Historia de Roma II

Tal y como veíamos en la anterior entrega de La Historia Habla, esta semana se ha conmemorado la fundación de la ciudad de Roma. La Ciudad Eterna, la capital del Imperio.

Los emperadores, bajo la pax romana iniciada por Octavio Augusto, transformaron la ciudad. El mismo Augusto llegó a declarar que él había encontrado una ciudad de ladrillo y dejó una ciudad de mármol.

El territorio del Imperio Romano, en su máximo esplendor bajo el reinado del emperador Trajano, nacido en Hispania, abarcaba tres continentes, desde el océano Atlántico al oeste hasta las orillas del mar Caspio, el mar Rojo y el golfo Pérsico al este, y desde el desierto del Sahara al sur hasta las tierras boscosas a orillas de los ríos Rin y Danubio y la frontera con Caledonia al norte. Su superficie máxima estimada es de unos 5 millones de kilómetros cuadrados.

Los soldados, los mercaderes, los funcionarios, los ciudadanos y los esclavos que recorrían los dominios romanos extendieron una sola lengua, el latín vulgar, que al evolucionar dio como resultado las lenguas romances: español, francés, portugués, italiano, rumano, criollo haitiano, catalán, siciliano, emiliano-romañol, gallego, véneto, lombardo, napolitano, piamontés, sardo, criollo mauriciano, chabacano, criollo antillano, criollo caboverdiano, occitano, friulano, asturleonés, valón, criollo de  Reunión, ligur, papiamento, criollo de la Guayana francesa, arrumano, judeoespañol (incluyendo la haquetía), franco-provenzal, corso, normando, criollo seychelense, forro, criollo de Rodrigues, romanche, ladino, aragonés, criollo de Luisiana, criollo angolar, meglenorrumano, criollo palenquero, criollo karipúna, lunguyê, criollo chagosiano, istrorrumano, criollo de Agalega y el criollo tayo.

La sociedad romana heredó también la idea de que los derechos que tienen los miembros de la comunidad se expresan a través de leyes. La primera recopilación de leyes hecha en Roma se denominó «Ley de las doce tablas», Lex duodecim tabularum o Duodecim tabularum leges. Estas tablas, en un principio de madera y más tarde hechas de bronce, estaban colocadas en el Foro para que los ciudadanos pudieran saber sus derechos. Al parecer, cuando los galos saquearon Roma, en el 390 a. C. estas tablas desaparecieron. Tito Livio afirma que las normas recogidas en esas tablas fueron la fuente de todo el derecho romano, tanto público como privado. Y Cicerón dijo que los niños aprendían su contenido de memoria.

El emperador Justiniano, ya en las postrimerías del imperio, organizó y recopiló todas las leyes en lo que se conoce como el Código de Justiniano. Estas leyes, el derecho romano, conforman la base de nuestro derecho actual.

Los romanos fueron constructores excepcionales, el estudio de la física aplicada a la ingeniería les permitió lograr edificaciones que han resistido indemnes el paso de los siglos.

Ellos inventaron los acueductos, la traída de agua a las ciudades, a veces desde cientos de kilómetros de distancia, permitió el desarrollo urbanístico y el surgimiento de las grandes ciudades del imperio. Los acueductos llevaban agua limpia, y las cloacas, un perfecto sistema de saneamiento y manejo de las aguas servidas y pluviales, están tan magníficamente construidas que aún hoy se utiliza el alcantarillado romano en varias ciudades. Igual que hay muchos acueductos que aún se conservan, para asombro de los visitantes, como el de Segovia.

Mantener unificado, controlado y comunicado el inmenso territorio que abarcaba el imperio solo podía lograrse a través de una red vial. Esta red vial, construida con varias capas de materiales y de un ancho tal que en algunos casos podían pasar cómodamente dos carretas en paralelo, también sigue, en algunos casos, en uso. Estas vías romanas permitieron a las legiones dominar y subyugar a los pueblos, pero también ayudaron a que los avances técnicos, el conocimiento y la cultura se extendiera por todo el mundo romano.

El estilo arquitectónico del Imperio se define por las columnas, los techos abovedados, las cúpulas y los arcos. Sus ciudades fueron el modelo de muchas ciudades, y el sistema organizativo que se basa en los campamentos, con la cuadrícula dividida por las dos vías principales, el cardo y el decumano, aún se puede reconocer incluso en las ciudades de planta colonial.

En las ciudades más importantes había edificios destinados a la recreación y al ocio, los circos, los teatros y los anfiteatros, algunos de ellos con capacidad de hasta 11 000 asistentes.

También perduran hasta nuestros días los restos de algunas de las termas más importantes, en estos edificios había piscinas con baños de agua caliente o fría, bibliotecas, salas de reuniones y de masajes, así como gimnasios y palestras.

¿Cómo lograron que estas construcciones sean tan duraderas: Porque inventaron el concreto, y su concreto es más duradero y más ecológico que el actual, se obtenía de la mezcla de cal, ceniza volcánica y agua de mar. Este concreto requiere de menos temperatura que la que se necesita alcanzar en el proceso actual.

Pero no solo eran maravillosos ingenieros y constructores, sino que también les debemos a ellos cosas como el periódico. Pues sí, en concreto a Julio César cuando aún era cónsul quien convirtió el Acta diurna populi romani que llevaba publicándose aproximadamente desde el 120 a.C. en algo periódico en el año 59 a.C. Y no solo eso, sino que también fue César quien hizo pública el Acta senatus, un boletín con los acontecimientos del Senado para que los ciudadanos supieran lo que debatían los senadores. El Acta Diurna se escribía en piedra o metal y le ponían un sello oficial luego se colocaba en el foro.

Los romanos también nos legaron el libro, así en el formato que conocemos, el libro es el descendiente directo de los codex romanos, una serie de tablillas de madera cubiertas de cera donde se marcaba con un stilo y que se unían unas a las otras por uno de sus lados.

Por último, es bueno recordar que los romanos tenían un concepto del tiempo tan flexible como el de los panameños, ya que una hora romana podía durar desde 75 minutos en verano hasta 45 en invierno. Al dividir el día según el tiempo de luz solar, los días en invierno y en verano variaban, pero el día siempre tenía 12 horas diurnas que empezaban con el amanecer y 12 horas nocturnas que se contaban en cuanto se ponía el sol. Debido a que la longitud del día en invierno y en verano era muy diferente, la longitud de cada hora también podía variar. No, los romanos no solían ser muy puntuales.

 

 

 

 

 

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