El economista Tomás de Aquino

La cantidad de intercambios comerciales en Panamá, por dar ejemplo, jamás podrán ser previstos en justicia ni en sentido económico, por leyes politiqueras.

John A. Bennett Novey

En este mundo “moderno” del 2025 sobran las personas que ven a un fraile de 1274 como una persona con poca cultura y conocimiento… ¡craso error! Aquino fue un extraordinario teólogo, filósofo y jurista católico a quien se le atribuye el origen del escolasticismo; movimiento que hoy persiste en la Escuela de Salamanca en España y en la Universidad de Salamanca – https://www.usal.es/. Y no paremos allí, ya que en materia de metafísica sus obras hoy día representan una de las fuentes más citadas del siglo XIII – https://es.wikipedia.org/wiki/Tom%C3%A1s_de_Aquino. Estoy convencido de que en muchos sentidos los humanos hemos sufrido ciertas regresiones en materia cultural, económica y lo que es “justo”.

La profundidad de pensamiento de Aquino es sorprendente, lo cual se desprende que aún hoy día hay tantos que encuentran verdades que hemos extraviado en el transcurrir del tiempo, nos cuenta Federico Silva, un académico interdisciplinario en la ley y la ingeniería informática. Pero, en particular, Silva nos retrotrae a la teoría subjetiva del valor; una realidad que, según parece, muchos que se arropan con el título de “economistas” no dominan la materia o peor, evaden el tema porque no conjuga con su trabajar gubernamental.

Bien dijo Aquino que sin acuerdo y satisfacción jamás habrá justicia.

También nos advierte Silva que en la época de Aquino la economía aún no era una disciplina científica, sino que era vista como una ‘teoría de justicia’. Las pesquisas de Aquino en estos campos las siguieron otros clérigos católicos, tal como Anselmo de Canterbury, padre de la escolástica y otros más – https://es.wikipedia.org/wiki/Escol%C3%A1stica. En resumen, estaban abordando lo que es correcto o el bienandar en materia económica y no el malandar que hoy parece ser la norma en la gobernanza alrededor del mundo.

Carl Menger, quien fue jurista y no matemático, destacó el papel de la ética en la acción humana económica; algo que no fue respetado en la Constitución de Panamá; cuando esta dice que “la economía corresponde primordialmente a los particulares…” y luego de un punto y coma agrega un “pero” y dice que el “Estado”, es decir, los gobiernos o gobernantes, pueden hacer lo que les venga en ganas con la economía ciudadana, tal como nombrar cerros de botellas y dictar leyes que violan nuestras libertades.

Más allá, algo que se nos extravió es el que la ley no hace el derecho o lo correcto, sino que lo debe descubrir o tal vez deba decir “destapar”. Triste que con gran frecuencia en nuestro medio la ley lo que hace es tapar o cubrir el derecho, aquello que no es curvo o torcido. Y en ello, Silva vuelve y destaca que lo correcto o derecho es sinónimo de “justo” o aquello que cabe “justito” o apretadito.

Por ejemplo, las intervenciones legales en materia de controles de precio; sean estos en salarios, productos, descuentos y tal, violan el principio fundamental de la satisfacción de una de las dos partes en cualquier transacción, y otras cosas más. Dar descuentos a jubilados porque unos legisladores quieren ganar simpatía y votos no es justicia. Se alcanza la justicia cuando ambas partes llegan a un acuerdo y satisfacción.

La cantidad de intercambios comerciales en Panamá, por dar ejemplo, jamás podrán ser previstos en justicia ni en sentido económico, por leyes politiqueras. Si en un restaurante el 80% de los que entran un día son jubilados y el restaurante pierde; los diputados jamás aceptarán su culpa y menos si el negocio entra en quiebra. No es el gobierno quien determina precios, sino el mercado.

Bien dijo Aquino que sin acuerdo y satisfacción jamás habrá justicia. Triste que aún no lo veamos.

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