El metaverso es uno de los conceptos tecnológicos más comentados en los últimos años. Se trata de entornos virtuales inmersivos donde los usuarios pueden interactuar a través de avatares y realizar todo tipo de actividades: desde juegos y entretenimiento, hasta trabajo, educación, compras y reuniones sociales.
Grandes compañías como Meta (Facebook), Microsoft, Google y Apple están invirtiendo miles de millones en el desarrollo de esta nueva iteración de Internet. Y aunque su adopción masiva puede tardar varios años, el potencial parece enorme. Pero más allá del potencial económico, surge una pregunta clave: ¿cómo impactará el metaverso a la sociedad? ¿Mejorará nuestra calidad de vida o tendrá efectos negativos? Es complejo predecirlo, pero un reciente informe del Foro Económico Mundial analizó este tema en profundidad.
Acceso y adopción: la distribución desigual, un riesgo latente
Uno de los mayores desafíos que enfrenta el metaverso es garantizar un acceso equitativo para todos. La brecha digital, tanto en conectividad como en alfabetización tecnológica, podría excluir a una gran parte de la población de este nuevo mundo virtual. De acuerdo al informe, cerca de mil millones de personas carecen de identidad legal en el mundo, lo que complicaría su ingreso al metaverso. Además, la necesidad de dispositivos específicos como lentes de realidad virtual o aumentada podría restringir su uso solo a quienes tengan los recursos para adquirirlos.
Si no se toman medidas para promover la inclusión digital, el metaverso corre el riesgo de ampliar las desigualdades socioeconómicas existentes. Pero también representa una oportunidad para acercar estos avances tecnológicos a comunidades históricamente marginadas.
Efectos en la salud mental y física: la inmersión total tiene sus riesgos
Las capacidades inmersivas del metaverso generan gran optimismo sobre sus aplicaciones para la salud, como terapias psicológicas o capacitación médica. Pero también existen riesgos que no se pueden obviar. La investigación muestra resultados mixtos sobre cómo la realidad virtual afecta funciones cognitivas como atención, memoria y aprendizaje. Mientras que un uso moderado podría traer beneficios, la inmersión prolongada tendría consecuencias negativas, especialmente en niños y adolescentes.
Otro punto que inquieta a los expertos es el potencial adictivo del metaverso, un fenómeno ya observado con los videojuegos. La sensación de presencia y el sentimiento de recompensa constante podrían generar dependencia en algunos usuarios.
A nivel físico, también existen dudas sobre cómo afectarán los visores de realidad virtual la visión, el equilibrio y la postura corporal con un uso prolongado. Y en el plano psicológico, la distorsión entre la apariencia real y el avatar podría desencadenar problemas de autoestima y disociación de la identidad.
La ilusión de un mundo sin prejuicios
Uno de los grandes atractivos del metaverso es la posibilidad de que los usuarios diseñen avatares y se presenten de forma anónima o diferente a su apariencia e identidad real. Esto abriría la puerta para reducir sesgos, discriminación y encontrar mayor libertad de expresión. Pero también existe el riesgo de que repliquemos en el mundo virtual los mismos prejuicios y estereotipos que perpetúan la desigualdad en el mundo real. Un ejemplo son los avatares femeninos hipersexualizados, diseñados en su mayoría por hombres, que refuerzan la cosificación de la mujer.
Promover la diversidad y la inclusión debe ser una prioridad en el desarrollo del metaverso, no solo en las representaciones virtuales sino en quienes crean estos espacios; de lo contrario, se corre el peligro de exacerbar la brecha de género y otros tipos de desigualdades.
Un impulso o una amenaza al empoderamiento económico
Sin duda, el metaverso abre nuevos canales de oportunidades económicas, especialmente para los creadores de contenido. Plataformas como Roblox o Sandbox ya permiten a los usuarios monetizar sus creaciones digitales mientras retienen la propiedad intelectual. Pero también es clave garantizar una distribución justa y transparente del valor. Los desarrolladores temen que las grandes compañías tecnológicas terminen controlando y lucrando con estos espacios, dejando migajas a los creadores.
Del mismo modo, se debe velar porque el comercio en el metaverso no se concentre solo en quienes puedan pagar tokens digitales o NFTs para acceder a ciertos productos y experiencias. Democratizar estos espacios virtuales debe ser una prioridad.
La paradoja de la sostenibilidad
Uno de los grandes desafíos del metaverso es su impacto ambiental. Se necesitarán enormes cantidades de energía para alimentar esta nueva realidad digital hiperconectada. Además, la fabricación de dispositivos y la generación de desechos electrónicos también tendrá consecuencias.
Pero paradójicamente, el informe también señala que el metaverso podría utilizarse para promover la sostenibilidad, por ejemplo, mediante simulaciones que generen conciencia sobre el cambio climático o la reducción de viajes de negocios gracias a las reuniones virtuales.
Un desarrollo responsable del metaverso requerirá un cuidadoso equilibrio entre aprovechar sus beneficios y mitigar sus impactos negativos en el medio ambiente. La colaboración entre gobiernos, empresas tecnológicas y la sociedad será clave en este proceso.
Conclusión: moldear colaborativamente el futuro digital
El metaverso representa una nueva frontera llena de posibilidades, pero también de interrogantes sobre cómo transformará la sociedad. Para que esta nueva realidad digital se desarrolle en forma responsable y centrada en el ser humano, se necesitará de un diálogo abierto y multisectorial.
Los gobiernos deberán actualizar marcos regulatorios. Las compañías tecnológicas tendrán que priorizar valores éticos, no solo ganancias. La ciudadanía deberá involucrarse y hacer oír sus demandas por un futuro digital inclusivo y sostenible.
El informe del Foro Económico Mundial ofrece insumos valiosos para entender los desafíos que presenta el metaverso. Aprovechar los aspectos positivos y mitigar los riesgos estará en manos de todos los actores implicados en su desarrollo. El futuro no está escrito, y moldearlo de forma colaborativa será clave.