Historia de las revueltas IV

En esta entrega de la historia de las revueltas repasaremos la revuelta de los comuneros castellanos. En el libro Los comuneros de Castilla de José Luis Díez podemos leer que la segunda mitad del siglo XV había sido una etapa de cambios políticos, sociales y económicos en el Reino de Castilla. Una serie de malas cosechas y epidemias, junto a la presión tributaria y fiscal provocaron el descontento entre la población. En octubre de 1517, había llegado el rey Carlos I a Asturias desde Flandes, sin saber hablar castellano y trayendo como miembros de su Corte a nobles y clérigos flamencos. Los nobles leoneses y castellanos se resintieron de la pérdida de poder y estatus. Este descontento permeó a las capas populares y pronto, en las iglesias, aparecieron clavados pasquines donde podía leerse: <<Tú, tierra de Castilla, muy desgraciada y maldita eres al sufrir que un tan noble reino como eres, sea gobernado por quienes no te tienen amor>>.

En Toledo comenzó a formarse la idea de que se debía deponer al monarca, Carlos I y convertir las ciudades castellanas en ciudades libres y autónomas, como las ciudades-estado italianas. Otra facción deseaba devolver a la reina Juana, madre de Carlos, la corona como «reina propietaria de Castilla», y revisar la declaración de insania mental. En la noche del 1 de septiembre de 1520 se sublevaron en la localidad de Dueñas los vasallos del conde de Buendía contra su señor. A este levantamiento antiseñorial le siguieron otros. Tras más de un año de enfrentamientos, batallas y movimientos estratégicos por parte de ambos bandos, Carlos I firmó el 17 de diciembre de 1520 el Edicto de Worms, donde condenaba a 249 comuneros a muerte, si eran seglares; y a otras penas, si eran clérigos y declaraba traidores, desleales, rebeldes e infieles a cuantos apoyaran a las Comunidades rebeldes. Este edicto se leyó públicamente en Burgos el 16 de febrero de 1521. En abril de 1521 el bando leal al rey desplegó sus fuerzas en los alrededores de Tordesillas con 3000 infantes, caballería con 500 o 600 lanzas, dos cañones, dos culebrinas y cinco piezas ligeras de artillería. La batalla se saldó con más de mil bajas por parte de los comuneros y el apresamiento de sus líderes: Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado que fueron decapitados el 23 de abril en la Plaza Mayor de Villalar.

Unos años más tarde se inició en las tierras españolas de ultramar una serie de revueltas contra los conquistadores en distintas ocasiones entre 1536 y 1572. Después de que los españoles ejecutaran a Atahualpa, varios representantes de pueblos sojuzgados por los incas les ofrecieron su alianza contra el Imperio Inca. Los cañaris ecuatorianos y los huancas de la sierra central peruana, ya habían protagonizado diferentes revueltas en el pasado por las atrocidades que los incas habrían cometido contra sus poblaciones.

También en los antecedentes de la independencia de los países de Iberoamérica hubo muchas revueltas, como la otra Insurrección de los comuneros, esta vez la de Nueva Granada en 1781. Las que incluían proclamas independentistas fueron llamadas ‘gritos de independencia’, como el Primer Grito de Independencia en Quito, en 1809, el Grito de Dolores en México en 1810, el Grito de Asencio en Uruguay, en 1811 y el Primer Grito de Independencia en la Villa de Los Santos el 10 de noviembre de 1821, en Panamá, y ya en la segunda mitad del siglo XIX el Grito de Lares, en Cuba y en Puerto Rico, el Grito de Yara.

Pero de las revueltas independentistas que se convirtieron en revolución hablaremos en otra entrega de La Historia Habla.

 

 

 

 

 

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