Los contrastes presentes en el ejercicio del poder gubernamental, cuando no resultan ofensivos, alcanzan unos niveles de inhumanidad que hace dudar que quienes toman las decisiones alberguen algún rastro de empatía para el resto de sus congéneres.
El Instituto Oncológico Nacional, con una plantilla de unos 200 profesionales de la salud, atiende varios miles de pacientes cada año a los cuales brinda una amplia gama de tratamientos, entre ellos radioterapia, quimio y cirugías. Dado lo importante de sus atenciones, se esperaría que funcionara holgadamente, sin angustias presupuestarias. Pero, no… En un país donde las prioridades no las determinan ni la lógica ni las necesidades de la población, el ION se ha visto empujado a solicitar un crédito de 8.6 millones de dólares para la compra de insumos médicos y reactivos de laboratorio que le permitan continuar brindando sus servicios a una comunidad de pacientes donde la inmediatez de los tratamientos juega un papel fundamental.
Pero, mientras la solicitud de crédito pasa por los infinitos vericuetos de la burocracia estatal para luego afrontar el interminable y tortuoso proceso de compras, el ION enfrenta la amenaza de una severa crisis de desabastecimiento, mayormente en el renglón de medicamentos. Todo esto en contraste con la vertiginosa efectividad con la que se atiende el clientelismo político incrustado en el proceso de descentralización que se ha fumigado, hasta el momento, más de 200 millones de dólares. También mientras se asignan otros 25 millones para pavos y jamones con los que, nuevamente, se apunta a suscribir simpatías electorales.
En realidad, los contrastes gubernamentales no resultan ofensivos: ¡resultan monstruosos!