Cada vez se agudiza más la desconexión entre los políticos y la ciudadanía a la que dicen representar. Mientras aquellos permanecen enfrascados en disputas partidarias o con la atención puesta sólo en sus temas o intereses particulares, un mayoritario porcentaje de los panameños se siente alejado del poder e ignorado por quienes gobiernan y por quienes compiten para convertirse en los próximos gobernantes. Problemas como el desempleo, los deficientes servicios de salud, la crisis del agua, la desigualdad social, entre muchos otros, únicamente alimentan la narrativa demagógica de quienes lucran con el voto ciudadano.
Y la desbordante polarización social instaurada en todos los escenarios nacionales le suma aristas al problema. El creciente número de ciudadanos apuntándose a posturas radicales o extremas y sin la menor intención de someter a debate sus posiciones, agrava aún más la crisis; porque una postura que no es producto del foro o de una reflexión inteligente, termina como el agua estancada: turbia e infestada de parásitos.
El daño causado por los padecimientos invisibles resulta de mayores proporciones cuanto mayor sea el lapso de tiempo que permanecen ignorados. La desconexión de la política y la polarización social pertenecen a ese grupo de padecimientos. Ignorados durante demasiado tiempo, sus funestas consecuencias ya asoman con fuerza en el panorama local. Es urgente que nos empinemos sobre las diferencias que corroen el tejido social para establecer los puntos de encuentro desde los cuales trabajar mancomunadamente en aras de forjarle un nuevo y mejor rumbo a la nación.