Según estimaciones del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), América Latina y el Caribe cuentan con un tercio del agua potable del planeta; y el 40 por ciento de los problemas que enfrenta la región en cuanto a este elemento son causados por una mala gestión del mismo.

En Panamá, se suman otras circunstancias que privan a grandes sectores de la población de un suministro constante y eficiente del líquido. Por una parte, el negociado instaurado en torno a la distribución para favorecer con contratos millonarios a un grupo de propietarios de vehículos cisternas muy “allegados” al poder; y por la otra, la indiferencia que demuestran las autoridades ante las graves cuestiones que afectan a la población. Esta indiferencia quedó evidenciada en la última asistencia del director del IDAAN a la Asamblea. Solamente 18 diputados se encontraban presentes, de los 27 que exige la ley: cuando dos “honorables” habían ya cuestionado al funcionario de marras, precisamente el diputado cuyos carros cisternas tienen jugosos contratos con la entidad hídrica, exigió que la sesión fuera cerrada por falta de quórum. Es claro que solucionar el problema no conviene a quienes lucran del mismo.

Que los intereses y las ganancias de unos pocos se impongan a costa de la calidad de vida de grandes mayorías, es una descomunal infamia. No se precisa de mucha visión para prever que las soluciones no llegarán si los afectados no levantan su voz ni exigen respuestas a quienes dirigen la fracasada entidad.