Incondicional y para todos: estas son las piedras angulares de la Renta Básica (También llamada Universal Basic Income o UBI), una medida en la que cada ciudadano individual recibiría mensualmente una cantidad dinero por parte del estado. Esta idea aparentemente simple ha sido apoyada por personas de todos los colores políticos, incluyendo multimillonarios como Mark Zuckerberg y Elon Musk.
Hoy, cuando el mundo atraviesa por la peor crisis económica y social desde la Segunda Guerra Mundial, esta medida para la superación de la pobreza ha vuelto a surgir como una posible solución para el desempleo.
Si bien no hay países que hayan adoptado esta medida todavía, algunos estados están tomando sus primeros pasos. El gobierno de Pedro Sánchez en España, por ejemplo, recientemente aprobó el Ingreso Mínimo Vital para 850 mil de los hogares más pobres, que recibirán desde 461,5 hasta 1.015 euros.
En otros países se han realizado, o se realizan actualmente experimentos. En un esfuerzo por incentivar la búsqueda de empleo, el gobierno finlandés le dio una Renta Básica a 2000 personas por dos años. En Kenia, la organización caritativa GiveDirectly empezó el 2016 con una prueba más ambiciosa: dándole una renta básica a 20 mil personas por más de diez años.
No hay una cantidad de dinero definida en el concepto de renta básica: El ex candidato a la nominación demócrata de los EEUU, Andrew Yang, prometía 1000 dólares. El experimento de Kenia consiste en 75 centavos al día. El experimento finlandés entregó 560 euros. El economista español y presidente de Red Renta Básica, Daniel Raventós, propone un salario que sea al menos igual al umbral de la pobreza.
Hasta ahora, sólo Alaska cuenta con un sistema de Renta Básica, donde cada residente recibe un dividendo anual a través del fondo petrolero del estado. El último dividendo consistió en 1606 USD.
¿Dinero gratis?
La verdad es que el concepto puede resultar incómodo para algunos: ¿No hay un riesgo de que los beneficiarios se conviertan en “mantenidos” por el estado? El opositor a esta medida, Milton Ezrati, teme que este sea el caso, aludiendo en una columna de Forbes a cuatro pruebas de impuesto negativo que realizaron 6 estados norteamericanos entre 1968 y 1980. Los resultados: Una baja de 9% en las horas de trabajo, una dependencia dos meses más larga que lo habitual en bonos de desempleo en el caso de los hombre y 12 meses más en el caso de las mujeres. No es muy distinto de lo que argumentan los opositores a los estados de bienestar: si hay mucho apoyo estatal, la gente estaría demasiado cómoda para ir al mercado laboral.
Pero tan simple no es, argumentan proponentes de la Renta Básica, quienes denominan este fenómeno “la trampa de la pobreza”. Según Raventós, esta es “cuando se es perceptor de un subsidio condicionado y existe un fuerte desincentivo a buscar y realizar trabajo remunerado, porque ello implica la pérdida total del subsidio”.
“La gente no se arriesga a ir al trabajo porque no saben qué es lo que va a pasar,” dice Minna Ylikanno, del Ministerio de Seguridad Social de Finlandia y jefa de investigación del experimento sobre Renta Básica, “La incertidumbre de no saber cuánto duraría el futuro trabajo, ni cuándo van a recibir su salario desincentiva a la población a arriesgarse, ya que puede significar meses sin recibir una fuente de sustento.
Un sustento seguro como la Renta Básica le quitaría la inseguridad de volver al mercado laboral a la población desempleada.
Ylikanno, además, ofrece una explicación a la falta de productividad aludida por Ezrati, basándose en la experiencia de su propio experimento en Finlandia, donde la baja en el desempleo fue mínima, pero tampoco hubo un aumento: “Un par de años no es lo suficiente para evaluar los efectos reales en la conducta, porque la gente ya sabe que el experimento terminará en algún momento, asi que disfrutarán esos dos años más de lo que lo harían si el pago fuese permanente”.
Beneficios más allá del bolsillo
Un resultado indiscutible de la investigación finlandesa, sin embargo, es el moral. Recibiendo un salario incondicional del Estado, la gente también recibía confianza: Confianza de que sabrán qué hacer con el dinero, de que quieren trabajar y que quieren lo mejor para sus familias. Este empoderamiento los hizo sentirse mejor y confiar más en las instituciones.
Otro valor asociado frecuentemente a la Renta Básica es la libertad. La libertad personal, que otorga la capacidad de decir que no a relaciones abusivas, muchas veces mantenidas por la manipulación económica, la libertad civil porque fortalece la resistencia a la figuras de autoridad, y la libertad económica porque aumenta el espíritu emprendedor.
El economista inglés y autor del libro “Luchando Contra Ocho Gigantes: Renta Básica Ahora”, Guy Standing, recuerda lo que pasó en uno de los experimentos de Renta Básica en India: “Al final de los dos años, los precios eran más bajos que cuando empezamos. La razón era mayor competencia: Una mayor cantidad de gente ofrecía servicios, lo que terminó por bajar los precios por unidad, pero incrementó las ganancias para los agricultores y productores”.
Standing está en desacuerdo con el término “Universal”, frecuentemente usado para esta medida: “Por razones pragmáticas, tienes que tener restricciones en los beneficiarios. En el caso de Panamá, por ejemplo, la Renta Básica debería estar provista para todo residente legal dentro de Panamá”. Los panameños residentes en el extranjero, por ejemplo, no tendrían derecho a este beneficio.
¿Cuánta plata gastamos ahora?
Si bien el régimen de Ingreso Mínimo Vital recientemente aprobado por España tiene similitudes con la Renta Básica, Standing y Raventós son fuertes críticos.
Entre sus razones está el carácter condicional de este régimen. La máxima cantidad de gente a la que llegaría este beneficio es de unos 2,3 millones de personas extremadamente pobres, menos del 5% de la población del país. “Hay 12 millones de personas en España con salarios bajo la línea de la pobreza,” explica Standing, “. Necesitas un sistema universal en el cual puedas tributar a los más ricos, lo cual es más fácil que tratar de identificar quiénes pobre, si son pobres ahora o si lo eran antes”.
Agrega que las cifras de pobreza contempladas en la medida corresponden al 2019 y no al 2020, donde se estima un aumento considerable dada la pandemia.
Raventós expande acerca del recurrente problema de los costos administrativos en los apoyos estatales. “Son costos muy altos proporcionalmente a las pocas personas que reciben estos subsidios. Condicionalidad implica control, control implica gastos de gestión y administración”. Un régimen de Renta Básica implicaría un mayor ahorro de administración, ya que “no hay ningún tipo de control más allá que el carnet de identidad, lo cual en la época actual de la informática no es un problema grave”.
La pregunta de oro
“¿De dónde sacamos la plata?,” dice el mantra. Las cifras que muestra Daron Acemoglu en una columna de Project Syndikate son desalentadoras. El autor de “Por qué fallan las naciones” calcula que en EEUU una medida de 1000 dólares mensuales, como la propuesta por Yang, para una población de 327 millones le costaría al fisco 4 trillones al año. Es decir que habría que duplicar la recaudación tributaria federal. Agrega que tampoco vale la pena reducir programas sociales necesarios para implementar una renta básica.
Este escenario es probable si se aplica la Renta Básica según la han propuesto figuras claves del neoliberalismo como Milton Friedman y Charles Murray, quien así lo planteó en su libro “En nuestras manos: Un plan para reemplazar el estado de bienestar”. Desde esta perspectiva, la renta básica es la oportunidad libertaria por excelencia: Reemplazar instituciones estatales como el seguro social con un salario mensual con el cual el individuo puede hacer lo que quiera.
Pero esta no es la única manera de aplicar la Renta Básica, y es aquí donde las divergencias ideológicas se hacen ver. Daniel Raventós recuerda un Congreso en Colombia donde él y Michael Tanner, del think tank neoliberal Cato Institute, defendieron la Renta Básica desde sus respectivos puntos de vista. “Lo único en lo que estábamos de acuerdo es en que no estábamos de acuerdo en nada,” concluyó Raventós, un progresista.
Según la propuesta de Raventós por ejemplo, la Renta Básica no le costaría ni un céntimo a los programas sociales más que a aquellos de apoyo al desempleo que resultan redundantes. En esta iteración, la Renta Básica sería parte de una reforma tributaria donde el 20% más rico recibiría un alza en los impuestos y un 80% más pobre recibiría una baja. Una medida radical en el país que por más años ha estado por encima del 15% de paro laboral.
De que hay el dinero hay dinero, afirma Guy Standing. A raíz de la actual pandemia, muchos gobiernos han inyectado millones en paquetes de rescate a grandes empresas y bancos. “Es hipócrita darle el dinero a los bancos y los financieros, y no dárselos a las personas comunes y corrientes para ayudarlas a lidiar con la crisis”. Asimismo, Standing propone una manera adicional de financiar la Renta Básica: impuestos a la contaminación, también conocidos como impuestos al carbono.
Frente a la amenaza de extinción, uno de los gigantes que menciona en su libro, el economista inglés cree imprescindible aplicar esta medida tributaria a todos, ya que desincentiva el uso de servicios y productos contaminantes. La única manera de volver atractiva para la gente la idea de pagar más impuestos, sin embargo, es utilizando el dinero tributado para una renta básica.