Libertad para Hispanoamérica

A finales del siglo XVIII España aún era una de las más grandes potencias de todo el orbe, en ese momento el dominio español abarcaba 20 millones de kilómetros cuadrados.

Aunque se suele hablar de ‘colonias españolas’, lo cierto es que la estructura territorial era virreinal y no colonial, es decir, se consideraban los territorios de ultramar como extensiones de la metrópoli y por tanto, iguales en derechos a los de la península. Este sistema funcionó hasta el año 1768.

El imperio español fue el primer imperio que logró unificar inmensas extensiones de terreno en todos los continentes que no se comunicaban entre ellas por tierra.

Desde finales del siglo XVIII la alianza que España realizó con Francia obligó a mantenerse en guerra permanente con Gran Bretaña, y las escaramuzas navales llegaron, a principios del siglo XIX a detener el comercio casi por completo.

Tras la batalla de Trafalgar en 1805, donde España fue derrotada, Gran Bretaña se aventuró, incluso, al ataque del puerto de Buenos Aires aunque las autoridades virreinales pudieron rechazar el asedio. Fue quizás ese el punto de quiebre de la dependencia de los territorios de ultramar con la metrópoli.

Aunque existieron diversas algaradas en casi todo el territorio del imperio desde décadas antes de 1808, los acontecimientos mundiales que son considerados las chispas que prendieron el incendio liberador en Hispanoamérica, son la independencia de los Estados Unidos de América de Gran Bretaña en 1776 y la revolución francesa en 1789. Hay algunos historiadores que incluyen también en estas influencias tempranas la revolución haitiana que se inició en 1791 y que culminó en 1804 con la proclamación del Primer Imperio de Haití siendo el primer movimiento revolucionario que se dio en América latina?.

No se debe pensar tampoco que durante todos los siglos de dominio español en el imperio donde no se ponía el sol no había habido levantamientos en armas, sin ir más lejos, por más de dos siglos el pueblo mapuche había detenido el avance español de la guerra de Arauco que duró 236 años, entre 1536 y 1772. Conflicto que podemos leer en el poema épico La Araucana, de Alonso de Ercilla. Y también Rubén Darío, el gran poeta nicaragüense, (cuyo abuelo paterno nació en el pueblo veragüense de San Francisco de la Montaña), le dedicó un poema a uno de los grandes caudillos mapuches:

“(…) Por casco sus cabellos, su pecho por coraza,
pudiera tal guerrero, de Arauco en la región,
lancero de los bosques, Nemrod que todo caza,
desjarretar un toro, o estrangular un león.
(…) «¡El Toqui, el Toqui!» clama la conmovida casta.
Anduvo, anduvo, anduvo. La aurora dijo: «Basta»,
e irguióse la alta frente del gran Caupolicán”.

Tampoco debemos insertar dentro del movimiento independentista movimientos como la rebelión de Túpac Amaru I en Perú (1570), la de Guillén de Lampart en México (1640-1643), las Revoluciones de los Comuneros en Paraguay (1721-1735), la de Juan Francisco de León en Venezuela (1748), el levantamiento maya de Jacinto Canek en Yucatán, México (1761), y el segundo levantamiento quechua-aymara de Túpac Amaru II (1780-1781).

Los hijos de la alta burguesía criolla que viajaban y estudiaban en Europa regresaban a sus países imbuidos de ideas liberales e ilustradas que eran compartidas y replicadas en las tertulias y los conventillos intelectuales. La mayor parte de las universidades americanas estaban en contra de las medidas que los monarcas españoles estaban tomando en relación con los territorios de ultramar. Y las críticas cada vez fueron más influidas por las ideas de soberanía nacional y las expuestas por Jean-Jacques Rousseau en El contrato social de 1762.

En febrero de 1808, Napoleón Bonaparte, que había introducido tropas en la Península ibérica con la excusa de reforzar el ejército franco-español que ocupaba Portugal, ordenó a sus tropas tomar posesión de puestos militares estratégicos en España. Empezó la invasión francesa.

El 7 de mayo de 1808 en la localidad francesa de Bayona. los reyes  españoles Carlos IV y su hijo Fernando VII abdican al trono de España en favor de Napoleón Bonaparte, que más tarde cedería sus derechos a su hermano José Bonaparte.

Entre 1808 y 1810 se instalaron distintas juntas de gobierno en los territorios de ultramar que ejercieron la soberanía en nombre del abdicado rey Fernando VII, pero las juntas americanas se negaban a someterse a los dictados de las juntas españolas y diversos movimientos americanos comenzaron a declararse autónomos del gobierno español, que consideraban ilegal. Poco a poco se fueron radicalizando las posiciones hasta que a partir de 1810 y hasta 1829, a lo largo y ancho del continente, se enfrentaron los dos bandos, el revolucionario contra el realista.

Estos autoproclamados estados independientes que se habían formado bajo diferentes constituciones republicanas llamaron entonces a las armas a sus coterráneos para formar ejércitos «patriotas» o «libertadores».

José de San Martín en Argentina, Miguel Hidalgo y su discípulo José María Morelos en México y Simón Bolívar en el sur del continente, fueron algunos de los próceres de la independencia de los antiguos territorios de la América española. Pero es un error pensar que estos procesos revolucionarios fueron uniformes, ya que en cada república se dieron por motivos diferentes y en cada lugar tienen características distintas.

Como un ejemplo de estas disensiones internas y de las intrigas que durante años se forjaron en el seno de los gobiernos revolucionarios, podemos ver la correspondencia entre San Martín y Bolívar, donde tras la entrevista que  ambos mantuvieron en Guayaquil el 26 de julio de 1822 para discutir la liberación de Perú y la forma de gobierno adecuada para los nacientes estados sudamericanos, San Martín le escribió lo siguiente: «Los resultados de nuestra entrevista no son los que yo tenía previstos para dar un final rápido a la guerra. Por desgracia, estoy completamente convencido de que o bien usted no ha estimado sincero mi ofrecimiento de servir a sus órdenes con las tropas a mi mando, o mi persona le resulta molesta. Las razones que usted adujo (…) no me han parecido muy plausibles«.

En la siguiente entrega de ‘La Historia Habla’ veremos cómo se fueron dando las diferentes independencias americanas.

 

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