El discurso político ha degenerado peligrosamente hacia el juego de palabras: el éxito electoral coquetea ahora con quien mejor las utilice para ocultar sus reales intenciones y con quien logre vestir de mejores ropajes sus aviesos pecados. Los eufemismos, en esta nueva variante de la política criolla, se han convertido en su columna vertebral; al punto que despojar o atracar los fondos públicos pasa ahora por llamarse “gasto de movilización”.
Porque no de otra manera puede llamarse al despojo ejecutado por un grupo de 751 alcaldes y representantes de corregimientos que bajo esta etiqueta reciben anualmente la friolera de 12 millones de dólares en comunidades donde el hambre, el desempleo y la incertidumbre son el menú cotidiano. Y resulta escandaloso que sean los mismos beneficiados quienes decidan la asignación de estos privilegios que compuestos por el salario, gasto de movilización, de representación y dietas por reunión significan, para algunos, ingresos mensuales superiores a los 10 mil dólares. Más de lo que ganan el presidente de la república y los magistrados de la Corte Suprema de Justicia.
Entre este privilegiado grupo de funcionarios, figuran diez alcaldes cuyos ingresos significan un desembolso anual de 420 mil 900 dólares. Sus salarios oscilan entre los 7 mil 350 y los 12 mil 250, en comunidades donde lo que sobra no es el dinero, sino las necesidades y los problemas en espera de soluciones.
El juego de palabras cultivado por esta afortunada casta equivale al tradicional “juego de manos es juego de villanos”. Cuando en futuras ocasiones se les escuche en sus manoseadas expresiones de “preocupación profunda por su pueblo” o que no pueden conciliar el sueño a causa de las angustias que les causa la difícil situación de las mayorías, le corresponde al ciudadano mantenerse alerta y entender que están en pleno despliegue de la verborrea demagógica que les ha caracterizado desde siempre. Tras toda esa palabrería no sentida, aguardan prestos a dar el zarpazo mortal la avaricia incontenible y los intereses no confesos de los cuales el renglón de “gastos de movilización” sólo es una pequeña muestra. ¡Y alertas todos, que tampoco será la última!