Historia del fútbol I

Balompié I

Esta semana despedimos a uno de los grandes del fútbol de todos los tiempos, el 25 de noviembre de 2020 murió Diego Armando Maradona y en La Historia Habla vamos a contarles cómo ha evolucionado este deporte a través de los siglos.

Se suele decir que el balompié, o fútbol como comúnmente se conoce, es la evolución de ciertos juegos medievales típicos de Escocia de los que hablaremos más adelante, pero esto no es del todo cierto. Durante la dinastía Han, durante los siglos III y II a.C., encontramos la referencia más antigua conocida a este deporte.

Creado en un principio como una especie de adiestramiento militar, el ts’uh Kúh o cuju era practicado en la milicia y entre los soldados. Incluso el Emperador solía asistir a los partidos y se cruzaban fuertes apuestas entre los nobles, de este modo el jefe o el capitán del equipo derrotado podía llegar a ser flagelado o incluso ejecutado. Se jugaba con un balón hecho de cuero y relleno con crines de caballo, plumas o aserrín, y en él se usaban las manos y los pies para empujar el balón y hacerlo entrar en una red que estaba atada a unos 10 metros de altura a dos varas de bambú separadas aproximadamente medio metro.

En uno de los manuales más antiguos de juego se describe cómo los jugadores debían esquivar a los del equipo contrario, mientras que solo podían tocar la bola con los pies, el pecho, la espalda y los hombros, pero tocarla con las manos estaba prohibido. Ganaba el equipo que metiera la pelota en la red más veces y estaba prohibido el juego sucio. Cuando el gusto por este juego se extendió, salió del ámbito militar y los equipos de cuju tenían espónsores, entrenadores y capitanes, sus miembros eran, por lo general, nobles y lo jugaban tanto hombres como mujeres.

Este juego chino pasaría al Japón en donde, desde el siglo VI d. C. se juega el kemari, aunque su momento de máxima expansión fue durante el periodo comprendido entre los siglos X al XVI. El kemari no solo es practicado por militares o shogun y los cortesanos, sino que se juega en todas las clases sociales. Este era mucho más un juego de habilidad que de competencia. En el kemari lo importante era mantener la pelota en el aire, más que competir entre los equipos, aunque hay algunas referencias en las que se consideraba ganador al equipo que más toques le diera a la pelota, que estaba hecha con un estómago de ciervo relleno de serrín, dentro del campo de juego delimitado con cuatro árboles plantados en las esquinas.

Pero regresemos a occidente, y en la antigua Grecia nos encontramos con otra forma de jugar al balón, el episkyros que ha sido reconocido por la FIFA como uno de los precursores del fútbol actual. La palabra episkyros significa ‘defensor’.

Había varios tipos de juegos de pelota y cada uno de ellos se jugaba con diferentes balones, algunos más duros o más blandos, más grandes o más pequeños, pero todos ellos de cuero rellenos de plumas e inflados a fuelle.

Los equipos, de entre 12 a 14 jugadores, debían lanzarse el balón unos a otros por encima de la cabeza de los jugadores del otro equipo, y sobre la línea blanca pintada entre ambos campos hasta llegar a las líneas pintadas en la parte de atrás del campo de cada equipo. Se podían usar las manos y en algunos casos, como en Esparta los partidos podían llegar a ser muy violentos. Nos han llegado numerosos frescos y mosaicos donde podemos ver que también lo practicaban las mujeres, que jugaban con algo muy parecido a un bikini moderno.

Homero nos relata un juego de episkyros <<…Inclinándose hacia atrás, y el otro desde el suelo saltando lo agarró. Sus pies volvieron a tocar el suelo. Y después de probar su arte en la esfera, volaban. En línea recta, tomó y bailó a la tierra en el alféizar. Y todos aplaudieron>>.

También Antífanes en el siglo IV a. C. retransmite por escrito las fintas y los regates: <<Obtuvo la pelota y se echó a reír cuando se la pasó a un jugador mientras decía que se la iba a lanzar a otro. Empujó a un adversario para interrumpirlo, mientras se escuchaban gritos y voces: “¡Fuera del juego!” “¡Golpeó su cabeza!”>>.

Galeno, el médico, lo consideraba un deporte completo y apto para todos los estratos de la sociedad: <<Incluso los más pobres juegan con una pelota, porque ella no necesita de redes, armas, caballos ni perros de caza … Y lo que es más conveniente, es un juego que todos puedan jugar (…) El juego de pelota no solo es un buen ejercicio para las piernas, sino que también es bueno para las manos. (…) el juego de pelota ejercita la vista (…). Además, el jugador afilará su habilidad crítica. Y aquí está también la perspectiva de la guerra: no es difícil entender que el juego de pelota enseña (…) a atacar en el momento adecuado y no ser percibido por el enemigo>>

En el trofeo que les entrega a los ganadores de la Copa de Europa tiene grabada la copia de un bajorrelieve griego conservado en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas que muestra a un atleta haciendo lo que en Panamá se llama ‘hacer bolsitas’ con el balón en el muslo.

En Roma encontramos el harpastum, heredero del episkyros y que empezó siendo también un juego de entrenamiento militar. En un terreno delimitado por cuerdas, como un ring de boxeo, cada equipo debía (según las versiones que varían de un historiador a otro) o bien llevar la pelota al campo contrario y hacerla chocar contra las cuerdas del oponente o bien mantenerla en el propio campo evitando por todos los medios que el rival la sacase de allí. Solían ser cuatro o seis jugadores por equipo, y muchas veces se dividían los equipos en oficiales contra reclutas o miembros de diferentes secciones de la legión, por ejemplo.

En realidad, y si nos basamos en las descripciones de la violencia desarrollada en el campo de juego, el harpastum habría sido más parecido al rugby que al fútbol, recordemos que estaba pensado para preparar al soldado para los enfrentamientos en el campo de batalla, donde la fuerza, la resistencia al dolor y a los golpes y la disciplina, podían llegar a ser la diferencia entre la vida y la muerte.

Y como curiosidad arqueológica podemos señalar que en Sinj, en la actual Croacia, se ha encontrado la tumba de Gaius Laberius, un niño romano de siete años cuyo retrato fue grabado en la lápida junto con una pelota de harpastum.

 

 

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