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Etiqueta: representación

Entre marionetas y titiriteros

Durante las últimas décadas, la historia política de Panamá ha estado teñida por la manipulación y el dominio de las élites. Con un caleidoscopio de partidos políticos actuando en escena, se puede argumentar que, en lugar de ser los verdaderos protagonistas, se han convertido en marionetas de los intereses de unos pocos poderosos. El país necesita urgentemente un marco político que asegure la equidad y transparencia en la representación política. Un sistema que proteja los intereses de los ciudadanos en lugar de perpetuar los patrones de poder de unos pocos bandos.

La democracia se basa en la premisa de que los ciudadanos tienen un rol activo en las decisiones que impactan su vida cotidiana, y entre los instrumentos más destacados para llevar a cabo esta participación están, precisamente, los partidos políticos. Cuando se prostituye esta función, la vida nacional se cangrena provocando, entre muchas otras consecuencias, desigualdad política y una crónica desconfianza en la institucionalidad, primeros síntomas de una descomposición tan grave como peligrosa para todos.

Los partidos políticos no deben ser piezas en el juego de ajedrez de las élites, sino los garantes de la voluntad popular, los facilitadores de una convivencia pacífica y de la estabilidad de la nación. Para Panamá, es fundamental la creación de normativas que acaben con los secuestros políticos, permitiendo la representación veraz y transparente de los intereses populares y mayoritarios.

Taiwán aumenta sus relaciones comerciales en Africa.

Taiwán continúa con sus planes de expansión comercial en el continente africano con la próxima apertura de una nueva oficina de representación en África, gracias a un acuerdo con el gobierno de Costa de Marfil, país que hoy cuenta con una de las economías de más rápido crecimiento en ese continente.

El Ministerio de Relaciones Exteriores taiwanés informó que los dos países firmaron un acuerdo tras el que se reanudarían de inmediato las operaciones para facilitar el comercio bilateral y los intercambios de personal.

En las conversaciones entre los gobiernos de Taiwán y Costa de Marfil participaron empresarios de ambos países, bajo de la premisa de que las economías de esas dos naciones “se complementan”.

Costa de Marfil, con 320 mil kilómetros cuadrados de extensión territorial, produce café, cacao y aceite. Taiwán tiene exitosas industrias en los sectores de los microprocesadores, farmacéutico y telecomunicaciones.

El analista político internacional y exdiplomático cubanoamericano Luis Zúñiga aseguró que “este relanzamiento de las relaciones comerciales entre ambos países muestra un creciente interés africano por el comercio con Taiwán”.

Agregó que la “imagen de China comunista” en ese continente se ha “deteriorado significativamente” después que el gigante asiático “tomó el control de grandes proyectos de infraestructura en varios países africanos, que no pudieron cumplir sus compromisos de pago con los acreedores chinos”.

Costa de Marfil, que es uno de los países africanos con mayor tasa de crecimiento económico (6,9 por ciento en el 2018), “tiene una economía que funcionará positivamente con la taiwanesa”, según Zúñiga.

Otro factor de “enfriamiento” de las relaciones China-África, de acuerdo con el analista internacional, ha sido la “actitud china de realizar esos proyectos usando trabajadores y técnicos chinos, maquinarias y equipos traídos desde China, así como los materiales necesarios para las obras”. “Las expectativas de los países africanos de que esos proyectos con China crearían muchos empleos y darían negocio a empresas nacionales, resultaron ser falsas”, aseveró.

Los marfileños están interesados en la cooperación taiwanesa en los campos del turismo, las manufacturas, las finanzas y las telecomunicaciones taiwanesas.

La olla de los privilegios

Para justificar la parranda generadora de nuevos corregimientos a lo largo del país, los diputados alegan que la gente “desde hace más de veinticinco años viene clamando por esta división con la finalidad de que sus problemas puedan ser atendidos con mayor efectividad”. Argumento insustancial con el que pretenden ocultar las aviesas intenciones detrás de ese descontrolado divisionismo territorial: el descarado aumento de las cuotas de poder y del flujo de recursos para seguir dilapidando en la acostumbrada demagogia electorera.

A principios del año 2021, las iniciativas legislativas de algunos diputados apuntaban a la creación de un total de 41 nuevos corregimientos. Ya para febrero de ese año se aprobaba por insistencia un proyecto de ley que resultaba en la generación de otras seis de estas unidades en la comarca Ngäbe Buglé. Un poco antes en Bocas del Toro- que más parece un feudo hereditario que una provincia- de un solo plumazo se crearon once corregimientos nuevos. Y para cereza del pastel, el pasado 13 de enero fue aprobado el proyecto de ley 401 que culmina con la instauración de seis nuevos corregimientos en el distrito de Penonomé.

Más corregimientos significan más representantes, más personal, más burocracia, más gastos de oficinas, más gastos de representación y, sobre todo, más gastos de movilización. Irremediablemente, esta obscena ambición de cuotas electoreras y de presupuestos para satisfacer pretensiones individualistas, terminará por hundir en el descrédito al tan sonado proceso de descentralización; a costa de sacrificar dineros que resultarían mejor invertidos en educación y en el frágil sector de salud. La próxima pandemia- porque esta no será la última- nos volverá a sorprender con un sistema sanitario tan penoso y exiguo como el actual y, además, con los habitantes de todos esos nuevos corregimientos afrontando las mismas angustias y carencias que enfrentan sus conciudadanos hoy.

La igualdad sin aritméticas

Hoy sería complicado, por no decir que imposible, practicar la democracia directa tal como se hacía en Grecia y la Roma clásicas, donde las instituciones políticas estaban organizadas alrededor de una asamblea a la que acudían los “ciudadanos” para decidir colectivamente los asuntos de gobierno. Solamente el elemento demográfico constituye, en estos tiempos, una barrera infranqueable para semejante práctica: decenas de miles de personas reunidas en cualquier asamblea intentando imponer sus criterios o recomendaciones, resulta una escena inimaginable. El resultado evidente, además de la prodigiosa batahola, sería un perenne e insuperable desacuerdo donde cada cual buscaría su interés en particular o el de sus parientes y amigos cercano sin lograr acuerdos. Como respuesta para superar esos inconvenientes surgió la democracia representativa; aquella en la cual se escoge a un grupo de “ciudadanos” que representarán y abogarán por los intereses colectivos de sus electores: aquellos otros ciudadanos que por medio del voto depositan en ellos su confianza.

La base de esta representatividad reside, desde los orígenes, en el concepto de “un ciudadano, un voto” y en que ese voto tiene el mismo valor que los del resto de los electores: ninguno vale más que otro. Sin distinciones de raza, fortuna, color, sexo ni de cualquier otra: cada voto es igual a los del resto. He ahí el corazón de la democracia como sistema de gobierno fundamentado en el principio moral de la igualdad política.

Pero, algo no camina bien cuando en ese gobierno “representativo” se asignan puestos a unos candidatos sobre otros a pesar de obtener menos votos. Cuando quedan por fuera de la asamblea candidatos que, en las urnas, obtuvieron más votos que algunos de los sentados en las curules se atenta contra el principio y el corazón de la democracia. Se requiere atender el sistema de repartición de los puestos porque, a pesar de las buenas intenciones y las preocupaciones en torno a la “representación” de las minorías, el proceso ha degenerado caminando a contravía de la igualdad en las urnas. Lo único que han logrado estas aritméticas electorales es sacar del sombrero del mago decenas de miles de votos “fantasmas” que conceden curules a quienes no cuentan con la confianza ciudadana expresada en el sufragio. El tema requiere considerarse atentamente, libre de intereses políticos y partidistas: hacia esa exigencia apunta el descontento ciudadano expresado consistentemente en las últimas semanas.