En el pasado las técnicas ingenieriles definieron la grandeza de las ciudades imperiales y de la supremacía del poderío militar, ahora, en plena era digital y en la antesala de la «singularidad» y del imperio de la inteligencia artificial y la robótica, Panamá no podrá seguir siendo neutral o equidistante ante la hegemonía de los EEUU.
Después de la pandemia de la Covid 19, cuyo origen aún no se esclarece, todo indica que estamos en las cercanías de una nueva “Trampa de Tucídides” como entre Atenas y Esparta en la antigua Grecia o, en el siglo pasado, entre el Imperio Británico y el Imperio Alemán y ahora entre el Águila y el Dragón. Las potencias siempre han querido ampliar su radio de influencia, en la forma que sea; estrechando lazos de amistad y de interdependencia, con alianzas estratégicas o imponiéndose brutalmente por la fuerza y la ocupación territorial.
Ya ni los suecos pudieron seguir haciéndose los ídem y tuvieron que renunciar a su neutralidad. Desde las Guerras Napoleónicas a principios del siglo XIX, Suecia sufrió la pérdida de más de una tercera parte de su territorio, incluyendo a Finlandia que le fue arrebatada para integrarla a Rusia.
La nueva administración de Trump ha profundizado y priorizado el enfrentamiento existente hace ya varias décadas, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, entre la potencia hegemónica capitalista de los Estados Unidos y la ascendente potencia retadora de la China comunista.
El mundo entero ha quedado sorprendido por las formas en que se acaba de desarrollar la reunión en la Casa Blanca, entre los presidentes Donald Trump y Volodimir Zelensky
La política desarrollada por EEUU ha sido la de hacer sentir su presencia en todas partes alrededor del planeta, reforzando cada vez más su poderío bélico. Para tal fin ha mantenido una permanente actualización de su maquinaria militar, cada vez más grandiosa, adoptando las más modernas tecnologías, apoyadas por su capacidad satelital y la constante innovación tecnológica, ahora acelerada por el creciente uso de drones y de la inteligencia artificial.
Tomemos el caso de la Armada de los EEUU, solamente por mencionar un aspecto de su enorme poderío. Su flota consta de un total de once portaviones activos y nueve portahelicópteros, lo cual es casi igual a la suma total del resto de los países del mundo. Cada portaviones tiene un poderío bélico mayor a las fuerzas armadas de muchos países pequeños y de algunos medianos.
La diplomacia estadounidense ha dedicado ingentes cantidades de recursos en sumas mil millonarias, conocidas como US Foreign Aids, mediante donaciones desde apenas iniciado el siglo XIX, como gestos de buena voluntad. En efecto y como dato curioso, la primera tal donación se efectuó gracias a la iniciativa del senador por Kentucky, Henry Clay, por un monto de US $ 50.000 de la época. Dicho gesto de amistad e interés en el bienestar de un pueblo amigo, se hizo como ayuda en alimentos, para aliviar el sufrimiento de la población de Caracas, con motivo del masivo terremoto ocurrido, en plena guerra de la independencia.
Evidentemente estas muestras de generosidad y amistad tenían por objeto lograr estrechar esos lazos de amistad, así como fortalecer los vínculos de intercambio comercial con eso países y generar unas relaciones marcadas por la lealtad y el agradecimiento hacia los EEUU, logrando así establecer alianzas sólidas.
El resultado de ese programa de ayudas, en lo atinente a ganarse simpatías, en realidad no ha sido para nada exitoso. La prueba más evidente hoy en día de ello, es el estado actual de las relaciones entre los EEUU y Venezuela. Aquí se aplica bien el dicho: “Lo que hacen con las manos, lo deshacen con los pies”.
Tal vez eso se deba a la forma y el trato carente de delicadeza dado a los beneficiarios, por parte de los funcionarios estadounidenses encargados de efectuar dichos aportes. Puede haber sido en muchos casos por falta de tacto y sensibilidad en las formas. No supieron evitar herir la dignidad de los pueblos necesitados o el orgullo nacionalista y por el contrario los hicieron sentir vejados, humillados o menospreciados, generando las consiguientes reacciones adversas.
También las ideas inculcadas por los maestros, profesores, dirigentes y políticos de izquierdas, durante varias generaciones que predisponen a la gente en contra de los capitalistas gringos. Es más común en todos los países latinoamericanos e incluso en países de otros continentes, ver el rechazo a pesar de las ayudas recibidas; abundan las consignas contra el anti imperialismo, los grafitis y pancartas por doquier con el famoso Yankee Go Home y la quema de banderas con las estrellas y rayas.
Es evidente que este programa que lleva ya más de dos siglos, no ha dado los resultados favorables que se hubiera podido esperar, después de tantos billones gastados en el extranjero con el dinero de sus contribuyentes.
Es quizás por eso, en mi opinión, qué en esta segunda administración, Trump, con toda la experiencia lograda en su primer mandato, ha puesto en la balanza los múltiples problemas geo políticos que existen alrededor del mundo. Ha debido Trump ver la imposibilidad de hacerle frente a todos esos problemas, especialmente por no tener el respaldo y apoyo de esos aliados, al nivel del compromiso esperado, ni mucho menos los gestos de amistad, agradecimiento y lealtad que él esperaba.
Los pueblos beneficiados con esas ayudas, salvo contadas excepciones, le han dado más peso o importancia a la parte afectada en forma negativa de los funcionarios involucrados, por esas maneras vejatorias y por los atropellos puntuales, que al balance favorable que les dejaron las ayudas recibidas en beneficio de su población.
El mundo está sufriendo en esta era digital unos cambios rápidos, violentos y radicales. Lo que los países del hemisferio occidental necesitamos, en mi opinión, más que líderes correctos en sus formas o buenos modales, (como pudiera haber sido un Chamberlain) es unos aguerridos defensores de nuestros principios, (como el General Patton) para ponerle freno a los enemigos de todo lo que representa nuestra cultura judeocristiana.
Ya empezó, la Guerra de los Chips, como la han empezado a llamar. El enfrentamiento entre la neo-potencia China ascendente y retadora que administra más de 1.500 millones de chinos, con sus cada vez más desarrollada capacidad militar, tecnológica, ingenieril y económica, y la hegemónica y secular potencia estadounidense.
Los EEUU se han percatado, tal vez muy tarde, que el haber cedido sus inventos, sistemas, logística, know-how y tecnología para fabricar sus productos más económicamente en China, ha conllevado a un fortalecimiento exponencial del poderío chino en todos los sentidos.
Los chinos no han respetado la oportunidad que se les dio y más bien han sido artífices de falsificaciones, copiando los secretos de la propiedad intelectual, tomando en forma desleal esas licencias industriales, para poder producir en términos no competitivos, utilizando su mano de obra local en condiciones de cuasi-esclavitud y llevar así sus productos a los mercados mundiales.
Pero lo más grave de todo este proceso ha sido el uso indiscriminado de sistemas de espionaje masivos, incluidos en sus equipos de alta tecnología, tanto a nivel satelital, como en los sofisticados chips o semiconductores de alta tecnología, introducidos como componentes en la más amplia diversidad de productos de todo tipo. Productos algunos usados incluso en la fabricación de sus más eficientes equipos militares, los cuales requieren de estos chips para su correcto y avanzado funcionamiento.
Desde al menos el año 2023, los EEUU tomaron la decisión de tratar de desarrollar en otros países amigos y cercanos, centros de producción para algunas áreas de la cadena de producción de esos delicados componentes.
Panamá fue el primero de esos países amigos, beneficiados con la posibilidad de entrar en esa exclusiva categoría de países productores de bienes de alta tecnología.
En efecto, desde enero del año 2023, los EEUU le ofreció esta privilegiada posibilidad a Panamá e incluso crearon un fondo de $ 500 millones para apoyar esa iniciativa. Sin embargo, no hubo la respuesta esperada, ni por parte de la iniciativa gubernamental, ni tampoco por parte del sector privado panameño. En vista de esta inacción y rechazo o desgano panameño, los gringos se lo ofrecieron en 2024 a Costa Rica, quienes ni cortos ni perezosos ya empezaron la producción.
En mi opinión, la política mundial que en esta era de Trump está sacudiendo las cómodas posturas desde hace ya casi un siglo, de los países europeos especialmente, pero también en todas las demás latitudes del globo, no es tanto impuesta por la Casa Blanca, sino más bien por el Pentágono y por eso continuarán quien quiera sea el presidente de turno. Las diferencias serán más de forma que de fondo, pero seguirán este nuevo rumbo ya iniciado.
Esta nueva política de los EEUU hacia el mundo, va a requerir estrechar los lazos existentes entre los países vecinos, por las facilidades estratégicas que conlleva poder contar con recursos cercanos, en caso de un futuro enfrentamiento bélico con China.
Para dar un sólo ejemplo, durante la Segunda Guerra Mundial, Venezuela suplió más del 70% del petrolero, gasolina y fuel, utilizado por los buques y demás equipos usados por las fuerzas armadas de los EEUU y los aliados.
La política desarrollada por EEUU ha sido la de hacer sentir su presencia en todas partes alrededor del planeta, reforzando cada vez más su poderío bélico
El mundo entero ha quedado sorprendido por las formas en que se acaba de desarrollar la reunión en la Casa Blanca, entre los presidentes Donald Trump y Volodimir Zelensky. Las formas son sin dudas muy importantes, pero para solucionar el fondo de los problemas tienen que buscarse maneras que sean aceptables para todas las partes involucradas, ante los problemas comunes. Trump dejó muy claro su malestar por no haberse manifestado suficientemente, la gratitud y lealtad que se esperaba hacia los EEUU, por parte de Ucrania ante todos los aportes y ayudas recibidas.
Me parece indispensable tomar nota de estos aspectos personalísimos del actual presidente gringo. Hay un dicho de la época de inicios de la producción petrolera en Venezuela que dice: “Inglés que quiere cochino, jamón con él”.
Toca a los dirigentes políticos y sociales panameños, transmitir la importancia de mantener unas buenas relaciones con los EEUU, independientemente de los personajes que dirijan los destinos de sus países y de sus egos, sus maneras y sus formas. Los intereses de los países tienen que estar siempre por encima de los intereses particulares de sus personeros y las alianzas deben tomar en cuenta principalmente los resultados, tienen que medir el balance positivo de esas relaciones.
Lamentablemente existen muchos factores que indican que ese temido enfrentamiento entre dos super potencias, para definir en un futuro cercano quién es el verdadero hegemón, parece ya inevitable.
El concepto mismo de que un país tenga una hegemonía a nivel mundial conlleva ya de por sí, el odioso elemento de que uno es, o que al menos así lo quiere imponer, como el país superior a todos los demás. Los EEUU tienen al menos una trayectoria indiscutida, por más de 200 años, de ser un país democrático, donde se respeta la libertad, el derecho a disentir, a expresarse libremente, donde reina el estado de derecho y la seguridad jurídica. Lamentablemente, no podemos decir lo mismo de China.
No me puedo imaginar en un conflicto bélico futuro entre China y los Estados Unidos, que Panamá vaya a preferir estar del lado chino.
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