Institucionalidad quebradiza 

Existe una pregunta que debería clavarse con alfileres en la memoria colectiva latinoamericana: ¿Por qué algunas naciones son exitosas mientras otras permanecen hundidas en el fracaso? 

Uno de los teóricos más importante sobre el desarrollo de las sociedades occidentales, Max Weber, apuntaba a los factores religiosos destacando la ética de trabajo protestante como uno de los elementos de éxito.  

Algunos otros señalan la falta de recursos naturales o de conocimientos técnicos como fuentes del fracaso. Y un considerable número subraya la geografía, la cultura o la ignorancia de quienes llevan las riendas del poder. 

Pero, no siempre los hechos respaldan algunas de estas hipótesis: Corea del Sur resulta más rica que Corea del Norte aunque comparten la misma geografía y cultura. Lo mismo sucedió el siglo pasado con Berlín Occidental, cuya prosperidad opacó a la de Berlín Oriental a pesar de los muchos elementos comunes. Los Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda comparten en su historia la presencia de los colonizadores británicos, al igual que Zimbabue y Sierra Leona; sin embargo, la prosperidad de los tres primeros contrasta con la pobreza que ha marcado grandes períodos de la existencia de las dos últimas. 

¿Dónde reside, entonces, la verdadera causa de la prosperidad nacional? 

Según un estudio titulado Por qué fracasan los países: los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza, sus autores Daron Acemoglu y James Robinson dicen no creer que el mundo físico determine la prosperidad de una sociedad, sino las instituciones que se logren crear.  

Las instituciones son formas de organización social- pública o privada- que se rigen por un conjunto de reglas que deben ser respetadas para llevar a cabo una función determinada dentro de la comunidad o nación. La institucionalidad, por tanto, es el conjunto de ideas, creencias, valores y principios que rigen la vida en común dentro de esos grupos. 

Esta institucionalidad puede ser de dos tipos: extractiva, que favorece que unos pocos individuos exploten al resto de la población; y puede ser inclusiva, en la que las normas e instituciones trabajan para hacer efectiva la participación y el bienestar del mayor número de ciudadanos. 

El desarrollo de un país- establece el estudio en cuestión- depende de sus instituciones, más precisamente de las instituciones políticas que determinan las instituciones económicas y las sociales. Enunciado que echa por tierra las pocas esperanzas que podamos albergar en un país donde la institucionalidad es tan frágil como un merengue; en una nación donde las leyes se moldean, sobre la marcha, para favorecer intereses económicos o de camarillas. En un país, en fin, donde lo importante es la inscripción de partidos para convertirlos en puentes para concretar ambiciones personales, en vez de instrumentos para la construcción de una institucionalidad que sirva como motor para un desarrollo cuyo bienestar alcance a la mayoría ciudadana. 

 

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