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Historia de Europa y Rusia

Presidente de Rusia, Vladimir Putin. Foto: AFP

Esta semana ha estallado el enfrentamiento entre la Federación de Rusia y la Organización del Tratado del Atlántico Norte,? la OTAN. Rusia y el bloque de los países de la Unión Europea, junto con EEUU miden sus fuerzas en la frontera ruso-ucraniana. Y no, en La Historia Habla no vamos a tratar el proceso ni la política, pero sí vamos a hablar de la historia de ambos bloques y de sus relaciones.

?Rusia es el país más grande del mundo, posee un territorio equivalente a algo más de la novena parte de la tierra firme del planeta. Tiene las mayores reservas de recursos del mundo aún sin explotar, y es considerada la mayor superpotencia energética. La cuarta parte del agua dulce sin congelar del mundo está dentro de sus fronteras, fronteras que limitan con dieciséis países y que son las más extensas del mundo. Tienen costa en el océano Glacial Ártico, en el océano Pacífico y por si esto fuera poco poseen varios mares interiores: el Báltico, el Negro y el Caspio.

 

A pesar de formar parte del mismo bloque terrestre, la parte asiática de Eurasia siempre se ha entendido como un continente aparte: Asia. Y Rusia está en Asia. Europa ha visto a Rusia como algo diferente a ellos. Ya desde el tiempo del imperio romano las amenazas venían de Rusia.

Pero mucho, mucho tiempo antes también llegaron de las estepas rusas aquellos que fueron capaces de cambiar el mapa genético de toda una península, la Península Ibérica. En uno de los más amplios estudios genéticos que se han desarrollado en España los investigadores descubrieron que a partir de la Edad del Bronce, la composición genética de la gente en Iberia se modificó de forma drástica.

Marcadores genéticos vinculados a poblaciones de las estepas de Europa del este reemplazaron el linaje masculino en España en apenas unos 400 años, entre el 2.400 y el 2000 a.C.

Este linaje R1b es aún hoy en día el mayoritario en España y sobre todo en la región vasca, donde hay una mayor incidencia del mismo y no tienen las influencias posteriores de púnicos, griegos, romanos y musulmanes que arribaron a la península posteriormente.

También llegaron de las estepas los hunos, comandados por Atila, El azote de Dios. Extendió su imperio desde el Mar Negro a la Europa central y desde el río Báltico hasta el Danubio. Fue implacable con el ya maltrecho y dividido Imperio romano, sitió Constantinopla y estuvo a punto de entrar en Roma. Asoló la Galia llegando a la actual Orleans y puso en fuga al emperador del imperio romano de occidente, Valentiniano III, quien debió de salir huyendo de su capital, Rávena, en el año 452.

Atila, en Europa, se convirtió en el coco con el que se asustaba a los niños, por donde pasa Atila no volvía a crecer la hierba, era el monstruo cruel y sanguinario, y Callínico, un cronista bizantino nos relata así la historia de las invasiones hunas. “La nación bárbara de los hunos, (…), llegó a ser tan grande que más de cien ciudades fueron conquistadas y Constantinopla llegó casi a estar en peligro y la mayoría de los hombres huyeron de ella (…) Y hubo tantos asesinatos y derramamientos de sangre que no se podía contar a los muertos. ¡Ay, que incluso ocuparon iglesias y monasterios y degollaron a monjes y doncellas en gran número!”

Atila venía desde las estepas rusas, que en aquel momento eran terra ignota[1]. ¿Cómo lidiaron los romanos europeos en ese momento con esta amenaza? Debían pagarle un cuantioso tributo en oro (cerca de doscientos kilos al año) y que el Imperio evacuara una franja de tierra de entre trescientas y cien millas de ancho entre Sigindunum, la actual Belgrado, y el sur del Danubio. Una zona de amortiguación, igual que la que exige Putin a la Unión Económica europea hoy en día. Como ven, estimados lectores, la historia se repite.

Pero, ¿cómo evolucionó la relación entre los europeos y los rusos en tiempos modernos? Los europeos seguían considerando a los rusos poco menos que salvajes que vivían en el frío perpetuo (lo cual, obviamente no es cierto, allí existen las estaciones, y aunque es cierto que en invierno puede llegarse a -25 o -30 en verano la temperatura puede ser de 25 o 35 grados); se pasan el día borrachos, (las estadísticas afirman lo contrario, no se consume ni más ni menos que en otros países); a partir de la Revolución bolchevique, Rusia personifica el coco del comunismo, (las reformas iniciadas al desfragmentarse la URSS trajeron el sistema económico capitalista, mercado laboral libre, economía de mercado…); y por si fuera poco, los rusos tienen la fama de ser los menos simpáticos del planeta, porque simplemente, en su cultura, la sonrisa no es permanente en el rostro, (los rusos creen que los únicos que sonríen continuamente son los idiotas, la sonrisa la reservan para los íntimos y las ocasiones que lo ameritan).

En sus Cartas de un viajero ruso, escrita y publicada entre 1789 y 1790, el escritor ruso Nikolái Karamzín, expresa el rechazo que los rusos encontraban en Europa. Ellos se sentían europeos, pero los europeos no los aceptaban como tales. Los europeos pensaban en Rusia como un lugar salvaje, bárbaro, una tierra peligrosa habitada por brutos.  En su novela nos relata cómo camino a Königsberg, a dos alemanes les “sorprendió comprobar que un ruso pudiera hablar lenguas extranjeras”. En Leipzig, los profesores se referían a los rusos como “bárbaros” y no podían creer que tuvieran sus propios escritores. Y los franceses consideraban que los rusos solo eran “monos que saben imitar” las costumbres francesas.

Como podemos comprobar, los estereotipos y la suspicacia permean las relaciones del mundo occidental con Rusia desde hace cientos de años.

¿Y cómo ha visto Rusia a Occidente? Esa es otra historia que les contaremos en la siguiente entrega de La Historia Habla.

 

[1] Una terra incognita o terra ignota es un territorio que aún no ha sido explorado por el hombre. Esta inscripción se encontraba originalmente en los mapas, principalmente en los planisferios, para designar las tierras situadas más allá de las zonas conocidas por la civilización occidental (Wikipedia)

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