Este análisis se hace desde el punto de vista geopolítico. A los países que vivimos en la periferia de los grandes polos de poder político internacional, la hegemonía unipolar nos desfavorece en cuanto a nuestros intereses vitales como nación.
Por ya tres décadas el mundo ha vivido una única dirección determinante de la conducta política, la forma de desarrollar la economía y la visión ideológica de la estructuración del poder mediante un sistema gubernamental denominado democrático y que conlleva unos ingredientes de desarrollo humano sustentado en las libertades individuales. Esta plataforma sirve de sustento para imponer una exclusiva forma de cómo los Estados deben organizarse y sus relaciones con sus ciudadanos.
Se ha diseñado un molde de organización política al cual todos los Estados del mundo deben encajar para vivir alineados a la visión hegemónica de un poder unipolar que sienta las bases de la organización mundial y, a la vez, impone el medio para alcanzar el supuesto bienestar de las poblaciones.
Esta visión hegemónica ahora se ve enfrentada a otra visión que ha logrado desarrollar un modelo económico competitivo y con unos parámetros de organización que ponen mayor énfasis en el control político para asegurar la unidad nacional con posible detrimento de las voces de disenso interno capaces de generar división y brotes anárquicos en la población. El modelo chino ha tenido éxito en el objetivo de asegurar un mejor nivel de vida y prosperidad para sus más de mil cuatrocientos millones de habitantes. Igualmente, ha podido transformar la economía entrando en esta tercera fase en el desarrollo de tecnología profunda. Aquí es donde se ha producido el gran choque entre los Estados Unidos y China. Esa posibilidad cada vez más cercana de poder competir en el desarrollo de tecnologías profundas y bienes y servicios de punta. Esa hegemonía económica y tecnológica estadounidense tiene hoy un contrincante en desarrollo con capacidad de enfrentarse competitivamente en un mismo nivel y pone en peligro la visión lineal desarrollada por Occidente de la formas políticas de organización y las conductas de los Estados en temas mundiales donde los Estados Unidos implanta su posición y donde todo el mundo occidental se alinea creando un bloque de dominación política económica y cultural sobre el resto de las naciones del mundo.
En cuanto a Rusia, si bien es un mosquito que molesta, pero no mata, ha sabido jugar bien sus cartas integrando sus recursos naturales a la economía europea creando así unos patrones de dependencia energéticas capaces de desacelerar su potencial económico. Rusia ha desarrollado en los últimos veinte años una estrategia política de desarmar a Europa mediante la dependencia de sus recursos naturales a tal grado que cualquier decisión política perjudicial a los intereses de Rusia se atenúa ante la posibilidad de generar daños inmediatos a los suministros de sus recursos a dichos Estados. Su arsenal nuclear si bien importante no es el disuasivo determinante. Son esas cadenas de suministros de petróleo, gas natural y minerales los que le permiten desvincularse de la visión hegemónica americana.
Pues, en medio de estas disputas tenemos grandes oportunidades de lograr desarrollar nuestras economías frente a la competencia entre estos tres ejes de poder. China deberá jugar un papel importante en el desarrollo económico de Panamá en la medida que nuestros intereses alineados con los Estados Unidos no se acentúen a tal grado que se nos vea como un adversario de China en estos enfrentamientos geopolíticos. Rusia por su lado tendrá quizás un papel más concentrado en África y el Medio Oriente y su interés por llevar su competencia a la América Latina limitada a determinados países como Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Hoy en día las tensiones entre los polos de poder se evalúan y a los Estados pequeños nos corresponde verlos desde la perspectiva de nuestro interés nacional sin pretender ir más allá que mantener un sano balance.