Las proyecciones sobre el papel no podrían ser más esperanzadoras. Después de una demoledora caída de -17.9 por ciento en el PIB nacional causado, principalmente, por la pandemia del Covid-19, el Banco Mundial estima que el mismo volverá a crecer al menos en un 5 por ciento durante el 2022. La CEPAL, por su parte, hace parte del mismo optimismo al cifrar este mismo crecimiento en un 8.2 por ciento para este mismo período. Igual estado de ánimo fue manifestado en enero pasado por el Ministerio de Economía y Finanzas, que apuesta a un crecimiento no menor al 5 por ciento impulsado, principalmente, por la construcción, la minería y el Canal Interoceánico. Hasta el momento, los pronósticos sobre el papel apuntan en esa misma dirección de crecimiento y recuperación, contribuyendo cada uno de ellos con sus respectivas pinceladas al momento de plasmar el futuro nacional más próximo.
Sin embargo, para el ciudadano de a pie, el de papel y el que experimenta en carne propia son dos mundos que no se corresponden: dos escenarios cuyo telón de fondo son completamente distintos. A diferencia de las proyecciones que lanzan los expertos, la realidad cotidiana del panameño permanece sumergida en la incertidumbre de un desempleo crudo y galopante, con un informalismo laboral que ya supera el 50 por ciento y con una canasta de alimentos cada vez más inalcanzable para grandes sectores de la población. Y la vorágine alcista en los precios del combustible no hacen sino agravar un panorama ya excesivamente sombrío sin visos de soluciones cercanas y sellado por el inmovilismo de una gestión gubernamental carente de ideas y de iniciativas contundentes.
¿Cómo puede cualquier ciudadano depositar confianza alguna en un país de papel que no se corresponde con el que se vive en el día a día? En ese día a día donde los problemas más básicos persisten sin respuestas efectivas. Porque mientras el servicio de suministro de agua persista con tales niveles de deficiencia, mientras la recolección de la basura sea una tarea demasiado grande para los responsables de su manejo, mientras los servicios médicos sean de tan lamentable calidad; en fin, mientras no se gestionen eficientemente los asuntos básicos del país, mal podemos soñar con algo diferente al subdesarrollo que reina actualmente. El futuro nacional permanecerá en jaque mientras la desidia de quienes gobiernan mantenga a la nación hundida en problemas básicos sin resolver.