John A. Bennett N. Empresario y ex-director de Aeronáutica Civil
Desde 1964 fundé y dirigí dos escuelas y he escrito un libro y publicado muchos artículos sobre la educación y hoy, ya pasados mis 80 años en este mundo, quiero dejarles a mis compatriotas el mensaje del título de este escrito. Y cuando digo que “no conjugan” es que no se deben juntar o mezclar. Educar y gobernar no son “cónyuges” o “yuntas”. Cuando los gobiernos se ponen disque a educar, lo que buscan es controlar, dominar, doblegar, avasallar o adoctrinar. El verdadero gobernar es promover la autonomía del pueblo.
La verdadera y más valiosa educación anda dispersa por los laberintos de una sociedad y no la vamos a encontrar en las mazmorras de un NODUCA; que los niños no son ladrillos en el muro de una mazmorra gubernamental. En 1993 John Hood escribió: “La educación pública es un fracaso”; pero, como bien lo planteó Sam Walter Foss en su poema “El Sendero de la Vaca”, “…los hombres son dados a andar a ciegas por los caminos vacunos de la mente… apegados al errante proceder, cumpliendo la faena que otros les legaron.”
En la educación no hay currículos santificados, sino pueblos engañados. La verdadera educación anda como las mariposas de flor en flor, en vuelos de piruetas de alas coloridas. A diferencia, los gobiernos suelen deambular por los senderos de pasados caducos; imponiendo normas burrocráticas y currículos que entregan a un redil de funcionarios inmersos en las entrañas del ‘bégimo’ MEDUCA, una institución tan grande que es imposible de administrar y menos cuando queda inmersa en la politiquería y en sancochos sindicales.
El MEDUCA es un monopolio y muy mal andamos si a estas alturas no entendemos que los monopolios no sirven, sino a bastardos intereses; y menos si son impuestos por grupos interesados en sí y no en la educación.
Y, sí, en la educación privada y descentralizada también se dan fracasos; pero son dispersos y no como ocurre con el MEDUCA, que cuando fracasa, fracasa Panamá. Los lineamientos de un MEDUCA no pueden recoger la realidad social que anda dispersa por todo el país y por el mismo mundo; en cada provincia, en cada pueblo y en cada parroquia, barrio y casa. Las reformas del MEDUCA ignoran el rol de cada persona, del alumno, de sus padres, de los empresarios dueños de escuelas y tal. Podrás llevar el caballo al agua, pero no obligarlo a beber; igual, los niños aprenden sólo cuando se les prende el fuego de la emoción.
Cada nuevo jefe del MEDUCA trae una nueva pócima mágica que resolverá el malandar que trae dicha institución y ninguna resuelve; ya que el verdadero mal está sembrado en las cimientes de un sistema educativo centralizado. Y lo repito hasta el cansancio: la educación no tiene caminos trillados, como tampoco las mariposas tienen rutas aéreas fijadas cuando aletean en busca del néctar de la vida.
El MEDUCA es un monopolio y muy mal andamos si a estas alturas no entendemos que los monopolios no sirven, sino a bastardos intereses; y menos si son impuestos por grupos interesados en sí y no en la educación. Y como bien dijo Lucy Molinar respecto a las pruebas PISA. “…sólo arrojan los resultados que ya todos saben”. Es decir, que las cosas andan muy mal. Poco entendemos la verdadera función de los exámenes y las notas cuya utilidad y objetivo no es para poner una marca en la nalga de la vaca, sino que son un instrumento para ver por dónde andan los estudiantes; cada uno por su propio camino.
En fin, si nuestros gobiernos no han servido para gobernar ¿de dónde sacamos que servirán para educar? Démosle los fondos malgastados en el MEDUCA a los padres de familia y que sean estos los que decidan lo mejor para sus hijos.