En Australia, los ornitólogos se acaban de dar cuenta de una situación que puede parecer banal, pero que no lo es, de ninguna manera: un pájaro llamado mielero regente (Anthochaera phrygia) se está olvidando de su melodioso cantar, debido a que los machos jóvenes –que son los que tienen la exclusividad del canto- no encuentran “maestros” que les enseñen las canciones de amor con las que consiguen pareja.
A causa de la pérdida del hábitat, los viejos van desapareciendo, y esto se traduce en que la población -de por sí exigua- se hace menor porque las hembras no se encandilan con cualquier cantor. Tiene que ser una canción de amor. Y ponen de ejemplo un dato concreto: en las regiones que el mielero regente aún no está en problemas de sobrevivencia, su canto suele ser con canciones “ricas y complejas”, mientras que en la región donde su población ha disminuido, los machos cantan con tonos simples y equivocados. Y eso, claro, les juega en contra, porque no es lo mismo escuchar, por ejemplo, a Pavarotti que a… bueno, a otros.
Una de las razones de la pérdida del hábitat del mielero regente es, entre otras, el fuego de los incendios forestales. Y el gran responsable de estos es… el cambio climático. De estas grandes tragedias debemos preocuparnos, porque, como dice un estudio, el cambio climático es responsable de la generación de los incendios más peligrosos e incontrolables, los que a su vez vuelven a generar cambios y a agravar la crisis. Es decir, los incendios agravan el cambio climático y este intensifica los incendios. De eso hablaremos hoy.
Según publica la revista National Geographic, “cada año, el humo de los incendios forestales mata a 339,000 personas en todo el mundo, sobre todo en Asia y África subsahariana. Entre tanto, otros estudios han documentado un incremento de hasta diez veces en los ataques de asma, visitas a servicios de emergencia e internamientos hospitalarios cuando el humo se extiende y cubre las zonas habitadas”.
En el año 2019, los incendios forestales causaron una situación extremadamente grave en Siberia y otras ciudades rusas, que se vieron cubiertas por una neblina tóxica a causa de los incendios. La situación en algunas ciudades rusas en agosto fue casi apocalíptica, cuando una neblina tóxica las cubrió por completo como consecuencia de los incendios en Siberia, que arrasaron 16 millones de hectáreas. Como punto de comparación, es un área de más del doble de la superficie de Panamá.
“Ha sido un año extremadamente duro a nivel global. Las declaraciones de emergencia han sido recurrentes a lo largo de 2019, incluso en latitudes altas. Los incendios forestales de las distintas regiones tienen una naturaleza distinta en sus causas de ignición (de origen del fuego) pero hay algo en común a todos ellos: el cambio climático agrava las condiciones de su propagación ya que amplía los periodos de riesgo y el impacto de los eventos. Estos incendios devastadores son el presente y el futuro, es necesario actuar si no queremos ver peores catástrofes”, declaró Mónica Parrilla, jefa de la campaña de Incendios de Greenpeace. Agrega que “Este tipo de incendios son especialmente peligrosos para el clima, ya que producen carbono negro (derivado del hollín) que se deposita en el hielo del Ártico y acelera su fusión”.
Definamos qué entienden los expertos por un incendio forestal:
Es un fuego sin control sobre terrenos forestales o silvestres, y que afecta a la flora y fauna. Tiene una enorme capacidad para expandirse rápidamente, cambiar de dirección y eliminar obstáculos como carreteras o ríos, incluso cortafuegos. Agreguemos que además causan daños severos al medio ambiente: el año 2019 los incendios forestales emitieron a la atmósfera 6,375 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2).
En realidad, ese año, el 2019, fue dramático para los bosques alrededor del mundo. Aunque siempre ha habido incendios forestales, en esa oportunidad la tragedia fue aún mayor. Hubo incendios en muchos lugares del planeta, Brasil, Rusia, Estados Unidos, México, Chile, Australia, Canadá, Israel, el Líbano, el Congo, entre otros, vieron consumirse muchos millones de hectáreas, producto del fuego.
Particularmente dura ha sido la situación en la Amazonía brasileña, donde los incendios de 2019 continuaron en 2020, lo que naturalmente provoca inquietud por la eventualidad que la destrucción de la selva amazónica podría llegar a no tener vuelta atrás.
Porque a causa de una política gubernamental permisiva, la deforestación y el fuego han quitado del mapa amazónico grandes extensiones de la selva: los incendios, en su mayoría, son provocados por ganaderos y acaparadores de tierra, los que sin ninguna conciencia queman para transformar las tierras boscosas en terrenos para sus actividades lucrativas. Casi 30 mil incendios fueron provocados en un solo mes en la región, la de las selvas tropicales más grandes del planeta. Y el 95% de la superficie ha sido incendiada intencionalmente.
Lo peor es que se está llegando a un punto en que –según los expertos- las lluvias no serán suficiente para regenerar la tierra devastada y todo quedará convertido en una inmensa sabana.
Las cosas no se ven mejor en California, EEUU, donde cada año es peor que el anterior. En la temporada veraniega de 2020, hasta el mes de octubre, el fuego había consumido 1.62 millones de hectáreas, matado a 31 personas y destruido 8,400 viviendas y estructuras. Nunca se había llegado a ese nivel de catástrofe.
En Chile, todos los años la naturaleza castiga a la población. Este país, de unos 19 millones de habitantes, es “dueño” de todos los números para los sorteos de catástrofes; terremotos, tsunamis, erupción de volcanes, sequías, deslaves cordilleranos han acostumbrado a la gente a convivir con el terror.
En el año 2017, un violento incendio arrasó con el pueblo de Santa Olga, unos 400 km al sur de Santiago, la capital. Los vecinos recuerdan aquella noche fatídica como la noche de la “tormenta de fuego”, cuando la localidad fue rodeada y carbonizada totalmente. Unas seis mil personas debieron ser evacuadas hasta ciudades cercanas, hasta que sus viviendas fueran reconstruidas, con muros protectores para evitar que la dramática situación se repita. La mayoría de los habitantes de Santa Olga trabajaban en el sector forestal, y agrícola, por lo que naturalmente quedaron sin empleo.
En Australia, la situación ha sido dramática: en la temporada de verano 2019 – 2020 se desataron los más violentos incendios de que se tenga memoria en ese país. Más de 11 millones de hectáreas arrasadas por el fuego, con una estela de muerte y destrucción sin dimensionar aún. Meses con temperaturas récords, sequías agobiantes y la mano del hombre contribuyeron para que millones de animales silvestres perdieran la vida, entre ellos los siempre simpáticos koalas. Pero, además, murieron canguros, ualabíes (pequeños marsupiales, parientes de los canguros), cacatúas y muchos otros.
En Panamá, la situación no es diferente a la del resto del planeta. En la revista del Cuerpo de Bomberos del año 2019, el editorial destaca que “a pesar de los esfuerzos realizados por los bomberos, es alta la incidencia de los incendios de masa vegetal en los meses de enero a abril, (…) hasta más de 30 incendios diarios a nivel nacional tienen que extinguir los camisas rojas. Estas cifras alarmantes producen un elevado costo a la institución bomberil y un desgaste a su personal. Son las emergencias que más recursos consumen. La mayor parte de estos incendios son producidos por la mano del hombre: La utilización del fuego como herramienta de limpieza, ya sea para la expansión de terrenos agrícolas o de ganadería; la caza furtiva y las quemas destruyen un importante número de hectáreas forestales anualmente. Son la principal causa de deterioro ambiental y de los efectos negativos sobre las plantas, el clima, la fauna, el suelo y sobre los seres humanos. Los incendios forestales son una grave amenaza para la conservación de la vida; la biodiversidad se encuentra amenazada y su supervivencia depende del ser humano…”.
Agrega que muchos animales que viven en los bosques son afectados por el fuego, entre ellos, ñeques, iguanas, tortugas, serpientes, polluelos. Y la mayor parte de estos incendios son provocados por la mano del hombre.
En Argentina, la segunda semana de marzo fue muy dramática, intensos incendios en la Patagonia, con grandes vientos que propagan muy rápido el fuego. Personas con quemaduras, vehículos consumidos por el fuego, destrucción de viviendas y evacuación de cientos de personas han sido el resultado de los siniestros.
¿Cuáles son las causas de los incendios forestales?
Partamos por decir que los incendios forestales han existido desde siempre. En condiciones normales, el fuego ayuda a la regeneración de los suelos; pero la mayor frecuencia de incendios que ha habido en las últimas décadas –con la actividad humana como protagonista- ha sobrepasado la capacidad de recuperación de los bosques quemados.
Ahora, las principales causas de los incendios forestales están aquí:
*Naturales, erupciones volcánicas o caída de rayos.
*La temperatura, que cada vez es más alta de lo que solía ser.
*Sequías. La vegetación seca hace que el fuego se extienda rápidamente.
*Negligencia: una colilla de un cigarrillo, una fogata no apagada, un objeto de vidrio, pueden provocar el comienzo de un incendio que se escapa de las manos.
*Causas desconocidas. En cerca del 15% de los incendios forestales no se logra establecer su origen.
Pero la principal causa de los incendios forestales es la intención de los seres humanos. En algunos países, como España, son el motivo de más del 60% de los fuegos, aunque hay países en que esa intencionalidad se dispara hasta el 95%. Ya hablábamos de los incendios que provocan ganaderos y especuladores en Brasil, sin tomar en cuenta el grave daño que se causa al que es considerado el pulmón de la humanidad.
No está de más recordar que los bosques, la selva, son los hogares de millones de especies animales y plantas. Y entre otros beneficios, nos proveen de oxígeno, ayudan en la purificación del agua, regulan el clima.
Si los bosques desaparecen, también lo hacen la flora y la fauna y los suelos se empobrecen por la erosión.
Entonces, tratar de conservar nuestros bosques y selvas es tarea prioritaria de los gobiernos y de las personas. Cuidemos nuestro patrimonio.