El 10 de febrero de 1996 habría transcurrido como cualquier otro día del calendario si no fuera por la cita que unía a dos personajes singulares en torno a un tablero de ajedrez: uno de ellos, Gary Kasparov, era el campeón mundial del juego ciencia desde 1985; el otro, Deep Blue, un ordenador desarrollado por la icónica empresa de tecnología IBM. El duelo, programado en seis partidas, intentaba establecer quién era más “inteligente”: si la mente de un ajedrecista profesional o el cerebro electrónico de aquella computadora que marcaría el rumbo a seguir en la industria digital. Aunque el campeón ruso perdió la primera partida, terminó venciendo a la máquina por 4-2 en el resultado global.
Quince meses después, Kasparov y la máquina volverían a verse las caras. En esta oportunidad, la nueva versión llamada Deeper Blue, contaba con una unidad central muchísimo más potente y con una serie de procesadores tan poderosos que le permitían calcular millones de posiciones por segundo. Esta vez el representante del género humano sucumbió ante la supercomputadora, cuyo triunfo se constituyó, desde entonces, en un hito en el desarrollo de la inteligencia artificial.
Las “neuronas” de Hal 9000
En su definición más simple, la inteligencia artificial (IA) es la simulación de la inteligencia humana por parte de las máquinas. Apoyándose en el aprendizaje profundo y el procesamiento del lenguaje natural, apunta a crear sistemas capaces de aprender y razonar como el ser humano con la finalidad de ejecutar tareas de una manera lógica.
Por medio de la IA- término acuñado en 1956 por John McCarthy-, un sistema informático puede ser entrenado para realizar una función específica procesando grandes volúmenes de datos, identificando patrones y tendencias con esa información, además de reaccionar con una de entre varias opciones ante determinadas situaciones.
¿Se ha sorprendido alguna vez en que Amazon le ha sugerido un producto en la línea de otro que adquirió recientemente con ellos? ¿O de los distintos títulos de libros que le ha propuesto la librería virtual en la misma temática de ese que recién les compró? ¿No le ha ocurrido que, tras salir del centro comercial, a su celular llega sorpresivamente un mensaje preguntándole sobre la atención recibida en algunos de los negocios del lugar? Tras todos esos eventos está presente la IA, al igual que tras una gama infinita que van desde los autos autónomos (que no le requieren a usted a cargo del timón) hasta los asistentes virtuales pasando por los videojuegos, los chatbots y múltiples dispositivos del hogar.
Antes de la IA, después de la IA
Mientras el mundo occidental se preparaba para celebrar las tradicionales festividades del fin de año, los poderosos algoritmos de la empresa canadiense Blue Dot examinaban un imponente volumen de datos desperdigados en informes de noticias globales, webs informativas y periódicos en más de treinta idiomas, informes de brotes de enfermedades animales, declaraciones de organizaciones oficiales de salud pública, datos demográficos, medios digitales, datos de aerolíneas, bases de datos sobre enfermedades de plantas y hasta los comentarios vertidos en foros. ¡Toneladas de información examinadas cada 15 minutos, las 24 horas del día!
Luego que la IA, gracias al big data, al aprendizaje profundo y al procesamiento de lenguaje natural, determinó las anomalías que aparecieron en el proceso de esa noche evidenciando una serie de patrones y tendencias, todo fue sometido a la mirada inquisidora del equipo de médicos y programadores de computadoras presentes en ese turno laboral. En esta etapa del proceso, el análisis humano tomaba el control.
Poco después de la medianoche del 30 de diciembre, los sistemas de IA de Blue Dot habían encontrado un patrón de 27 casos de una neumonía inusual que se expandía en torno al mercado de Wuhan, en China. El algoritmo destacó dos expresiones inquietantes en ese momento: “neumonía” y “causa desconocida”. A las 10 de la mañana del 31 de diciembre, enviaron el primer informe de alerta a sus clientes donde destacaban, incluso, el riesgo de que el virus se moviera hacia Bangkok, Taipei, Singapur, Tokio y Hong Kong, como en efecto terminó ocurriendo.
Nueve días antes que la Organización Mundial de la Salud diera la alerta global y casi un mes antes que se declarara la pandemia, el algoritmo de la empresa tecnológica ubicada en Canadá dio con lo que sería conocido como Covid-19.
Odisea 2001: la cabina de mando
Durante la epidemia de SARS de 2003, Kamran Khan trabajaba como especialista en enfermedades infecciosas en un hospital de Toronto. En aquella ocasión, el virus apareció en China, se extendió a Hong Kong y pasó luego a esa ciudad canadiense, donde acabó con la vida de 44 personas.
“En 2003, vi cómo el virus abrumaba la ciudad y paralizaba el hospital”, dice. Consciente de que la velocidad es importante durante un brote y que los gobiernos no siempre proporcionan la información de manera rápida y oportuna, comenzó a estudiar las posibilidades que ofrecía la IA para identificar y responder de manera más rápida a estas crisis de salud.
En 2015, Khan, quien también es profesor de medicina y salud pública en la Universidad de Toronto, fundó Blue Dot, una empresa que en la actualidad cuenta con aproximadamente 40 empleados, entre los que hay médicos, veterinarios, analistas de datos, epidemiólogos y desarrolladores de programas informáticos.
Entre sus tempranos éxitos está haber predicho, con seis meses de anticipación, que el brote de zika se propagaría por Florida en 2016.
Aún no sabemos cómo le irá al mundo con esta pandemia; pero, podemos aventurar, con toda certeza, que el impulso propinado a la digitalización de la sociedad humana augura mejores manejos de las crisis futuras. En salud, por ejemplo, la irrupción de la “big data” y de la inteligencia artificial, aunada al conocimiento y la experiencia del personal médico, son garantía de mejores servicios, mejores tratamientos y una más rápida y efectiva respuesta en futuras crisis semejantes a la que hoy afrontamos.
“Donde los humanos pueden distraerse fácilmente”, reflexiona el fundador de Blue Dot, “podemos tener una máquina que vigile continuamente todo lo demás que está sucediendo”.