Pensar que alguien tan especial pueda dejarnos tantos gratos recuerdos, no puede pagarse con todo el dinero del mundo. Pedro Altamiranda Félez nos dejó en el mundo terrenal, pero en realidad, no se ha ido.
Nació en noviembre 30 de 1935. El que llamamos «mes de la Patria» lo marcó para siempre, porque a ella y a sus compatriotas panameños, les dedicó su arte, su pensamiento y su posición frente a los acontecimientos sociales, políticos y económicos.
Sus estudios lo llevaron a Madrid y París. De vuelta en el terruño, las ideas amontonadas en sus días en el Viejo Continente chocaron con la realidad panameña de los años 80, dominada por las fuerzas armadas; florece allí la vena del artista, del compositor y del crítico.
En 1984, hace 40 años, Altamiranda transforma la música popular panameña para siempre. Irrumpe con un estilo muy particular en su vestimenta, caracterizado por el conocido sombrero «bombín», camisa blanca, pantalón negro sostenido por tirantes y un reloj de «Mickey Mouse» en su muñeca.
Ese año, sale su primera producción en disco de larga duración (Long Play), en un momento muy especial, previo a la celebración del carnaval. «Carnaval en La Central» se convirtió en un himno instantáneo, que recordaba los años en que la que fue principal arteria comercial de la ciudad capital se dejaba llevar por el jolgorio, caminando desde el parque de Santa Ana hasta la iglesia Don Bosco, en medio de las comparsas, los resbalosos, confetis, serpentinas y el esplendor de las reinas.
Además de «Carnaval en La Central», la producción denominada «Pueblo Ras» trajo temas como «El Buhonero», «La Jeva Exigente», «El Huevón», y «Homenaje al Fuás», éxitos que combinaban humor, sátira política y una fuerte dosis de panameñidad.
Las canciones con estos ingredientes propios de Pedro Altamiranda se multiplicaron. Vendría en 1985 «Las Tablas», su segunda producción dedicada al carnaval, y en 1987, «La Salsa de Pedro» cerraría la trilogía carnestolenda.
El cantautor no estuvo libre de los vaivenes que producían las letras de sus canciones de fuerte contenido crítico, principalmente contra los militares de los años 80, y luego, contra los políticos a partir de 1991.
Una de sus canciones de 1984, «Lecciones», fue censurada por el régimen de Manuel Antonio Noriega, por su alusión directa a un fraude electoral. En 1990, su producción «Radio Focop» se burlaba del depuesto régimen militar. En 2004, su tema «La Doña» lanzaba fuertes críticas a la entonces presidenta Mireya Moscoso. En 2007, le dedicó al entonces presidente Martín Torrijos las canciones «Las Garzas Airlines» y «Catín le dijo a Martín».
Pedro Altamiranda fue condecorado en 2012 por el entonces presidente Ricardo Martinelli, quien le concedió la Orden Belisario Porras al mérito civil. Durante ese acto, Martinelli dejó saber la amistad que le unía con Altamiranda, quien a su vez, aseguró que no se trataba de un acto político, sino de amistad.
Aún en estos, días, Pedro Altamiranda ha sido noticia. Hace una semana, su hijo Pedro Altamiranda Jr, tuvo que desmentir la supuesta autoría por parte de su progenitor de una canción que habría sido hecha para criticar a un candidato de oposición.
Publicista, creativo, hombre de familia, sencillo, agudo de pensamiento y certero en su concepción de las realidades. Nos deja Pedro; pero en realidad, no se ha ido. Su música vivirá por muchas generaciones.