Historia de la anticoncepción

Hace apenas unos días, el 18 de agosto, se cumplieron los 60 años de la comercialización de la primera píldora anticonceptiva en Estados Unidos. El 11 de mayo de 1960, la Food and Drug Administration había aprobado la venta de Enovid, pero su venta no empezó hasta el 18 de agosto de ese año, este método de control ha permitido a millones de mujeres decidir cuándo y de qué forma tener sus hijos.

No siempre la sexualidad humana ha sido un acto libre de horarios y de fechas en el calendario, como reza la canción. Durante miles de años las hembras humanas estaban restringidas a sentir deseo sexual solamente durante sus periodos fértiles, lo que se conocen hoy en día como el celo, y que aún reconocemos en los animales.

No fue hasta hace unos treinta o cuarenta mil años que las hembras empezaron a independizar su deseo sexual de sus ciclos fértiles y permitieron que el macho se acercase a ellas incluso estando ya preñadas. A partir de ese instante, la sexualidad se disocia de la simple reproducción y se relaciona puramente con el placer.

Pero aunque el tener hijos en la especie humana no esté atado indisolublemente al estro de la hembra, el control de la natalidad ha sido una preocupación no solo para los individuos, sino también para los Estados desde el principio de la historia de la humanidad. Controlar la cantidad de habitantes de una familia, un grupo social o un Estado se convierte en primordial cuando los recursos son escasos y hay que mantener un equilibrio. En muchos casos es imposible mantener a todos los hijos que nacían. Y en cada momento histórico y en cada cultura los mecanismos iban variando.

Una de las primeras maneras de control de la natalidad fueron los sacrificios de niños a los dioses. El pueblo hebreo, como tantos otros pueblos, practicó también el infanticidio. En Éxodo 13 el dios de Israel ordena: «Conságrame todo primogénito, todo lo que abre el seno materno entre los hijos de Israel, tanto de hombres como de animales». Y podemos leer los ecos de esta costumbre en la historia del sacrificio de Isaac.

Otro de los métodos de control de la natalidad era, sin duda, la guerra. En Grecia los aedos contaban que Gea, la Tierra se quejaba con su hijo Zeus de que le pesaban mucho los hombres y le pidió, “¿Por qué no promueves una guerra para que mueran unos cuantos?”. Por algo la infantería se llamaba así. La palabra infantería proviene del latín infans, ‘el que aún no habla’, es decir, niño y se formaba con los soldados muy jóvenes, carne de cañón, que diríamos ahora.

Otro método de control de natalidad es el abandono de los hijos no deseados y este es un método que se sigue utilizando aún hoy, cuando se hallan niños en letrinas o abandonados en bolsas de basura. Si en Panamá se encuentran unos cuantos cada año, ¿se imaginan ustedes el número de aquellos que nunca son encontrados?

Pero sin duda el coito interrumpido, la llamada ‘marcha atrás’ fue el primer método empleado para evitar la concepción. Para él no se necesitan ningún adminículo ni producto, más allá de un enorme control por parte del hombre.

Una de las primeras descripciones que conocemos de este método nos la ofrece la Biblia en el Génesis, 38: 8- 10. Tamar se casó con Er, hijo de Judá, pero su marido murió antes de darle hijos. Dado que para un judío no hay cosa peor que morir sin descendientes, Judá obligó a su segundo hijo, Onán, a cumplir la ley del levirato, casándose con su cuñada y procreando hijos que serían los herederos de su hermano muerto. Pero Onán, que quería descendientes propios, se derramaba en la tierra, es decir, practicaba el coitus interruptus. Y Yahvé lo mató.

Encontramos también en un poema de Arquiloco de Paros del siglo VII a. C. la historia de un hombre que seduce a su cuñada y que «se dejó ir con todo su vigor sobre ella, aunque apenas rozando su vello castaño», evitando así cualquier problema con su prometida.

Pero el método anticonceptivo del que más datos encontramos a lo largo de la historia es el empleo de espermicidas. Los espermicidas son sustancias que inutilizan o exterminan a los espermatozoides. En Egipto ya se encuentran varios papiros con diferentes recetas para matar el esperma. Y Aristóteles en la Historia de los animales nos dice que los que quieren evitar la concepción deberán untar el útero con aceite de cedro o de oliva mezclados con incienso o con ungüento de plomo.

En la India, en China y en Japón la solución era usar tampones de algodón empapados en productos como sal, miel y aceite. En la India, se recomendaba esparcir en la vagina un mejunje hecho con aceite y sal.

El Islam no prohíbe la anticoncepción así que en varios tratados de medicina se hace referencia al uso de estos tampones espermicidas que las comadronas insertaban en la matriz, pero en este caso se afirma que las fórmulas eran personalizadas.

En cuanto al condón, forro, capote o como quiera que se quiera llamar al preservativo, también tiene un origen legendario y al parecer fue el rey Minos de Creta, quien lo utilizó por primera vez. Estaba hecho con una vejiga de cabra o, con pulmones de pez, que en esto no se ponen de acuerdo los distintos cronistas. También se usaron en muchos casos tripas de oveja. Pero no lo usaban, en este caso, para evitar el embarazo, sino para protegerse de las enfermedades venéreas, Gustave Witkowski un galeno francés afirmó en este sentido que el nombre condón procede del verbo latino condere que significa esconder o proteger.

Pero siguiendo con el empeño en controlar la concepción y la reproducción en 1924 el ginecólogo japonés Kyusaku Ogino desarrolla un método no invasivo en el que la mujer debe contar los días de su ciclo menstrual y elegir para tener relaciones los días en los que es menos probable que pueda quedar embarazada, desde luego, los errores y los embarazos no deseados entre los partidarios de este método son muy comunes. Aun así, el Papa Pío XI, en 1930, afirmó que cualquier persona que usara cualquier medio anticonceptivo violaba la ley de Dios y de la naturaleza. Y llevaría sobre sus hombros la “mancha de un gran defecto mortal”. Solo la abstinencia era permitida.

Fue su sucesor, el Papa Pío XII, quien en 1951 permitió a los católicos utilizar el “método del ritmo” o método Ogino como anticonceptivo, siempre y cuando se dieran circunstancias insalvables en el matrimonio, como que no pudieran alimentar a más hijos por ser pobres de solemnidad. Pero contradiciendo a su predecesor, en 1968, Pablo VI, decretó a través del edicto “Humanae Vitae”, que toda forma artificial de control de la natalidad está prohibida so pena de excomunión.

 

 

 

 

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