En un informe de la consultora global IPSOS del 2021, se revela que el sentimiento de que el sistema está roto prevalece con fuerza en Latinoamérica. Para muchos, la economía está amañada para provecho de los ricos y poderosos, lo que provoca un exacerbado divisionismo entre las élites y el individuo común. Éste último está convencido, también, que los partidos políticos tradicionales y sus figuras no se preocupan en lo más mínimo por las necesidades y expectativas de las mayorías.
Por su parte, en la segunda edición del Índice de Riesgo Político 2022 del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica de Chile, se advierte que entre las diez amenazas que afronta América Latina destaca, en primer lugar, la erosión democrática seguida, entre otras, por las protestas sociales y la violencia, además de la polarización política. Esto resulta preocupante en un escenario complejo donde persisten los peligros de la pandemia la cual ha provocado, hasta el momento, un incremento de la desigualdad superior al 2.9 por ciento; además de sumar más de 22 millones de nuevos pobres en el área y la pérdida de 47 millones de empleos con respecto al 2019, antes de la crisis global. En la primera edición de este informe, publicado en 2021, se evidenciaba que la mitad de los países de Latinoamérica y el Caribe ya mostraban señales de erosión democrática.
La desigualdad, la pobreza, las promesas incumplidas y un caudal de problemas que persisten sin solución y, sobre todo, una élite política indiferente a los anhelos de los votantes, alimentan el fuego del fervor antisistema que se extiende por toda el área. Costa Rica, Perú, Chile, Honduras y, ahora, Colombia son testigos incuestionables de este fenómeno. A estas alturas resulta definitivo que es el hartazgo ciudadano lo que impulsa estos acentuados cambios de rumbo. Larry Rico, un joven colombiano de 23 años no lo pudo expresar mejor al momento de depositar su papeleta en el colegio electoral del barrio pobre de Bogotá donde acudió a votar: “No estamos satisfechos con la mediocridad de las generaciones pasadas”.