Historia de los milagros

Terminábamos la pasada entrega de La Historia Habla hablando de la canonización y la beatificación de los tres pastorcitos que vieron el 13 de mayo de 1917 a la Virgen de Fátima.

Para llegar a la canonización se requiere de la realización confirmada de, por lo menos, dos milagros. Y el postulado a beato debe realizar, por lo menos, un milagro.

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, un milagro es un hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a una intervención sobrenatural de origen divino. Según los Evangelios canónicos, Jesús realizó una serie de hechos sobrenaturales a lo largo de su vida pública; si nos referimos a los evangelios apócrifos, Jesús también habría hecho milagros cuando era niño, por ejemplo, en el Evangelio de la Infancia de Tomás, teniendo Jesús 5 años formó con barro 12 gorriones y tras darles la orden, cobraron vida.

El proceso de canonización consta de las siguientes etapas:

1) Aprobación de un segundo milagro ocurrido tras la beatificación. (Al igual que ocurre en el proceso de beatificación, si el postulado ha sufrido martirio no se suele requerir un milagro).

2) La Congregación para las Causas de los Santos examina este segundo milagro presentado. Para examinarlo la Congregación sigue los mismos pasos que para el primer milagro que se presentó para la beatificación.

3) El Santo Padre aprueba el Decreto de Canonización.

4) El Santo Padre convoca un Consistorio Ordinario Público, donde informa a todos los Cardenales de la Iglesia y luego determina la fecha de la ceremonia de canonización.

5) Ceremonia de canonización: la celebra el papa en la basílica de San Pedro o en la plaza de San Pedro del Vaticano. En el caso del papa San Juan Pablo II, las canonizaciones las realizaba en el país de origen del beato a canonizar durante sus viajes pontificios por el mundo.

En la ceremonia solemne de la canonización, el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos presenta la causa de la canonización ante el papa quien, al final del rito, pronuncia la siguiente fórmula en latín: “En honor a la Santísima Trinidad, para exaltación de la fe católica y crecimiento de la vida cristiana, con la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y la Nuestra, después de haber reflexionado largamente, invocando muchas veces la ayuda divina y oído el parecer de numerosos hermanos en el episcopado, declaramos y definimos santo(a) al (o a el o la) beato(a) N.N. y lo (la) inscribimos en el Catálogo de los Santos, y establecemos que en toda la Iglesia sea devotamente honrado(a) entre los santos. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.

Mediante la canonización se concede el culto público en la Iglesia católica. El nombre de la persona se inscribe en la lista de los santos de la Iglesia y a la persona en cuestión se la «eleva a los altares”. Se le asigna un día de fiesta y se le pueden dedicar iglesias y santuarios.

La posición oficial de la Iglesia católica sobre los milagros se expresa en el Numeral 66 y 67 del Catecismo: “A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas «privadas», algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Estas, sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de ‘mejorar’ o ‘completar’ la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia. Guiado por el Magisterio de la Iglesia, el sentir de los fieles (sensus fidelium) sabe discernir y acoger lo que en estas revelaciones constituye una llamada auténtica de Cristo o de sus santos a la Iglesia. La fe cristiana no puede aceptar ‘revelaciones’ que pretenden superar o corregir la Revelación de la que Cristo es la plenitud. Es el caso de ciertas religiones no cristianas y también de ciertas sectas recientes que se fundan en semejantes ‘revelaciones’.”

Uno de los milagros más impresionantes que los fieles dijeron haber contemplado en Fátima fue el del «Milagro del Sol». Que, tal y como lo transcribimos en Historia de la apariciones marianas II fue relatado por el periodista Avelino de Almeida, que explicaba en las páginas del diario O Século: <<(…) uno asiste a un espectáculo único e increíble para aquellos que no lo han presenciado. (…) se ve a la inmensa multitud volverse hacia el sol, que está limpio de nubes, en pleno mediodía. El astro se asemeja a un disco de plata pálida y se le puede contemplar cara a cara sin ninguna molestia. (…) “¡Milagro! ¡Milagro! ¡Maravilla!» (…) el sol ha temblado, ha realizado unos movimientos bruscos nunca vistos, fuera de todas las leyes cósmicas; el sol ‘ha danzado’ (…)>>.

Pero ¿son reales los milagros o son solo espejismos mentales producidos por el afán de ‘creer’? Muchos de los científicos y los estudiosos plantean que, por ejemplo, este tipo de fenómenos como el ‘baile del sol’ se deben a efectos ópticos resultantes de la distorsión temporal de la retina causada por mirar fijamente una luz intensa y por la saturación de las células fotosensibles de la retina y han sido descritos en muchos lugares donde peregrinos religiosos habían sido alentados a mirar fijamente al sol otros sugieren posibles explicaciones psicológicas o neurológicas de las apariciones.

En Fátima no solo se afirmó haber visto al astro rey danzar, en otras ocasiones los fieles dijeron haber visto niebla luminosa y lluvia de pétalos blancos alrededor de la encina sobre la que se aparecía la Señora.

Por último, los niños videntes de Fátima dijeron que la aparición había avisado de que una gran señal en el cielo nocturno precedería a una segunda gran guerra. El 25 de enero de 1938 una aurora boreal pudo contemplarse en todo el hemisferio norte, incluso en lugares tan al sur como el norte de África, las Bermudas y California. Las luces fueron tan intensas que en París la población entró en pánico y se reportaron cientos de llamadas a los bomberos. Lucía, la única vidente con vida para entonces, indicó que este era el signo que la Señora les había anunciado aunque la II Guerra Mundial no comenzaría hasta un año y medio después.

 

 

 

 

Comparte esta Noticia
Escribir Comentario