- Parte uno
Texto e ilustraciones: Manuel Montilla
Entrevista a la Arq. Yamel Gozaíne
La preservación del patrimonio histórico, arquitectónico y cultural es una responsabilidad compartida, por las fuerzas activas de una nación, que trasciende generaciones. Cada monumento histórico, edificación y estructura arquitectónica es un testigo silencioso del devenir del tiempo, de las culturas que los erigieron y de los eventos que moldearon su entorno.
Estos vestigios del pasado son cruciales no solo por su valor estético, como legado y acervo arquitectónico, sino además por su capacidad para narrar historias, educar a las próximas generaciones e integrar una conexión tangible con nuestras raíces culturales.
En este contexto, la torre exenta de la catedral de San José de David en la provincia de Chiriquí se erige como un símbolo de la identidad histórica y cultural de la región, cuya preservación se hace imperativa ante los desafíos del abandono gubernamental, el deterioro material y el paso irreductible del tiempo.
Por supuesto existe una problemática específica para cada caso. En lo que atañe a la Torre exenta de la Catedral de San José de David, hemos de anotar que la región chiricana se encuentra en una zona geológicamente activa, lo que la hace susceptible a continuos movimientos sísmicos.
Tales temblores han causado, con el tiempo, erosión y daños estructurales significativos en la torre exenta. Las vibraciones y desplazamientos generados por las acciones sísmicas han debilitado la integridad de los materiales de construcción, causando grietas y fisuras que comprometen la estabilidad de la estructura. La falta de intervenciones oportunas, por parte de los organismos gubernamentales, para reforzar y reparar estos daños ha exacerbado el deterioro.
Como cualquier estructura histórica, la torre exenta ha enfrentado el inexorable paso del tiempo. La exposición continua a elementos naturales, como la lluvia, el viento y el sol, ha acelerado el desgaste de los materiales. La falta de un plan de mantenimiento sistemático y regular, por parte de los estamentos involucrados, permite que pequeños eventos acumulativos evolucionen en problemas mayores.
El envejecimiento natural de los materiales, junto con la ausencia de restauraciones periódicas, ha contribuido a un deterioro progresivo que amenaza con destruir de suerte irreversible este valioso monumento chiricano.
La modernización y el desarrollo urbano alrededor de la catedral han introducido nuevos retos para la preservación de la torre. El tráfico constante de vehículos de alto tonelaje en las cercanías de la estructura ha causado vibraciones adicionales, que han contribuido al desprendimiento de materiales y al debilitamiento estructural. Estas vibraciones, aunque menos intensas que las causadas por los movimientos telúricos, tienen un efecto de acumulación que, con el tiempo, ha demostrado ser perjudicial en extremo.
Se han señalado algunas ordenanzas municipales para tal problema, no obstante, el daño ya está en fase terminal y es preocupante la burocracia ineficaz que manejan la oficina de Patrimonio Histórico y el Ministerio de Cultura. No sería el primer señalamiento en que se espera a tener daños irreversibles para gestionar medidas inoperantes.
Ante estas disyuntivas nos hemos acercado a la arquitecta Yamel Gozaine para conversar sobre el tema. La arquitecta Gozaine ha mantenido una preocupación permanente al respecto e inclusive ha realizado ingentes estudios y proyectos para insertar al casco antiguo de la ciudad de David en un proceso integral de desarrollo histórico y cultural.
Pregunta: ¿Podrías proporcionarnos un breve resumen de la historia y el valor cultural de la torre exenta de la catedral de San José de David?
Respuesta: Según datos históricos recopilados, por el año 1889 el sacerdote encargado de la iglesia de David, Miguel Ángel Alcocer, de origen ecuatoriano, dio la orden de proceder al arquitecto que diseñó la torre de la iglesia. Este arquitecto, José Belli, de nacionalidad italiana, fue quien también la construyó. Se inició la labor el 1 de abril de 1889 y se terminó con una gran inauguración y bendición, el 7 de diciembre de 1891.
La familia Lambert, que era una familia muy pudiente de la época y benefactores de las hermanas de la Caridad, entre otras organizaciones, fueron quienes financiaron el proyecto. Se cuenta que, desde el campanario, el señor Lambert arrojó monedas al público convocado a manera de celebración y se repartieron diversas viandas como entremeses festivos.
Se trajeron piedras de un cerro en Pedregal, Cerro de Pedregal o La Virgencita, y eran llevadas en carretas hasta el sitio de construcción, considerada de estilo Neorrenacentista. En el área del campanario sobresale una pequeña torre con ventanales de arco y un pequeño balcón con baranda de herrería, su cima la adornan incrustaciones de concha de nácar que, según la incidencia de los rayos del sol, se pueden ver brillar.
Su importancia es cultural, social e histórica. Fue declarada Monumento Histórico Nacional a través de la Ley 37 del 22 de mayo de 1996. La torre exenta ha sido testigo silente de los sucesos importantes de la región desde esos años antes de la separación de Panamá de Colombia, en ese sitial privilegiado (en la esquina de la Ave. 10ª Este y la Calle del Cementerio) del barrio El Peligro donde inició nuestra ciudad de David.
Sufrió daños considerables por las balas y los enfrentamientos de Conservadores y Liberales durante la Guerra de los Mil Días de 1899 a 1902, donde fue utilizada por los Conservadores como atalaya de vigilancia. Aún se pueden apreciar las perforaciones de los proyectiles en sus muros.
Continuará el próximo lunes.