La corrupción en Panamá no cede espacios. Hace una década que el país se mantiene estancado en el Índice de Percepción de Corrupción, en el que marca alrededor de 35 puntos en la escala, en la que 100 es el objetivo.
Ese puntaje no solo nos ubica en los niveles más bajos de la tabla, sino que además nos tiene bastante por debajo del promedio mundial que está en 41. Eso, finalmente, nos ubica entre los más corruptos del área. En ese ranking hemos estado entre los primeros cinco durante algunos años.
¿Pero sabemos realmente cuánto dinero se lleva la corrupción en el país canalero?
Organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial han calculado la respuesta: Entre 500 y 1,000 millones de dólares por año. Es decir, entre 1% y 2% del Producto Interno Bruto panameño. Aunque parece una cifra pequeña si se toma en cuenta que la corrupción le cuesta al mundo unos $250, 000 millones, esa cantidad para nuestro país tiene un impacto arrollador.
Varios economistas han esbozado análisis en los que intentan plasmar lo que a Panamá le cuesta la corrupción. Algunos, como Carlos Arauz, afirman que la clase trabajadora es la primera que enfrenta esta factura. “Hay un costo escondido en la corrupción que impacta el nivel de competitividad del país y asusta la inversión, reduciendo oportunidades de empleo”, dijo Araúz en un reportaje transmitido por Eco Tv en abril de este año.
En palabras más simples, esos 1,000 millones de dólares anuales, son dineros necesarios para asumir las inversiones que nos darían mejores opciones de vida a los habitantes del país.
¿Qué se pierde?
En el corregimiento de Juan Diaz, este año 2022 entró en funcionamiento la escuela Básica General Ernesto Lefevre. Aunque lleva décadas funcionando, su edificio está totalmente renovado. Con un diseño moderno y adecuado a nuestro clima, tiene capacidad para atender mil estudiantes; cuenta con 50 aulas, área segregada para niños de preescolar, laboratorio y una plaza cívico-cultural; además, se entregó dotada de un circuito de cámaras de vigilancia; todas esas características significaron un desembolso de 9.2 millones de dólares.
Pero, si eso parece poco, el viceministro de Educación, Ricardo Sánchez, explicó a comienzos de este periodo escolar -cuando la escuela Ernesto Lefevre abrió sus puertas- que se habían hecho remodelaciones en otras 50 escuelas a un costo de 125 millones de dólares.
En número fríos, con lo que nos cuesta la corrupción cada año se habrían podido construir 108 escuelas con las mismas cualidades del plantel Ernesto Lefevre. O remodelar 500 – en lugar de solo 50-, es decir, en solo un año se habría atendido una sexta parte de las estructuras escolares del país. Así que, solo por un instante, calculemos cuánto se habría hecho con los dineros que nos costó la corrupción en los últimos 10 años.
Quizás por eso el economista y profesor universitario Gersán Joseph Garzón afirma que “la corrupción impacta de manera profunda hasta más de cinco generaciones. El efecto es devastador y compromete el futuro de la sociedad”.
Garzón explica, en un artículo publicado en el portal universitario UPInforma, que la corrupción cercena las oportunidades de los niños que están en las escuelas, los que tienen alguna discapacidad, los adultos mayores, y “genera un clima de inestabilidad social”, afirma el docente universitario.
El caso de la escuela Ernesto Lefevre es solo uno de muchos que le ponen cara a lo que cuesta al país la corrupción; un costo que, a pesar de ser mayor, dejamos pasar inadvertido. “La corrupción ha sido vista de manera incompleta en esta sociedad. La gente piensa que el mayor costo es lo que se llevan los que roban, pero el mayor problema son las riquezas que se dejan de generar, el bienestar que se deja de generar o la pobreza que dejamos de reducir”, afirma el economista Horacio Estribí, exasesor del ministerio de Economía y Finanzas.