Educación para todos III

Una vez que el cristianismo se convirtió en la religión del Imperio romano y comenzó a expurgar los textos paganos, absorbiendo y tergiversando los que podían convenir a las nuevas creencias y quemando aquellos que no se ajustaban a la Palabra, la educación fue controlada y manejada por la Iglesia. Durante toda la Edad Media la Iglesia tuteló la creación de seminarios, escuelas monacales y universidades, así como también la escritura, copia y traducción de todos y cada uno de los libros permitidos, y de la destrucción o la desaparición de aquellos incluidos más tarde en el índice de libros prohibidos. Un buen vistazo literario a esa batalla por el saber lo tenemos en la novela de Umberto Eco El nombre de la rosa.

En el Quattrocento italiano, se tratará de recuperar el esplendor de la civilización clásica, la época dorada. Se imitará a los maestros de Grecia y Roma, y durante el siglo XV y el XVI se impulsa el estudio del latín y del griego y la lectura de los clásicos. E incluso se reconoce, por parte de algunos Padres de la Iglesia, que los maestros grecorromanos han alcanzado la verdad, aunque con algunos errores, claro, porque eran paganos y aún no habían sido iluminados por la Verdad de Cristo, pero que se acercaron a ella. La arquitectura, la escultura y la pintura buscan inspiración en las grandes obras de la antigüedad, en la mitología clásica, en los héroes y los dioses.

Como se había hecho hasta ese momento, la educación se basaba en copiar al dictado, redacciones y memorización, además claro está, de la internalización, el conocimiento y la práctica de las virtudes cristianas. Pero, nuevamente, la educación no era para todos, las clases bajas no solían tener acceso a la educación tal y como la conocemos hoy, y se conformaban con aprender algún oficio, ya fuera el de la familia o aprender alguno si eran aceptados por algún maestro o alguna cofradía de artesanos.

Encontramos muchos ejemplos de guerreros y soldados cultos, como Jorge Manrique, Garcilaso de la Vega, Hernando de Acuña, Miguel de Cervantes o Francisco de Quevedo, quienes son algunos de los ejemplos de este intento de replicar a los hombres completos de la edad dorada grecorromana, los que cultivaban el intelecto y no descuidaban la espada. Pero la educación no era para todos, el niño que deseaba estudiar y cuya familia no tenía los recursos suficientes para pagarle ayos y tutores privados debía ingresar en un monasterio.

El invento de Gutenberg, la imprenta, hace que la modernidad entre a la educación, y la secularización de esta inicia un proceso que aún continúa hoy en día, sin ir más lejos la Biblia se traduce, y se imprimen decenas de ejemplares, las personas empiezan a aprender a leer. Aunque en ese tiempo el aprendizaje de la lectura y de la escritura no iban unidos, ya que mucha gente adquiría destreza en la lectura, pero no sabían escribir. Uno de los pioneros en la modernización de la educación fue Juan Amos Comenio, a caballo entre el siglo XVI y el XVII, sus escritos aún marcan la pauta de la pedagogía moderna. Nacido en la actual República Checa, Comenio escribió la Didáctica Magna, su obra cumbre. Era un convencido de la pansofía, es decir, de la sabiduría para todos, sin discriminar a ricos y a pobres, ni a las niñas.

Distingue niveles educativos, en el hogar, en las escuelas y en las academias. Establece el orden de conocimientos desde los más simples a los más complejos y marca también la pauta de las materias a dictar que se ha seguido hasta hace muy pocos años: física, filosofía, geografía, historia, aritmética, geometría, gramática, retórica, poesía y literatura, música, economía, política, ética, y religión.

Esta modernización implica una ruptura con el modelo anterior, un cambio en la cosmovisión que evolucionará hasta llegar a la Ilustración. En el llamado Siglo de las Luces la educación y el conocimiento universal crean dos obras fundamentales para la pedagogía moderna. Una de ellas es la Enciclopedia, del griego enkyklios paideia, que significaría algo así como ‘educación circular’, en el sentido de perfección y completitud del círculo

Inspirándose en la Cyclopaedia de Ephraim Chambers, publicada en 1728, los enciclopedistas, Diderot (que fue el editor principal), Turgot, Voltaire, Montesquieu, Quesnay, Rousseau y Louis de Jaucourt (que escribió cerca de 18.000 artículos entre 1759 y 1765), entre otros, crearon la Encyclopédie. Publicada entre el 1751 y el 1772 trató de ser la compilación de todos los saberes que en ese momento estaban al alcance de los hombres; la Enciclopedia marca una línea clara entre la educación y la Iglesia, arrebatándole a esta última el control de la enseñanza. Los enciclopedistas niegan la religión y la metafísica como fuentes primarias de conocimiento y basan todo el conocimiento en la ciencia. La pujante burguesía, laicista y abocada al realismo y al materialismo, aceptó con los brazos abiertos esta nueva forma de enfrentarse al mundo. Después de la primera enciclopedia vinieron muchas más, y aún en la mayoría de los hogares hay alguna, que se resiste a desaparecer empujada a la obsolescencia por el mundo de posibilidades que nos ofrece la web.

Y fue uno de los enciclopedistas, Jean Jacques Rousseau, quien, además, inicia la pedagogización de la infancia con el Emilio, o De la educación. Publicado en 1762 es el precursor del mito del ‘buen salvaje’, el hombre que nace bueno y es corrompido por la malvada ‘sociedad’. Hoy se considera el primer tratado sobre filosofía de la educación en el mundo occidental y se suele comparar con otro tratado educativo: Algunos pensamientos sobre la educación, de John Locke, escrito también en el siglo XVIII. Pero la diferencia fundamental es que Locke solo se refiere a la educación que debe recibir un caballero; manteniendo la creencia de que son las clases altas las únicas que deben prepararse ante los retos de una nueva sociedad industrializada.

Mientras que el Emilio está dirigido a crear ‘buenos ciudadanos’ y el sistema educativo ha de ser responsable de conservar la bondad natural del ciudadano ideal. Pero en esta obra, que preconiza la racionalización de la educación y la apertura educativa a todas las clases sociales, las mujeres nuevamente son apartadas de la educación y solo aparecen en el libro V con consejos acerca de cómo satisfacer a los hombres. La obra de Rousseau, a pesar de todo, fue revolucionaria, así que el Emilio fue prohibido en muchos países y fue quemado públicamente en ciudades como París y Ginebra,.

 

 

 

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