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Etiqueta: farmacéuticas

Carencias mortales

La escasez de medicinas en el sistema de salud pública de Panamá se ha convertido en una problemática urgente y desalentadora que exige soluciones concretas y políticas públicas efectivas. Lamentablemente, el contexto actual de la campaña electoral para las elecciones de 2024 ha destacado la carencia de medidas pertinentes que apunten a resolver el problema.

El desabastecimiento de medicinas es una cuestión que afecta directamente la calidad de vida de los panameños. La falta de tratamientos y medicamentos esenciales impide a los pacientes recibir la atención médica adecuada y puede tener consecuencias devastadoras para aquellos que sufren de enfermedades crónicas o condiciones graves. Para abordar este problema, se requieren medidas precisas y detalladas que enfoquen recursos y esfuerzos en mejorar la infraestructura de salud, garantizar el acceso equitativo a los medicamentos y fortalecer la capacidad de compras atacando las falencias que ponen los intereses económicos de los grupos farmacéuticos por encima de la salud ciudadana. Es imperativo que todas las partes involucradas en la crisis se comprometan con un diálogo transparente y significativo con los ciudadanos. Resulta urgente abandonar las promesas politiqueras y volver a poner el interés público sobre el comercial para enfrentar el desafío del desabastecimiento de medicinas que tantas angustias causa en la población que depende de los servicios que brinda el Estado.

Asimismo, es esencial que los aspirantes al poder demuestren un compromiso real con la salud pública y presenten estrategias específicas para mejorar la distribución y disponibilidad de medicamentos. La transparencia y la reglamentación efectiva en la gestión de compras serán fundamentales para garantizar un abastecimiento adecuado y sostenible.

La situación es insostenible ya. El problema del desabastecimiento de medicinas en el sistema de salud pública de Panamá requiere de líderes con visión, metas claras y planes de gobierno detallados. Los ciudadanos tienen el derecho y la responsabilidad de exigir que, de una vez por todas, se resuelva esta crisis que afecta directamente la vida de miles de personas.

El negocio de los medicamentos en Panamá, la receta para el caos.

Esta es una escena muy común: un usuario de la Caja de Seguro Social en Panamá, luego de esperar durante 35 minutos en una larga fila, entrega sus recetas en la farmacia; espera otros 50 minutos y una hora y media después que llegó le devuelven su receta mientras desde dentro de la ventanilla una voz sin rostro dice con desdén: “Este medicamento no hay” …

El usuario no sabe bien qué o cómo responder. Enojarse, retirarse o desaparecer; pasan dos segundos, en su mente parecen siglos; piensa en que tendrá que volver a empezar otro proceso interminable… madrugar, hacer filas, esperar, hacer más filas y volver a esperar… Pensando en ese ciclo está casi absorto. Han pasado tal vez 5 segundos. La voz sin rostro sube el tono: “¡Señor!”. Ahora, una mano de mujer, ataviada de anillos y pulseras que parecen oro, se hace visible desde la niebla de las herméticas ventanillas… armada de un bolígrafo que golpea en el mostrador:  tic, tic, tic… la voz pretende sacar al usuario de su shock. “Puede intentar en otra policlínica; o venga en tres semanas, para ver”.

El medicamento es para la hipertensión. Según datos del 2015 de los Censos de Salud, un tercio de la población panameña sufre de hipertensión, diabetes, o saturación de grasa en la sangre (dislipidemia); en números concretos, 3 de cada 10 habitantes en el país; o para que lo entendamos bien:  1.3 millones de pacientes crónicos. Es una multitud obligada a consumir fármacos diariamente para mantenerse viva.

El señor en la ventanilla aún no atina a decir nada. Está enojado, pero tiene miedo de manifestarlo. Finalmente encuentra valor: “¿Qué vuelva el otro mes? Señora, ese medicamento es para la presión, tengo que tomar una pastilla diaria” …

Tic, tic, tic… el bolígrafo vuelve a sonar en el mostrador; advierte que la paciencia de la voz sin rostro se extingue rápidamente. “Señor, aquí no hay ese medicamento; usted decida qué va a hacer… Siguiente…”

Esa tragedia se repite miles de veces al día en las farmacias de la Caja de Seguro Social a lo largo del país. En las instalaciones del Ministerio de Salud el escenario ocurre igual…

El usuario tendrá que ir a las farmacias privadas y comprar el medicamento que necesita. Ahí seguro encontrará lo indicado para resistir un mes más, hasta que vuelva a enfrentar a la voz sin rostro en las farmacias estatales. Pero, el precio será un mal mayor que su padecimiento. Es la receta para el caos; un ciclo perverso en el que hay millones de pacientes atrapados y mucho dinero en juego. Pero, ¿cómo funciona?

Los síntomas.

El mercado de medicamentos en Panamá padece una enfermedad grave y degenerativa: un padecimiento que no mata al paciente, pero lo mantiene secuestrado para siempre.

Es un mercado pequeño en tamaño y extensión, fácil de cubrir y simple de manipular y controlar; un par de llamadas pueden dejar, en minutos, desabastecido de medicinas al sistema público de salud.

Al mismo tiempo, semejante al funcionamiento del cuerpo de un adicto, “el mercado” necesita los fármacos para vivir. Recordemos que son 1.3 millones de pacientes de enfermedades crónicas; sin contar los demás, como cáncer, y una serie de padecimientos poco comunes.

Los proveedores son exclusivos y únicos. Venden los fármacos al sistema público de salud y a las instalaciones del sector privado. Nadie puede meterlos al país, excepto ellos. Es decir, cada enfermo en Panamá está en sus manos.

Luego está el Estado, que es víctima y cómplice al mismo tiempo, porque simplemente no regula o regula muy poco. Está obligado a comprarle a los proveedores únicos y hacer cumplir la Ley 1 de medicamentos, del año 2000 y el decreto 178 que la regula y que les garantiza a esos intermediarios la exclusividad del mercado.

Los dueños de la plaza

Las empresas que tienen en sus manos el mercado panameño de medicamentos son cinco: Compañía Astor, del grupo Arrocha; Grupo CG, de Hasseth; Impa-Doel, Droguería Ramón González Revilla y Reprico.

Según el economista William Hughes, catedrático de la Universidad de Panamá, en un solo año esas empresas “invirtieron 350 millones de dólares y obtuvieron ganancias por 850 millones”. Eso significa una rentabilidad superior al 100%, explicó el economista, mientras se debatía el problema de las medicinas en el país. “Ese grupo controla el 75% del mercado” y, además de ser importadores, distribuyen y venden al consumidor, participando en diferentes etapas del proceso.

El síndrome del caos

En 7 de cada 10 compras de medicamentos que se hace en el país, una de las cinco empresas que mencionamos arriba está involucrada. Todas participan en las millonarias compras que hace el gobierno y, generalmente, una impugna los resultados. ¿Qué sigue después? ¡Fácil! La impugnación retrasa el contrato, la compra y la entrega. Las medicinas no llegan y las instituciones tienen que salir al mercado de las “compras apremiantes”, donde pagan un precio más alto.

Otra fórmula es retrasando la entrega, lo que puede representar una multa; sin embargo, es -muchas veces- ridícula en comparación a la ganancia que se genera por las “compras apremiantes”.

Adicionalmente, pasa que una empresa que parece lista para asumir la compra de pronto renuncia a la adjudicación del acto público y la CSS se ve, una vez más, forzada a las “compras apremiantes”.

La última fórmula se observa cuando un importador exclusivo simplemente no se presenta y ya sabemos a dónde llega el proceso: compras apremiantes.

Para la economista y ahora precandidata presidencial por la libre postulación, Maribel Gordón, “estas son prácticas monopólicas y oligopólicas”. El propio director de la Caja de Seguro Social, Enrique Lau Cortés, admitió que la institución está secuestrada por el síndrome y que los ciudadanos terminan pagando precios que calificó como “inmorales”. Según Lau, “existe una mafia entre los importadores”, que ha venido denunciando desde que llegó al cargo en octubre de 2019.

La Cura

A estas alturas, queda claro que el mercado está distorsionado. ¿Cómo corregirlo?: la única vía es la liberación real del mismo. Pero el gobierno luce lento en el tema. Tras seis meses de reuniones con los involucrados, finalmente la noche del 2 de agosto de 2022, el vicepresidente de la República, José Gabriel Carrizo, anunció que recomendarían al presidente Laurentino Cortizo, reglamentar una ley de 2019, que reforma la Ley 1 del año 2000. Aseguró que la decisión le “permitiría eliminar las barreras y acceder a más medicamentos”.

A la espera que algo suceda, miles de panameños más continúan en las instalaciones de Salud pública, escuchando a una voz sin rostro, detrás de una hermética ventanilla: “Ese medicamento no está, señor, regrese el mes próximo”

Sede de Johnson & Johnson

Johnson & Johnson anuncia plan para dividirse en dos

La escisión implicará la creación de «dos líderes mundiales que estarán mejor posicionados para ofrecer mejores resultados de salud para pacientes y consumidores a través de la innovación», dijo J&J en un comunicado.

Se trata de la tercera gran empresa que anuncia un plan para dividir su negocio esta semana, después de General Electric y Toshiba.

J&J planea completar su separación en un plazo de 18 a 24 meses, creando dos empresas diferentes que coticen en bolsa.

El director ejecutivo Alex Gorsky señaló que la decisión fue tomada tras una «evaluación integral».

La junta y la gerencia consideran que la división es «la mejor manera de acelerar nuestros esfuerzos para servir a pacientes, consumidores y profesionales de la salud, crear oportunidades para nuestro talentoso equipo global, crecimiento con beneficios, y -lo más importante- mejorar los resultados de la atención sanitaria para las personas alrededor del mundo».

La separación «destaca nuestro foco para proporcionar innovaciones líderes en la industria del sector biofarmacéutico y de aparatos médicos, con el objetivo de traer nuevas soluciones al mercado para pacientes y sistemas sanitarios, mientras se crea un valor sostenible para los accionistas», añadió.

La compañía también dijo que sus 136.000 empleados en todo el mundo «seguirán siendo la columna de este negocio».

Las acciones de J&J subieron en Wall Street al conocerse la noticia.

– Pasivo –

La rama «salud del consumidor» asumirá el pesado pasivo de su talco para bebés. La firma fue condenada en junio por la Corte Suprema de Estados Unidos a pagar 2.100 millones de dólares en daños y perjuicios por la venta de este talco, acusado de contener amianto y haber provocado cáncer.

El grupo, que rechazó declararse culpable, dejó de comercializar este polvo en Estados Unidos y Canadá en mayo de 2020.

En octubre pidió la protección de la ley de quiebras para la filial que gestiona ese producto, una maniobra criticada por sus detractores porque le permite bloquear acciones judiciales en curso.

«Recordamos que el anuncio de hoy es distinto de las deudas y procedimientos vinculados a la quiebra anunciada hace algunas semanas», aseguró Joseph Wolk, director financiero de J&J durante una conferencia telefónica con analistas.

«Dejaremos a los tribunales determinar el veredicto adecuado sobre esas deudas», añadió.

– Trayectorias diferentes –

Con esta división, el grupo de New Brunswick (New Jersey) sincera la trayectoria divergente de sus diferentes actividades con, por un lado, las marcas para el gran público que tienen un crecimiento de ingresos más bien lento y, por el otro, una división farmacéutica que requiere mucha inversión pero genera beneficios importantes.

La división de productos de consumo masivo generó una facturación de 3.700 millones de dólares en el tercer trimestre, cerca de 16% de los ingresos totales de la firma.

Las divisiones «equipamientos médicos» y «farmacéutica», que constituirán la segunda empresa, aportaron 20.000 millones de dólares entre julio y septiembre.

En esta unidad farmacéutica fue elaborada la vacuna contra el covid-19 que vendió por algo menos de 500 millones de dólares en el tercer trimestre.

«La rama farmacéutica de J&J es desde hace bastante tiempo la de mejor resultado», resumió Art Hogan, analista de National Holdings.

AFP

Resultados prometedores para las primeras píldoras contra la COVID-19

Las farmacéuticas estadounidenses Merck (MSD) y Pfizer anunciaron resultados alentadores para los primeros tratamientos orales contra el COVID-19, mientras un antidepresivo también mostró signos prometedores, lo que podría abrir un nuevo capítulo en la lucha contra la pandemia.

¿En qué consisten estos tratamientos? 

Se habla de tratamientos orales, píldoras o pastillas, que se administrarían en cuanto aparecen los primeros síntomas de COVID-19, con el objetivo de evitar formas graves de la enfermedad y, por tanto, la hospitalización.

Tras meses de investigación, dos gigantes farmacéuticos estadounidenses acaban de anunciar que lo han conseguido: Merck, a principios de octubre, con el molnupiravir, y Pfizer, este viernes, con el paxlovid.

Se trata de antivirales que actúan reduciendo la capacidad de replicarse del virus, frenando así la enfermedad.

Ambas compañías informan de una fuerte reducción de las hospitalizaciones entre los pacientes que tomaron sus tratamientos: a la mitad en el caso de molnupiravir y casi al 90% en el de paxlovid, aunque las comparaciones directas sobre la eficacia no son posibles debido a los diferentes protocolos de los estudios.

En paralelo, un antidepresivo que ya está en el dominio público, la fluvoxamina, mostró resultados alentadores en la prevención de las formas graves de COVID-19, según un estudio publicado en octubre por investigadores brasileños en la revista Lancet Global Health.

¿Por qué es importante? 

Si se confirma que estos fármacos resultan eficaces, será un gran paso adelante en la lucha contra el covid-19 porque complementarían, pero no sustituirían, a la vacunación en el arsenal terapéutico contra el virus.

Aunque ya existen tratamientos, principalmente en forma de anticuerpos sintéticos, son fármacos para pacientes que ya padecen formas graves de la enfermedad y que se inyectan por vía intravenosa y por tanto son complejos de administrar.

Por el contrario, una píldora o un comprimido puede recetarse rápidamente al paciente, que puede tomarlo fácilmente en casa.

Los tratamientos de Merck y Pfizer, que también tendrían pocos efectos secundarios, prevén diez dosis durante cinco días.

«El éxito de estos antivirales abre potencialmente una nueva era en nuestra capacidad para prevenir las graves consecuencias de la infección por SARS-Cov2», dijo el virólogo británico Stephen Griffin en Science Media Center.

¿Cuáles son las limitaciones? 

Sigue siendo difícil evaluar el interés de los tratamientos de Merck y Pfizer, ya que los dos grupos solo han publicado hasta ahora comunicados de prensa, sin dar detalles de sus ensayos clínicos.

Por eso estos anuncios deben «tomarse con cautela» hasta que se disponga de los estudios, señaló en septiembre la especialista francesa en enfermedades infecciosas Karine Lacombe, quien subrayó que estos tratamientos representan un mercado «potencialmente enorme» para los fabricantes.

Pese a todo, hay claros indicios de que Merck y Pfizer no están haciendo promesas vacías.

En cuanto a la fluvoxamina, aunque el estudio es accesible para todos, no está exento de críticas.

Varios investigadores lamentan que los autores no hayan evaluado únicamente la frecuencia de las hospitalizaciones, sino también la frecuencia de las estancias prolongadas en los servicios de urgencias, lo que complica la interpretación de los datos.

¿Para cuándo? ¿Y por cuánto dinero ? 

El molnupiravir de Merck ya está aprobado en el Reino Unido, donde las autoridades sanitarias dieron el jueves luz verde a su uso en pacientes con al menos un factor de riesgo de desarrollar una forma grave de la enfermedad, como ancianos, obesos y diabéticos.

Las autoridades sanitarias de Estados Unidos y la Unión Europea (UE) también están revisando en urgencia el medicamento.

La Agencia Europea de Medicamentos (EMA) prometió el jueves «acelerar» el proceso, aunque no quiso dar una fecha.

Varios países ya han pedido reservas de monulpiravir, como Francia con 50 mil dosis y sobre todo Estados Unidos con 1,7 millones de dosis.

El pedido estadounidense da una idea del alto precio de este medicamento: representa mil 200 millones de dólares, es decir, unos 700 dólares por dosis.

En cuanto a Pfizer, que por el momento solo menciona una solicitud de autorización en Estados Unidos, no ha detallado el precio del paxlovid, prometiendo que sería «asequible» y diferenciado según los países y su nivel de desarrollo.

Mercantilismo sanitario

El informe de Amnistía Internacional, “Las empresas farmacéuticas y la crisis de las vacunas contra la Covid-19”, resulta contundente: “Algunas empresas -Pfizer, BioNTech y Moderna- han vendido hasta el momento su producción exclusivamente a los países ricos, anteponiendo así las ganancias a la salud para todas las personas. Hasta inicios de septiembre, Pfizer/BioNTech había asignado a países de ingresos altos y medianos altos el 99 por ciento de sus entregas; mientras que Moderna había hecho lo propio con el 88 por ciento de las suyas. La farmacéutica Johnson & Johnson, por su parte, formó parte de este grupo elitista entregando el 79 por ciento de sus antígenos. Únicamente el 3.4 por ciento de la producción de 2021 de Moderna y el 8 por ciento de la de Pfizer/BioNTech será entregada al COVAX, un sistema global de compra y distribución instaurado para asignar vacunas disponibles a los países que forman parte del mecanismo sin importar el nivel de ingresos. Esta iniciativa pretendía distribuir 2 mil millones de dosis este año, sin embargo, hasta agosto sólo había logrado despachar 190 millones. 

Según cita el informe, en el plazo de doce meses el ingreso estimado de estas tres empresas supera los 130 mil millones de dólares. En noviembre de 2020 expertos de la ONU advirtieron que los beneficios particulares y económicos de este sector no pueden prevalecer sobre el derecho a la salud y a la vida de miles de millones de personas. Sin embargo, la advertencia cayó en saco roto y el ansia de lucro cierra las puertas a medidas como la transferencia de tecnología y conocimientos que permitiría aumentar la producción de vacunas y, también, las posibilidades de controlar efectivamente la pandemia.                                        

Mientras amplios sectores del orbe permanezcan excluidos del proceso de inmunización, la continua aparición de nuevas olas de contagios y de múltiples variantes del virus seguirán constituyendo una potencial amenaza para el resto del planeta. ¿Seguirá primando la codicia mercantilista sobre el sentido común y la tan necesaria solidaridad?