integración de energías renovables en la matriz.
Así es que, mantener la igualdad de oportunidades para todas las tecnologías de almacenamiento que ofrece el mercado, fortalecerá el futuro de la red eléctrica de Panamá en este sentido.
La congestión de la red y variaciones de voltaje que actualmente son latentes en distintos sectores del país, pueden beneficiarse grandemente de los sistemas de almacenamiento de energía ya que, entre sus principales ventajas, se ha probado que ayuda a mantener el suministro cuando ocurren mermas en el sistema, mejorando así la calidad del servicio de la red.
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Así también, incorporar sistemas de almacenamiento al mercado eléctrico panameño, potenciará el uso de energía limpia que ha sido generada y que de otra forma sería desperdiciada al no utilizarse inmediatamente, reduciendo la intermitencia de las energías renovables.
En contraste, el mayor reto de esta tecnología parece apuntar a la falta de un marco regulatorio acorde que garantice la seguridad jurídica de esta inversión. En este sentido, tendencias internacionales indican la necesidad de reformar la norma de forma inclusiva. Para esto, debemos considerar que históricamente nos hemos desarrollado con leyes energéticas cuyo eje principal era el uso de combustibles fósiles, por lo que ahora que busca ampliarse a energías renovables, es fundamental que la regulación progrese acorde.
Es así como, reformar la ley para establecer un mercado favorable al almacenamiento de energía, puede convertirse en la generación de nuevos ingresos al Mercado Mayorista de Electricidad panameño.
Se debe destacar que, la utilización de una definición apropiada en la norma para el almacenamiento de energía será vital en su correcta aplicación. Lo anterior, considerando que la forma en que se regule el almacenamiento de energía en Panamá impactará incluso en el importe de los impuestos o tasas de aquellos sujetos dedicados a esta actividad.
Mientras que el 2020 fue considerado por muchos como el año con mayor representación del almacenamiento de energía a nivel mundial, Panamá por su parte también dio sus primeros pasos hacia estos avances. Así es que, se hace relevante mencionar que en este año, la Empresa de Transmisión Eléctrica (ETESA) propuso modificaciones -hoy día aprobadas- al Reglamento de Operación, con la finalidad de incluir el sistema de almacenamiento de energía con baterías como servicios auxiliares de una central de generación.
En este orden de ideas, las grandes potencias mundiales han direccionado sus esfuerzos hacia el fortalecimiento de los sistemas de almacenamiento de energía a través de nuevas políticas y cambios regulatorios. Sin embargo, la tendencia internacional se inclina en este caso hacia la regularización del almacenamiento de energía como un servicio independiente, a diferencia de Panamá que solamente lo permite como servicio auxiliar. Y es que, la falta de un marco regulatorio para los sistemas de almacenamiento de energía como un servicio separado de la generación, difiere la rentabilidad de su utilización. En cambio, regular el almacenamiento de energía como un área separada permitirá que se incorporen las particularidades de este mecanismo a la norma y diseñar incentivos adaptados que apoyen su implementación en Panamá.
Actualmente, son muchos los casos de éxito de esta tecnología, resaltando aquí la costa escocesa, donde la integración del almacenamiento con batería y las energías renovables han logrado satisfacer el 100% de la demanda eléctrica de sus comunidades.
En conclusión, queda demostrado una vez más como el desarrollo de innovaciones tecnológicas lleva delantera a la creación de políticas publicas, y es que, aunque globalmente se estén aunando considerables esfuerzos para impulsar el almacenamiento de energía, todavía queda una trayectoria por recorrer en lo que respecta a un marco legal eficaz para su regulación.
La creación de políticas públicas estables que regulen los sistemas de almacenamiento de energía, es la forma óptima de fomentar y apoyar la entrada de esta nueva tecnología en el territorio nacional. Para esto, es importante crear puentes de diálogo con los actores políticos y entidades reguladoras, con la finalidad de fomentar tecnologías que se adecuen con mayor facilidad al mercado eléctrico panameño, sin cerrar la puerta a nuevos desarrollos tecnológicos que puedan surgir.