Un problema que requiere soluciones de fondo

La imagen del niño ahogado en las playas del Río Grande conmocionó al mundo en 2015 y puso el foco en la crisis migratoria que sacude a Centroamérica. Hoy, ocho años después, el flujo de migrantes que huyen de la pobreza y la violencia en busca del sueño americano no ha hecho más que incrementarse. Solo en 2022, más de 2.4 millones de indocumentados han sido detenidos en la frontera de Estados Unidos con México. Detrás de cada número hay un ser humano desesperado.

Ante esta situación, los gobiernos de la región han optado por soluciones cortoplacistas como militarizar fronteras o facilitar el tránsito controlado de migrantes. Así, este viernes los presidentes de Costa Rica y Panamá, Rodrigo Chaves y Laurentino Cortizo, se reunirán en la provincia panameña de Darién para abordar las afectaciones de la migración irregular en ambos países. Según cifras del Ministerio de Seguridad Pública de Panamá, en lo que va de 2022 han registrado el paso de 405 mil migrantes por la frontera con Colombia rumbo a Costa Rica.

No obstante, como advierte la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), criminalizar la migración irregular viola los derechos humanos y expone a los migrantes a mayores peligros y abusos. Lo que se requiere es atacar las causas profundas del éxodo: la pobreza, la exclusión social, la violencia y la falta de oportunidades que obligan a miles a abandonar sus naciones de origen.

Mientras las políticas se centren en el control migratorio y no en solucionar los factores estructurales que expulsan a esta población, la crisis seguirá profundizándose. Como afirmó el secretario general de la ONU, António Guterres, abordar las causas requiere «la acción colectiva de los países de origen, tránsito y destino». Esto pasa por mayor cooperación en seguridad, más inversiones para el desarrollo sostenible de la región y canales de migración regular.

La visita del alcalde de Nueva York, epicentro del drama migratorio en Estados Unidos, es una oportunidad para que los países adopten un enfoque integral. De lo contrario, seguiremos viendo familias arriesgarlo todo por un futuro mejor. Y seguiremos contando sus tragedias en las estadísticas de una crisis que es, ante todo, humana. Es hora de pasar de las palabras a los hechos, porque detrás de cada número hay un rostro, una historia y un sueño por cumplir.

Comparte esta Noticia
Escribir Comentario