La política nacional se encuentra en crisis. Los ciudadanos están cada vez más desilusionados con los políticos, quienes parecen más preocupados por su propio bienestar que por el de los ciudadanos. Como resultado, la confianza en el sistema político se ha erosionado al punto que deja muy mal parada a la democracia y abre las ventanas a los cantos de sirena de cualquier extremismo mesiánico que sepa endulzar los oídos del electorado.
La desconfianza es la moneda vigente en el escenario local; los ciudadanos no creen que los políticos estén trabajando para resolver los problemas que agobian al país, lo que sumado a la falta de espacios genuinos para la participación del panameño de a pie y a una mayor desigualdad, contribuye al agravamiento de la amenazante crisis. Tampoco ayuda el que los grandes intereses financieros y los de las grandes corporaciones tengan mayor peso que el bienestar general a la hora de tomar las decisiones de gobierno. Esto alimenta las sospechas de venalidad que pesan sobre la clase política consolidando la percepción que sus decisiones obedecen a un libro de tarifas.
La renovación de la política nacional es esencial para el futuro del país. Continuar priorizando los intereses particulares de unos pocos a costa del bienestar general resulta insostenible…A menos que no se valoren en sus justas dimensiones ni la estabilidad ni la paz social.