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Mercantilismo sanitario
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septiembre 23, 2021

Mercantilismo sanitario

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El informe de Amnistía Internacional, “Las empresas farmacéuticas y la crisis de las vacunas contra la Covid-19”, resulta contundente: “Algunas empresas -Pfizer, BioNTech y Moderna- han vendido hasta el momento su producción exclusivamente a los países ricos, anteponiendo así las ganancias a la salud para todas las personas. Hasta inicios de septiembre, Pfizer/BioNTech había asignado a países de ingresos altos y medianos altos el 99 por ciento de sus entregas; mientras que Moderna había hecho lo propio con el 88 por ciento de las suyas. La farmacéutica Johnson & Johnson, por su parte, formó parte de este grupo elitista entregando el 79 por ciento de sus antígenos. Únicamente el 3.4 por ciento de la producción de 2021 de Moderna y el 8 por ciento de la de Pfizer/BioNTech será entregada al COVAX, un sistema global de compra y distribución instaurado para asignar vacunas disponibles a los países que forman parte del mecanismo sin importar el nivel de ingresos. Esta iniciativa pretendía distribuir 2 mil millones de dosis este año, sin embargo, hasta agosto sólo había logrado despachar 190 millones. 

Según cita el informe, en el plazo de doce meses el ingreso estimado de estas tres empresas supera los 130 mil millones de dólares. En noviembre de 2020 expertos de la ONU advirtieron que los beneficios particulares y económicos de este sector no pueden prevalecer sobre el derecho a la salud y a la vida de miles de millones de personas. Sin embargo, la advertencia cayó en saco roto y el ansia de lucro cierra las puertas a medidas como la transferencia de tecnología y conocimientos que permitiría aumentar la producción de vacunas y, también, las posibilidades de controlar efectivamente la pandemia.                                        

Mientras amplios sectores del orbe permanezcan excluidos del proceso de inmunización, la continua aparición de nuevas olas de contagios y de múltiples variantes del virus seguirán constituyendo una potencial amenaza para el resto del planeta. ¿Seguirá primando la codicia mercantilista sobre el sentido común y la tan necesaria solidaridad?