A raíz de los últimos disturbios en Estados Unidos se ha iniciado un revisionismo histórico acerca de la esclavitud y de los condicionantes históricos que han llevado a distintas sociedades y periodos históricos a basar su economía, o parte de ella, en el trabajo esclavo.
La definición del concepto jurídico de esclavitud es la situación en la cual una persona, el esclavo, es propiedad de otra, el amo.
Hay dos fechas relevantes que se celebran en relación con la esclavitud, el 23 de agosto es el Día Internacional del Recuerdo de la Trata de Esclavos y de su Abolición y el 2 de diciembre se conmemora el Día Internacional para la Abolición de la Esclavitud.
Aunque la Convención sobre la Esclavitud, (firmada en Ginebra el 25 de septiembre de 1926, que entró en vigor el 9 de marzo de 1927 y fue modificada por el Protocolo aprobado el 7 de diciembre de 1953, entrando en vigor el 7 de julio de 1955), recoge la prohibición de la esclavitud, que se considera como un crimen de lesa humanidad, esta práctica sigue existiendo hoy en día de facto en países como China, Brasil, Sudán, India, y Mauritania, que fue el último país del mundo que abolió la esclavitud en 1980; además de hacer reaparecido en muchas otras regiones bajo figuras como la mano de obra infantil, la explotación de los trabajadores o la trata de personas con fines sexuales.
Encontramos las primeras pruebas de esta costumbre en el Código de Hammurabi, el cual, escrito alrededor del 1700 antes de nuestra era, ya contiene referencias a la esclavitud, e incluso especifica los derechos que tenían los wardum, los esclavos.
Las referencias a la esclavitud en Egipto son conocidas y aunque aún se debate si las pirámides se construyeron con manos de obra esclava o con miles de trabajadores bien pagados, lo cierto es que no se puede negar la existencia de la misma en el país del Nilo.
También los hebreos mantuvieron la esclavitud, y era tan importante que en el Antiguo Testamento encontramos numerosísimas referencias a ella. Se esclavizaba al enemigo vencido en batalla o se compraban esclavos de otras naciones, pero también podía entregarse un judío a otro de forma voluntaria para pagar deudas, aunque en este último caso el trato que se le daba no podía ser vejatorio y quedaría libre en el año del jubileo.
En la brillante Atenas de la época clásica, referencia indispensable cuando hablamos de democracia, la esclavitud no solo era normal, sino que era considerada como ‘natural’ por los pensadores como Aristóteles, que pueden tener tiempo para la política gracias al trabajo de los esclavos. Se calcula que los esclavos, en algunos periodos, pudieron haber llegado a ser unas tres cuartas partes de la población ateniense. También el imperio romano se consolidó a base de la mano de obra esclava que trabajó no solo para facilitarle la vida a sus amos, sino para construir las inmensas obras de infraestructura que aún hoy asombran, las calzadas que se extendían por miles de kilómetros, los acueductos y un largo etcétera.
La costumbre de esclavizar a los cautivos de guerra fue común entre pueblos tan distantes en el tiempo y en el espacio como Persia, los nómadas de la península arábica, algunos grupos indígenas de América del Norte, los cazadores y recolectores de África, en Nueva Guinea y Nueva Zelanda, y entre los grupos del norte de Europa, como los vikingos.
En China, la evidencia más temprana de la esclavitud data de la dinastía Shang, (aprox. 1600 – 1046 a. C.), y aún hoy en día encontramos noticias en los medios que relatan cómo las decenas de millones de inmigrantes de zonas rurales llegan a las ciudades buscando trabajo y terminan en muchas ocasiones encerrados en las fábricas, trabajando en jornadas laborales de veinte horas, maltratados físicamente y con salarios, con suerte, de apenas un euro al día.
La expansión del Islam implicó la expansión de la esclavitud porque, aunque en el Corán se afirma que toda la humanidad tiene un origen común y se rechaza la idea de que determinados grupos étnicos sean superiores a otros: “No hay superioridad de un árabe sobre un no árabe, ni de un no árabe sobre un árabe, ni del blanco sobre el negro ni del negro sobre el blanco salvo en la piedad”, allí mismo se establece la superioridad del musulmán sobre el infiel, ya sea este cristiano o animista. Y el mismo Mahoma compró, vendió, capturó y poseyó esclavos infieles a lo largo de su vida.
En Mesoamérica y Suramérica también encontramos la práctica esclavista extendida y asentada. Entre los aztecas, los esclavos eran, sobre todo, presos de guerra provenientes de América central o del norte mexicano.
Acerca de Castilla del Oro, lo que hoy es Panamá, Gonzalo Fernández de Oviedo en su Historia Natural y General de las Indias nos dice: “El principio de la guerra mejor fundamentado e sobre que estas gentes riñen e vienen a batalla es sobre cual tendrá más tierra e señorío (…) e a los que pueden matar, matan e a los que pueden prender, prenden, los hierran e se sirven de ellos por esclavos, e cada señor tiene su hierro conocido, e alguno los hacen sacar un diente de los delanteros al que toman por esclavo, e aquella es su señal, e lo llaman paco al esclavo”
También en el sur del continente encontramos esclavitud, entre los moche, los chimú… y esta práctica que extendió hasta época históricas. Una de las referencias más fascinantes la encontramos en el libro de Auguste Guinnard, Tres años de esclavitud entre los patagones, quien, a mediados del siglo XIX fue esclavizado en las llanuras de la Patagonia.
?Ya en el código de las Siete Partidas de Alfonso X (1252-1284), encontramos reservas legales sobre la servidumbre, y la reina Isabel la Católica determinó en la Real Provisión, del 20 de junio de 1500, que los indios que se encontraban en Andalucía enviados por Colón, se pusiesen en libertad y se devolviesen a sus “naturalezas”, pero, a pesar de estos intentos tempranos, no fue hasta finales del siglo XVIII, cuando el movimiento abolicionista tomó fuerza, a pesar de la resistencia que ejercieron los dueños de esclavos en muchos países,